El delgado niño tenía golpes en el rostro hasta el punto de no ser capaz de ver, había cortes en su mejilla y sus costillas estaban rotas.
Lo dejaron caer al suelo y comenzaron a cavar.
Sus manos apretaron la hierba, tontamente pensó que podría tomar una piedra y matar a ese hombre, pero de hacerlo, no iba a ser capaz de correr.
Aunque, quizá, tendría la ventaja de estar muerto antes de ser enterrado.
El agujero fue terminado, giró la cabeza, se esforzó por abrir los ojos y entonces lo vio, en medio del ocaso, la flecha que atravesó el cuello del hombre que iba a enterrarlo vivo, lo vio caer al suelo luchando por su vida y miró como le cortaban la cabeza.
– Está vivo, ¡es un milagro!
Pasó un mes en una cama cubierto de vendas, el primer día en que pudo levantarse se animó a caminar l
