—¿Clases de Baile?— Preguntó mi papá sorprendido cuándo le dije que tenía que comprarme ropa para el taller que tomaría por las tardes.
—¿Por qué? ¿Está mal?
—Claro que no ¡es genial! Sólo que si te soy honesto no te veía en ese tipo de taller, pero es bueno, es buen ejercicio también, espero tu madre no te haya convencido con Joaquín Cortés.
—Ni siquiera sé quién es Joaquín Cortés.— Le respondo mientras pongo el último plato en la lavavajillas ya que por las noches es mi responsabilidad junto con mi padre de lavar los trastes y limpiar la mesa.
—Es un bailador de flamenco, un día tuve la mala idea de enseñarle un video a tu madre, la perdí. Joaquin Cortés tiene todo lo que yo no tengo, buen cuerpo, cabello largo y sedoso, mirada seductora… lo único que tenemos en común es la barba y que somos ambos del mismo sexo.
Sonrío, amo cuando mi padre me habla de esa manera.— Tú eres guapo.
—Lo sé, pero no soy Joaquín Cortés.— Y me guiñe un ojo.— Ya verás, cuando tengas una esposa siempre habrá un amor platónico, asegúrate que a ti también te guste, si no, sufrías un poco.
—Eso no va a pasar, mi esposa sólo me querrá a mí.
—Yo no dije que tu madre no me quiera…
—¿Sólo que no eres Joaquín Cortés? — Pregunto y mi padre se ríe.
—Como sea ¿por qué escogiste baile y no carpintería?
—No soy muy habilidoso y pues al menos en baile tengo a alguien que conozco, Ainhoa.
Mi padre arquea las cejas y luego sonríe.— Canarias ¡Vaya al menos uno se lleva bien con uno de los de allá! Pretexto para hacer más reuniones, ya ves que a tu hermana Luz…
—Sí, le cayó de la patada… en fin, al menos está ella es simpática y bueno, hay otros niños más así que no pasa nada, está bien.
—Está genial, baile es una gran idea, es disciplina, me gusta Manu.
—Gracias.
Ambos salimos de la cocina y mi padre apaga la luz. Para este momento del día mi madre ya se encuentra arriba en su habitación viendo televisión y mis hermanas en sus habitaciones haciendo algo antes de dormir. Subimos las escaleras y él me acompaña hacia mi cuarto donde tengo una hora para jugar videojuegos antes de irme a la cama.
—¿Estás seguro Manu que sólo fue porque tenías conocidos ahí? ¿No fue por otra cosa? — Pregunta y yo niego.
—No, además mi mamá dijo que te convencería para que me inscribieras en una clase de Karate.
—¡Ah! ¿Eso te dijo? Ya veremos.— Bromea.
—Si no, tal vez le pueda a decir a Joaquin Cortés. — Respondo.
Mi padre de inmediato me carga y sin más me avienta a la cama donde empieza a hacerme cosquillas.— ¡Pícaro! ¡Pícaro! Qué eres.— Dice y luego me da un beso sobre la frente.— Te amo hijo, buscaré la academia de Karate para que sigas ¿vale?
—Va.
—Y felicidades por escoger taller… espero pronto ir a una presentación tuya. Ahora a jugar, sincronicemos relojes a una hora.— Me pide y los dos tomamos nuestro reloj y fingimos que lo programamos. — Una hora de video juegos a partir deeeeeeeeeeee ¡ya! — Entonces me paro corriendo para prender la consola y él sale de la habitación, dejándome solo.
Así, pasaron rápido mis primeras semanas en la nueva escuela y en esta nueva ciudad, y aunque al principio pensé que sería toda una tragedia griega, debo decir que no me fue tan mal, sobre todo porque tengo a Ainhoa y ella es muy buena amiga ya que me ayuda en literatura, la materia que más odio, en el taller de baile, ya que ella es mi pareja, y me ha presentado a sus otros amigos que me caen bien, pero no tanto como ella. Por otro lado, yo le ayudo a ella en matemáticas, es pésima, en geografía y en historia, las materias que más me gustan y que creo que sólo debería de existir en la escuela.
