Sin otra opción acepto. Le indico el camino esperando, se sitúe al frente, pero ella me solicita caminar a su lado. Al principio guarda silencio e intuyo que durante todo el trayecto será así y lo agradezco, aunque es amable, me siento algo incómoda, sobre todo por su vestido, siento que mis harapos podrían ensuciar la fina tela que lleva puesta.
—¿Sabes cuál es el mayor tormento de una mujer enamorada?—expresa de pronto, no sé qué responder a su extraña pregunta, así que solo niego con la cabeza—La distancia—expone con una sonrisa amarga—hace unos días me sentía desdichada por estar aquí, lejos de él, pero aquí descubrí que aunque es mi felicidad, quizás no es para mí.
—¿Por qué lo cree así? —pienso en voz alta, pero enseguida me arrepiento. Su mirada azul clara se posiciona en mí, alza la ceja y luego coloca un dedo sobre sus labios, como quien está a punto de revelar un secreto.
—Porque solo soy su objeto—musita tristemente.
—¿Él no la ama? — me atrevo a cuestionar, no puedo creer que el amor de una dama tan bella, refinada y amable como ella, no es correspondido. ¿Qué clase de imbécil es aquel a quien le profesaba su amor y devoción?
—Él no sabe que es el amor, estoy a su lado porque le teme a la soledad.
—No debería estar con un hombre que solo la utiliza—sugiero, pero mi voz suena molesta.
—¿Crees que debería abandonarlo? — su voz dulce cambia repentinamente, me parece que incluso pensar en la idea es un sufrimiento insoportable.
—El amor es un camino de espinas, duele — digo pensando en mi propia experiencia —pero el dolor es soportable cuando ambos están dispuestos a caminar sobre él.
Se queda en silencio por un momento, agacha la mirada hacia sus manos, juega con sus propios dedos y de pronto detiene su andar.
—Lo amo, estaría dispuesta a dar mi vida por él, pero sé perfectamente que el rey no haría lo mismo por mí.
Desconcertada, la observo hasta que levanta la vista, tiene los ojos llorosos, pero aun así sonríe y luego desvanece la distancia que hay entre las dos.
—D-disculpe, creo que escuche mal—titubeo—¿Acaso dijo la palabra rey?
Asiente, gira hacia la casona que aún se puede divisar a la distancia y la señala.
—El hombre a quien amo se trata del rey y esa es una de las muchas propiedades que posee, me trajo aquí para esconderme de algo que ni él, con todo su poder, me puede defender.
—¿Eres la reina?—cuestiono perpleja, sin embargo, ella niega con la cabeza cerrando los ojos, inevitablemente una lágrima se le escapa y corre por su mejilla.
—Soy su amante, así me conocen.
Cualquiera en el pueblo que la escuche decir tal cosa puede pensar que no es más que una prostituta protegida por el rey, pero ella tiene algo que me hace pensar lo contrario, ella siente al igual que yo, ella lo ama y lo peor de todo es que sabe que ese hombre nunca podrá corresponderle de la misma forma. En este instante deseo que ella fuese una pequeña muñequita para poder guardarla en mi caja de los tesoros y no permitir que nada le haga daño.
Más que lastima, me identifico con ella, está enamorada al igual que yo y está sufriendo por amor. Mi caso no es el mismo, pero también me encuentro en una encrucijada, tampoco deseo dejar ir a quien amo.
Guardo silencio, me siento extrañamente avergonzada, quizás por el hecho de haberle sugerido abandonar a quien es su felicidad, así que en modo de disculpa me muestro más alegre, al menos para distraerla de lo que le entristecía.
El guardia nos sigue de cerca, mantiene su mano próxima de su espada en caso de presentarse algún peligro o al menos eso pienso, se le nota nervioso, quizás por el hecho de encontrarse en un lugar desconocido, siendo él la única persona que acompaña a la amante del rey, es decir, Savile.
Con el enfado de mi padre, he olvidado sacar la moneda que Stefan me proporciono, pero aún llevo un poco de dinero conmigo, así que me atrevo a comprar algunas uvas para compartir con ella.
Por supuesto, una mujer así, no puede pasar desapercibida, es hermosa y su vestido es posiblemente más caro que el mismo pueblo. Así que los cuchicheos y las miradas indecentes no se hacen esperar, pero Savile no les toma importancia, parece estar acostumbrada a que la observen.
Decido por su bien llevarla a la fontalena, a esas horas los campesinos ya se habrán marchado a su jornada como todos los días, así que es probable que nadie esté acaparando el espacio, además ahí podrá descansar de las miradas campesinas. Cuando llegamos, ella mira la fuente de forma extraña, como si le recordara algún momento de su vida, se acerca y se refresca el rostro tomando agua con sus manos.
Me sorprende ver que su rostro es natural y su belleza extraordinaria no es producto del maquillaje.
—¿Dónde es tu hogar?—musita alzando una orilla de su propio vestido para secarse el rostro. Me enternece su forma de ser, el cómo parece ser una niña atrapada en el cuerpo de una hermosa dama.
—Por allá—le señalo— es la oficina del letrado del pueblo.
—¿Letrado?—cuestiona—¿Te refieres a los que escriben cartas?
Asiento, pero ella agacha la mirada para reflexionar lo que acaba de decir.
—¿Entonces sabes leer?
—Si—ella sonríe, es la primera vez que alguien se alegra al saber que yo puedo leer—ojalá pudieras venir conmigo, estoy segura de que tú le agradarías.
Se emociona y me toma de la mano como si fuéramos viejas amigas.
—¿De quién hablas?
—Del rey, a él le gusta leer, siempre lee para mí, pero yo no puedo hacer lo mismo por él—expresa, su tono de voz se va tornando triste y melancólico.
—¿Acaso no hay quien te enseñé en el palacio?
Ella niega con la cabeza y trata de ocultar su tristeza con una sonrisa.
—Tengo varios tutores, pero por ser la amante, suelen darme tareas sin haberme enseñado antes lo que debo hacer, así que suelen decir que soy una estúpida y que no puedo aprender porque no tengo voluntad.
—¿Y no le has comentado nada al rey?—cuestiono atónita y al mismo tiempo enfadada.
—No, no debo, él ya tiene demasiados problemas con la reina por mi culpa.
Su tristeza logra conmoverme al punto de precipitarme, hacerle un ofrecimiento.
—¿Te gustaría aprender?
Savile me mira esperanzada e impresionada por mi sugerencia.
—Pero pronto me iré—mira al guardia detrás de nosotras, él mira en todas direcciones, pero sin posicionar su vista en nosotras, quizás ni siquiera le importa Savile y por lo que ella me comenta, deduzco que el ser la amante del rey debe ser un suplicio que solo soporta por amor, todos parecen tratarla mal y solo le sirven por orden del rey.
—Aprender a leer no es muy difícil, te enseñaré algunas letras y como se pronuncian, incluso puedes practicarlas en tu viaje.
—¿Lo dices enserió?
—Si mi casa no queda lejos, si quieres te puedo presentar a mi padre, él te podría ayudar mucho mejor que yo.
Savile mira al guardia, tal vez piensa lo mismo que yo, que para él no hay ningún inconveniente mientras no le cause problemas. Extiendo mi mano, ella la mira por un segundo, sonríe y luego la toma.