Capitulo 4

2418 Words
Me levanto de mi lugar y tomo mi teléfono móvil, probablemente Ángelo este muy preocupado por mí. Al encenderlo vuelvo a marcar pero sin éxito. Lo único que me queda por hacer es dejarle un correo de voz y explicarle todo. Bueno, tal vez no todo pero Ángelo comprenderá, siempre lo hace. Cuando llegue a Roma él fue el único apoyo que tuve, por un tiempo trabaje con él en su restaurante como camarera. Aunque al principio su carácter era frio y severo, a veces me hacia sufrir debido a mi poca experiencia con ese tipo de servicio, con el paso del tiempo cambio. Nos volvimos inseparables, aunque no fui muy bien recibida por su familia. Su madre que es dueña de una cadena de hoteles de lujo me mira con desprecio pensando que yo podría arrebatarle a su hijo. Pero una relación entre Ángelo y yo, como lo piensa su madre es difícil de ocurrir. El no me mira de esa manera y para mí el fue como un hermano. “Disculpa por no recordar llamarte, ahora estoy en casa de mis padres tuve… un extraño accidente tal vez te cuente luego ya sabes que no me gusta decirte nada por teléfono, mi hermano se ha comportado extraño desde que llegue y ojala estuvieras aquí, no me sentiría tan sola pero debo colgar, por favor no te enfades, espero tu llamada” Solté un sonoro suspiro. Las tonterías de Joseph no hacen más que darme molestias y ahora me preocupa que Ángelo este disgustado conmigo. Tal vez mi correo de voz no sea suficiente como para calmar sus preocupaciones conmigo. Mientras camino por la habitación pensando otra cosa que decir escucho que un auto se estaciona frente a la mansión. Observo por la ventana que mi padre ha regresado a casa. Salí de la habitación, quería recibir a mi padre con un abrazo como en los viejos tiempos. Al llegar a las escaleras note que mi padre ya había llegado pero quien lo recibía era la prometida de Joseph. Mi padre la tenía entre sus brazos y mi hermano observaba con alegría la conmovedora escena. — ¡Bienvenido!— exclama con alegría Alessandra —Gracias querida niña, pero no era necesario que te tomaras la molestia—Dice mi padre dándole un beso en la mejilla. ¿Querida niña? Ese era la forma en que solía llamarme mi padre cuando lo recibía al llegar del trabajo. La presencia de Alessandria se estaba tornando un poco desagradable para mí, quizás era amable porque sería muy pronto su suegro pero no me gustaba que mi padre se tomara esas libertades, tratándola como a una hija. No quiero que mi derecho de hija sea opacado por una desconocida. — ¡Bienvenido papa!— Aclaro mi garganta, todos giran en mi dirección. Muestro una gran sonrisa al ser notada por mi padre. Bajo las escaleras con rapidez, pero en ese instante observo que desaparece la alegría de Alessandria. Joseph parece melancólico y desvía la mirada de mí hacia otro lado. —Me sorprendes— exclama mi padre envolviéndome en sus brazos al llegar a él. Correspondo a su abrazo y me acomodo en su regazo. —Pero ¿Por qué?—reclamo. —Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que hiciste eso que ya es una sorpresa para mí— Dice mi padre nostálgico— Pero ahora me gustaría que lo hicieras mientras estés aquí, ahora vamos a comer, debes contarme todo. Tu estancia en Roma, como vives, tus amores. — ¿Amores?— cuestiono divertida por su curiosidad— ¿También eso quieres saber? — ¡Oh! Por supuesto, quiero saber cuántos corazones has dejado abandonados en Italia— ríe a carcajadas, y me lleva del hombro hacia el comedor— ¿No vendrán a comer? Mira de reojo por su hombro, observa que Joseph ni Alessandria nos acompañan. Nos miran desde lejos, parecen molestos. —Alessandria ya se marcha—repuso Joseph. —Me encantaría comer con su familia señor Grosvennor— dice Alessandria con una tierna sonrisa. —Ella comió en un restaurante antes de venir aquí, padre— insiste mirando a Alessandria. —Es una lástima— dice mi padre resignado a solo comer conmigo. Observo a Alessandria parece apenada — ¿Por qué no te quedas? me gustaría charlar contigo—trago saliva al observa la mirada irritada de Joseph, pero Alessandria parece tener otra pinta en el rostro. —Es buena idea— dice mi padre y añade— Las futuras hermanas deberían conocerse. Seguimos la ruta hacia el comedor, nada ha cambiado. Todo tan elegante y hermoso. Mi padre gentilmente jala la silla para que me siente junto a él. He tratado con gente muy buena en mi vida pero si he de dar un primer lugar de todos lo que conozco ese sería mi padre. La cena es servida, todo huele tan exquisito. — Cuéntanos tu estancia en Roma hija— Dice afligido. Tal vez recuerda nuestro último encuentro en esa ciudad. —Todo es tan hermoso y romántico— respondo al recordar mis años allá— Viejo y nuevo, sus calles parecen detenidas en el tiempo. — ¿Y los chicos?—Pregunta Alessandria intrigada. Parece ser un tema muy interesante para ella. —Hay mucha variedad y de donde escoger— bromeo y suelto una risita. Ella no parece estar satisfecha con mi respuesta. — ¿Pero hay una chico en especial para ti?