Ainhoa es en verdad genial, de personalidad desinhibida, alegre, carismática pero eso sí extremadamente impulsiva, ya que hace las cosas por sólo experimentar qué pasa y por probar. Si le quitas eso, es muy buena onda, sin decir que es bonita, la más bonita de todas las niñas de la escuela. Tiene un cabello ondulado que su madre le peina con productos para los rizos, unos bonitos ojos, es un poco más alta que yo y tiene bonita letra, una que me he acostumbrado a leer de las tantas notas que me envía en clase, su color favorito es rosa por lo que todo lo que lleva es rosa y no tiene mascotas por lo que me pidió que la invitara a la casa para ver a Solovino, mi perro, o más bien, ella se auto invitó. En cuanto mi madre bajó de la camioneta el viernes por la tarde ella salió corriendo del edificio y se dirigió hacia ella.
—¡Señora Ximena! — Gritaba mientras yo la perseguía detrás.— ¡Señora Ximena!
Mi madre le sonrío.— Hola, Ainhoa ¿cómo estás?
—Bien y ¿usted?
—Bien gracias.
—Qué bueno, sólo venía a pedirle que si era posible que mañana pudiera ir a su casa a visitar a su perro, Solovino.
Cuando por fin llegué detrás de ella mi madre me saludó con una sonrisa y luego me dijo—Ainhoa me dice que quiere ir a la casa a ver a Solovino.
—Sí, ella no tiene mascotas y me pidió ir.
—Y ¿Tu madre sabe de esta invitación?
—¡Sí! — Aseguró aunque yo sabía que no era verdad.
—Bueno, pues si quieres, mañana puedes ir a la casa a desayunar ¿te parece? Es Sábado de Wafles, y puedes conocer a Solovino y pasar tiempo con Manuel.
—¡Vale! — Dijo coqueta.—Gracias señora Ximena.
—De nada, nos vemos mañana.
—Adiós Manu.— Se despide y luego regresa corriendo al ver que su hermano la está buscando a lo lejos.
Me subo a la camioneta y veo a Luz y a María Julia sentadas en la parte de atrás. Mi madre se sube al lado y Mateu inmediatamente arranca el auto.
—Entonces ¿invitase a Ainhoa?
—Bueno al parecer… sí. — Respondo un poco inseguro.
—¡Le gustas! ¡Le gustas! — Empieza María Julia.
—¡Claro que no! Sólo somos amigos…— Le contesto.
—Que tu hermana invite a una amiga no significa que se gusten, al contrario, es genial que tu primera amiga aquí sea una mujer y que estés experimentando cosas nuevas como el baile, creo que es genial.
—¿Crees mamá?— Pregunto inseguro.
—Claro que sí, y mañana todos.— Y voltea a ver a mis hermanas.— Recibiremos a Ainhoa y se divertirán.— Y nada de burlas ¿María Julia?
—No ma…. — Contesta y luego me ve y susurra.— Tu novia.— Y se ríe.
Entonces al siguiente día Ainhoa Canarias fue por primera vez a mi casa. Su hermano David la llevó y entró con un hermoso vestido de pana color n***o, unas mallas negras y botas del mismo color. Su cabello estaba igual que siempre pero esta vez su cabello brillaba. Pasó directamente a la cocina donde todos ya estaban casi listos para comenzar a desayunar y después de saludar a todos y sentarse junto conmigo comimos wafles bajo las preguntas que hacía mi mamá y las bromas de mi papá que sorprendentemente le hizo reir.
Después salimos al jardín donde Solovino se encontraba acostado en uno de los sillones y al vernos movió la cola feliz y empezó a jadear contento.
—Él es solovino, mi perro. Mi mamá lo tenía desde antes que yo naciera.
—¡Es bonito! Y un poco viejo.
—Sí, incluso es muy viejito, pero no lo pudimos dejar. Aunque hace muchos años atrás sí jugaba conmigo.— Explico animado y ella sonríe.
—Me gusta tu familia, es graciosa y todos hablan bien raro.
—No hablamos raro.— Comento molesto y mi cara lo expresa todo y cruzo los brazos.
Ainhoa se queda en silencio y al verme enojado reacciona.— Lo dije de broma, en realidad me gusta como hablas, se escucha… bonito. —Me quedo viéndola con el ceño fruncido y ella se acerca a mí me ve a los ojos y sonríe.— Eres lindo.— Expresa y sin que yo lo vea venir ella se inclina y me da un rápido beso sobre los labios.
Ambos nos quedamos sin decir nada y yo por alguna razón esbozo una ligera sonrisa. Ella me toma de la mano.— Ya no te enojes, ven, vamos a jugar.— Me dice y me jala para que empecemos a correr por el jardín sin que yo pueda percatarme que hace segundos atrás, acabo de tener mi primer beso.