Capítulo 4. Alyssa, la humana

1150 Words
Eran las ocho de la mañana con veinte minutos, tenía prisa, era su primer día de trabajo en una nueva empresa y quería dar una gran impresión. Al descender del autobús no pensaba más que subir y bajar el puente. Cuando estuvo arriba se encontró con una chica. Era un día frío apenas rebasaban los diez grados centígrados; las miradas de ambas se cruzaron por un instante, ella siguió su camino. Pero, Ellina fue detrás de ella. La reconocía, pero había cambiado. Ya no era tan delgada como antes, tenía una figura de mujer, y debía tener veintiocho años. Era de baja estatura, su cabello seguía siendo castaño y rizado. —¡Espera! —dijo Ellina Alyssa tuvo que detenerse, giró para mirarla, no creía haberla visto antes, pero algo le resultaba familiar. —¿Me dices a mí? —Por supuesto, eres la única Alyssa aquí —Alyssa la miró confundida —¿Cómo sabes mi nombre? —Yo lo sé todo. —¿Quién eres? —la miró escéptica —Soy Ellina. —Pues, mucho gusto Ellina. Tengo que ir a trabajar, un gusto saludarte. Alyssa siguió su camino, mientras Ellina pensaba una estrategia para ir por ella. Una vez que Alyssa ingresó a la oficina donde trabajaba, no salió hasta pasadas las seis de la tarde. Cuando estuvo en la parada del transporte Ellina se acercó a ella. Alyssa se asustó al escuchar su voz —¿Tú, otra vez? —preguntó. Ellina pudo notar las manos de Alyssa temblorosas y su respiración agitada. —¿Qué te sucede? ¿Por qué estás así? —¿Acaso no tienes tus propios asuntos que atender? —respondió con brusquedad y Ellina sonrió con malicia. «Con que ahora eres una rebelde, Alyssa» pensó. Alyssa hizo una seña al transporte que pasó frente a ella, ella se subió y Ellina la siguió. Se sentaron en la misma banca, Alyssa estaba incómoda. Todo el trayecto permaneció en absoluto silencio. —Alyssa, tienes que venir conmigo ahora mismo. El tiempo se nos acaba—dijo Ellina cuando bajaron del autobús. Alyssa quien estaba en la espera de otro autobús la miró confundida —No entiendo de qué hablas. —Te lo contaré todo si vienes conmigo —Ellina intentó tomar el brazo de Alyssa por la fuerza, pero ella se alejó con agilidad —¿Que te sucede muchachita?, déjame en paz. —¿Muchachita? —repitió Ellina indignada—. Como sea. Estás en la realidad equivocada, y te trasladaré a la correcta. Alyssa la miró aterrada —¿Estás drogada? —¡No! —gritó Ellina Alyssa se fue del lugar dejando atrás a Ellina, caminando muy rápido —¡Espera! ¡Espera! —gritaba Ellina intentando alcanzarla. Alyssa se había convencido de que esa chica iba a lastimarla, y detuvo un taxi para subir en él. Ellina no tenía mucho tiempo, no quería terminar así. Sin meditar realizó un hechizo del tiempo, que provocaba que todo se inmovilizará, excepto ella y aquella muchacha. Alyssa vio al conductor del taxi quedarse congelado y se asustó —¡Sal del auto Alyssa! Alyssa moría de miedo, creía que era una alucinación. Parecía tan real como nunca antes. Al fin Alyssa salió del taxi, quería intentar huir, su plan fue frustrado cuando Ellina la tomó del brazo. Aquella chiquilla rubia tenía una fuerza que Alyssa desconocía. Con su mano izquierda Ellina apuntó y creó un círculo de luz con sus manos, susurraba frases inentendibles, aquel círculo de luz flotaba en medio de la noche. Ellina intentaba llevar a Alyssa hasta ahí, pero ella se resistía y se arrastraba por el suelo tenazmente, pero Ellina era más fuerte —¡Suéltame! —gritó Alyssa, pero cuando vio aquel círculo de luz sintió que el pánico se apoderaba de ella Ellina insistía empujándola al círculo, y al final Alyssa no tuvo más fuerza, cuando estaba a punto de ser lanzada intentó correr, pero la rubia la tomó con tal impulso que la llevó dentro del círculo. Alyssa gritaba; dentro del círculo se sentía en caída libre, Alyssa suplicaba que parará, que no podía soportarlo más. Llegaron hasta una plataforma donde todo era color blanco. Alyssa estaba acostada sobre el suelo sintiendo un mareo terrible. Cuando se puso mejor se levantó y fue en contra de Ellina, que estaba parada observando. —¡Detente!, no soy tu enemiga. Tienes que comprender. Alyssa había derribado a Ellina y la golpeaba, ella se defendía. —¡Déjame ir, quiero ir a casa con mi madre, con Raúl, con mi hermana, dime cómo debo regresar, o juro que te mataré! —Deja de ser tan grosera. De lo contrario no te diré cómo ir a casa, y no verás ni a tu madre, ni hermana, ni a… ¿Quién es Raúl? —preguntó intrigada Alyssa estaba llorando, pero había podido calmarse. —Es mi novio. No he hecho nada malo, por favor solo quiero ir a casa —dijo suplicante —Mira, ¿Ves aquella luz del día?, tienes que ir hacia allá, y atravesarla—dijo Ellina apuntando hacia el otro extremo del lugar Alyssa observó, tenía miedo, no sabía si confiar en esa chica, pero no tenía opción. —Debes tener cuidado, Alyssa, allá afuera hay muchos autos, es muy peligroso, pueden atropellarte, si eres ágil saldrás ilesa, pero si no, podrías nunca volver a casa, así que recuérdalo. Alyssa asintió, y corrió deprisa. Por un instante sintió que nunca saldría porque mientras más corría, más lejana se veía la luz del día. Pero, pronto pudo acercarse a la luz. Cuando Alyssa atravesó la luz, descubrió que era la luz del atardecer. Estaba en una calle. El sonido de un claxon la despertó a la realidad, ¡Alyssa corrió con apuro, porque estaba a punto de ser atropellada por un auto!, el conductor bajó la ventanilla y le gritó algunas palabras altisonantes. Ella tenía la cara colorada de vergüenza, pues mucha gente había mirado la escena. Ellina la miraba desde una esquina, satisfecha de que estaba bien. Tras recuperarse del bochornoso incidente, Alyssa caminó por la calle que la llevaba a casa, al caminar pudo ver su reflejo a través de los cristales de las ventanillas de los autos. No medía más de un metro con cincuenta y cinco centímetros, era muy delgada, apenas rebasaba los cuarenta kilos, tenía el cabello largo que caía en complicados rizos de color castañas, tenía catorce años. Y cuando miró su reflejo en una ventanilla de auto, sentía que su mente estaba en blanco, por un momento no supo nada de ella, y después recordó todo de su vida. Aquello le había parecido tan raro, que en lugar de entrar a la casa se sentó sobre la banqueta de la calle mientras lo meditaba, porque para ella todo debía tener un sentido y una razón de ser que quería descubrir.
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