Ainhoa Manuel me pega a la pared de la cueva.— Esperemos a la próxima ola que entre, cuando esté lejos nos echamos al agua y nadamos hasta afuera ¿si? —Sí, si… — Le contesto temblando y lo tomo de la mano fuerte. La ola entra, puedo sentir el agua fría del mar hasta mi cintura y no hago más que cogerlo más fuerte para que no se vaya—¡Una! ¡Dos! ¡Tres” — Grita y ambos saltamos al agua que se sienten como cientos de cuchillos encajándose en mis piernas. No puedo moverme, quiero nadar más rápido pero no puedo. Me cuelgo del brazo de Manuel para evitar hundirme y él con todas sus fuerzas me sube a la roca. —Su, su, su, sube..— Me dice y yo tomo la roca resbaladiza y en un último intento me avienta hacia arriba. —¡Manuel! Grito al ver como no se puede subir y el mar está fuerte.—¡Manu