En aquel callejón en el que se encontraban Heinrich y Ms. Harden había tranquilidad y soledad. Aunque rodeados de edificios altos y el constante flujo de vehículos en las calles cercanas, se oía como el zumbido de un avispón. Era estrecho, con aceras de adoquines desgastados y paredes de ladrillos envejecidos que emanaban un aire de nostalgia y encanto. En las altas paredes, algunas enredaderas y plantas trepadoras luchaban por encontrar su camino hacia la luz del sol. Sus hojas vibrantes añadían un toque de verde a la paleta de colores de tonos grises y marrones del callejón. El ruido de los coches y el bullicio de la ciudad eran audibles a lo lejos, pero en ese rincón, se encontraban un poco aislados del estruendo de la vida urbana. El sonido de los motores y los cláxones creaba una espe