Capítulo 2. Un error de los grandes

1156 Words
Iker estaba en el piso más alto de la torre Hanitten. Una investigación le había arrojado nuevos datos sobre la realidad que creía artificial. Había sido creada por un Hansti o al menos así parecía. Ellos tenían grandes poderes, pero tenían prohibido usarlos para fines distintos a los elegidos por la gran energía creadora. Estaba seguro de que alguien había roto las reglas establecidas y tenía la certeza de saber quién había sido. Al día siguiente Ellina fue citada en Hanitten. A su llegada se había sorprendido cuando le solicitaron ir al pasillo de los cristales, estaba segura de que iba a recibir su primera misión como parte del escuadrón Belta, aunque no había recibido su insignia aún. Cuando Ellina ingresó observó aquella habitación repleta de cristales desde el suelo hasta el techo, a veces brillaban tan fuerte que cegaba su visión. La habitación era grande, pero solo tenía una mesa de madera en el centro con una silla frente a otra. —Toma asiento, Ellina, hace rato que te espero —dijo Iker, mientas se acercaba a una de las sillas, llevaba una carpeta en su mano. Ellina obedeció. Conocía al líder Iker porque había trabajado junto a su tutor Koparki, pero no era un tipo agradable, le parecía demasiado sobrevalorado, aun así, era el líder de los Hansti—. Ellina tengo información certera sobre un hecho sucedido tiempo atrás. Como sabes, en breve, dos realidades serán terminadas; sin embargo, hemos descubierto que una de ellas es artificial. Ellina arqueó las cejas en señal de duda, en verdad no comprendía lo que Iker decía —Creo que no entiendo. Sí es cierto lo que has dicho, ¿Acaso me han elegido para averiguar lo ocurrido? Él comenzó a reír, no podía comprender si lo que el hada decía fuera broma, o tal vez cinismo. Como fuera, la haría confesar y decir la verdad —Ellina, tú creaste esa realidad artificial, es necesario que digas la verdad, también que expliques de qué forma y qué razón fue la que te llevó a cometer dicho acto atroz. Ellina abrió los ojos con estupor, la voz de Iker le sonaba extraña y le estaba tomando tiempo entender lo que le estaba diciendo, pero él continuó —. Lo sé por qué un informe que rastreó la energía te sitúa en los hechos, así que no debes negarlo. Y entre más te rehúses a admitirlo más perjudicial será para ti —la voz de Iker comenzaba a sonar más ronca y firme, la compasión estaba escapando de sus palabras y estaba creciendo enojo. Ellina se sentía fuera de sí, desbordada por emociones que ni ella misma podía describir. Un error de los grandes que la estaba haciendo avergonzar. Ahora lo recordaba, sabía de lo que hablaba. —Yo... era muy joven, y comencé a trabajar en Servilia. Fui enviada como otros al mundo terrestre, fui a una de las realidades, y me asignaron a diversos humanos. Uno de los últimos a quien atendí... Creo que las cosas se salieron de control… —los ojos de Ellina parpadeaban con rapidez, como si esto fuera un mecanismo de defensa ante las sensaciones desesperantes que estaba viviendo. —Necesito que sea más explícita, Ellina, ¿Dime exactamente cómo sucedió? —Lo que recuerdo es que era la última humana con quien trabajaba, y quería terminar pronto para ir a Heatsful, mi insignia estaba por llegar, pero dependía que terminará esa última tarea, y esa humana no avanzaba —Ellina hizo una pausa intentando recuperar la calma—. Así que un día iba caminando por una calle, ella intentaba vencer uno de sus grandes miedos, pero no era lo que la energía creadora quería, eso decía en mí orden, no debía vencer ese miedo en ese momento, pero parecía tan determinada a lograrlo, incluso, más allá de la orden de la energía creadora. No supe qué hacer, hice lo que creí correcto: ¡Un automóvil la arrolló al intentar cruzar la calle, yo la distraje, fue mi culpa! ¡Solo quería asustarla!, pero cuando llegué hasta su cuerpo, no respiraba. Ellina sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, como aquel día. —Sabía que había sido un error y solo quería corregirlo; ¡Tuve miedo, era muy inexperta!, así que tomé su cuerpo y usé mi energía, junto con la que aún desprendía ella, y abrí un portal de tiempo, y lancé su cuerpo dentro. Ni siquiera confirme si estaba viva, pero después me pidieron volver a Hansti, y me dieron mi insignia en Heatsful. Desde entonces y hasta ahora, jamás supe nada. Iker miraba a Ellina incrédulo, su forma de contar su historia era tan calculada que le parecía que no era una Hansti. Siempre se había distinguido ante todos por ser un hada perfecta, la favorita de Koparki, pero se ganaba a pulso el desagrado de sus compañeros ante su actitud de suficiencia. Ni siquiera ante sus errores podría parecer vulnerable. —Si te interesa saberlo ella sigue viva, envejeciendo, en una realidad que no es suya, que ni siquiera debería existir. Nadie más que tú y yo sabemos que fue tu culpa, y debe permanecer así —dijo Iker. Ellina respiró aliviada, Iker podría ser su mayor aliado—. Si alguien ajeno a los Hansti se entera de que tuviste algo que ver, podríamos enfrentar graves problemas. Podrían generar una mala reputación. La comisión nos está dando ciento veinticinco días para arreglar el problema, podría omitir el hecho de que es tu culpa, Ellina, e incluso ocultarlo de Koparki. Pero, solo lo haré si resuelves este gran error. —Yo puedo corregirlo, estoy dispuesta. —No es solo el hecho de estar dispuesta, lo más grave es que puedas hacerlo bien, sin callar información, y creerte perfecta para equivocarte —dijo Iker mirándola con mucha atención. Ellina sentía que cada palabra de Iker era una humillación «Yo soy Ellina, la grande, soy número uno» se repetía cuando Iker parecían condenarla. —Haré lo que sea para solucionar esto —dijo Ellina con voz firme —Bien. Mañana nos volveremos a encontrar, pero esta vez en el puente de Mattinson. Ahí definiremos de qué manera es más conveniente actuar —Iker se levantó de su silla y Ellina hizo lo mismo. Ellina salió de la habitación, caminó de prisa para salir de la torre. Una vez fuera estuvo vagando por algunas calles en silencio y cabizbaja. ¿Cómo podía una acción pasada alterar tan fuerte su presente? Su mente no le dio respuesta. «Todo tiene una razón de ser». Eso siempre decían todos. Ellina recordó cuando era pequeña, las frases que Koparki le había enseñado ahora carecían de sentido. Entonces la recordó: una chica escuálida, de poca estatura, piel blanca, cabellos como castañas claras, que se enredaban en complicados rizos, y una mirada curiosa e impaciente, buscando las respuestas del mundo. Era la chica del ayer: Alyssa Gante.
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