— Vuelve a preguntar aun mas intrigada. Puedo notarlo porque ha dejado de comer. Mi padre parece estar igual de atento a mis respuestas. Joseph es el único que parece no estar escuchando la conversación. Mi mente divaga No puedo evitar pensar en un solo chico, Ángelo. Amable, Atractivo, caballeroso, y sobre todo se preocupa por mí. —Uno— le respondo. No puedo evitar sonreír al recordar todo lo que él ha significado en mi vida. El sonido de los utensilios al caer me distrae de mis pensamientos. Alessandria y mi padre miran a Joseph, quien ha dejado caer un tenedor al suelo. Un empleado le ofrece uno limpio y levanta el que se ha caído. La escena nos distrae de la conversación. — ¿Sucede algo Joseph?— pregunta Alessandria con un tono preocupado. La mirada de Joseph ha cambiado, parece fría y severa. Ignora la pregunta y continúa comiendo. —No pienses en el trabajo hijo, ahora que ha vuelto tu hermana, disfruta de su compañía mientras nada la aleje nuevamente de nosotros—deduce mi padre, al ver tan distraído a mi hermano. El solo asiente con la cabeza y bebe una copa de vino. — Ahora— sonríe mi padre— ¿Cuál es su nombre? — Sí— me anima Alessandria. Confabulando junto con mi padre— Debe ser atractivo ¿no? —S-si— contesto avergonzada. Siento que mis mejillas arden, estoy ruborizada pero no comprendo la razón. Es a causa del interrogatorio El decir esto frente a dos hombres y una desconocida es difícil y vergonzoso. Bebo un poco de agua, mi padre y Alessandria me miran divertidos. —Su nombre es Ángelo— digo después de varios tragos de agua. —Debe ser un hombre rico para que te fijaras en el— Por fin dice Joseph severamente. Claramente está enfadado conmigo. Me siento indignada por su figuración. No tengo palabras para contestarle. Ángelo tiene un restaurante muy popular, además uno de los más finos en Roma. Eso quiere decir que tiene el suficiente dinero como para decirle “Rico” pero aceptarlo frente a Joseph, seria admitir que solo me fijo en personas con dinero. Sé que ese es el propósito de mi hermano, quiere compararme con mi madre. —No tengo que fijarme en el bolsillo de un hombre para que sea especial para mí— contesto resentida. Lo que acabo de decir lo hace fruncir el ceño. Inhala aire, parece estar preparado para soltar su ponzoña. Me mira fijamente un momento, antes de decir con firmeza: —Entonces dinos, ¿Qué te cautivo de Ángelo?— su mirada y su sonrisa son aterradoras. Rápidamente pienso una cualidad de Ángelo que no sea el dinero. ¡Ah! Ya se… —Su mirada— Aseguro con firmeza. Suelta una risita, parece estar esperando una respuesta como esa. Nuevamente me mira mientras juguetea con el tenedor las verduras de su platillo. Se lo que él quiere, una pelea. Y va a conseguirla si me sigue tratando como a una tonta. — ¿Su mirada?— Insiste. Su mirada es temible. Esta dispuesto a hacerme enfadar— ¿Qué tienen sus ojos que no tengan los míos? Trago saliva. Esta haciendo un buen trabajo para molestarme. Mantengo mis puños cerrados para controlar mis ganas de gritarle enfrente de todos, pero mi padre nos observa, no es consciente de la batalla que se libra frente a sus ojos. El solo escucha sin decir nada, parece querer saber que sucede entre Joseph y yo. Esto parece ser un juego entre hermanos para sus ojos. Y Alessandria se divierte con la escena. A nadie parece importarle lo que podríamos decir pero se entretienen con nosotros. — ¡Calidez!— Manifiesto con gloria. Entrecierra sus ojos, frunciendo las cejas, claramente no esperaba esa respuesta, parece alterado. Se borra esa sonrisa temible y se dibuja una mueca disgustada. —No tienes idea de lo que es la calidez—Logra decir. La batalla aun no termina. — ¿Y tu si?— Mi corazón se encoje al ver la desconcertada expresión de su rostro. Parece ser que…gane. El silencio y nuestras miradas son espesas. Entre los dos no hay nada más que decir. — ¿Conmigo no has sentido calidez?— cuestiona Alessandria. Está irritada. Joseph fija su mirada en ella y le muestra una sonrisa. Es pequeña, pero parece tener un efecto consolador en ella. Me desplomo en el respaldo de mi silla, y suelto un suave suspiro de victoria. Mi padre sigue con alegría el suceso frente a él. De una contienda entre hermanos paso a un reclamo amoroso. —Parece ser un buen muchacho, a pesar de no contarnos nada sobre él, pero defenderlo de la crítica de tu hermano da mucho que decir— opina mi padre tomando un aire más serio— ¿Cuento tiempo llevan saliendo? Espero que su profesión sea digna, no quiero que mi pequeña tenga amistades de baja respetabilidad. Considero mi posible respuesta —No te preocupes padre, es digno de mí. Mi padre se conforma con mi respuesta. Alessandria sigue irritada, continua mirando a Joseph exasperada. — ¿Qué podría ser digno de ti?—grita enfurecido. Todos miramos asombrados por su respuesta y la furia con la que habla. — ¡Joseph!— regaña mi padre furioso. Levantándose de su lugar. Entreabro la boca, pero no sale ninguna palabra. Entiendo su desprecio, sé a que se refiere. Me odia a causa de mi madre y lo peor es que no puedo explicárselo a mi padre. Tengo miedo que me odie al igual que Joseph. Me levanto de mi lugar y empujo la silla un poco para permitir irme. Mi padre me mira desconcertado y vuelve la mirada a Joseph. — ¡Discúlpate con tu hermana!— le riñe. Miro la escena, Joseph no se inmuta hasta que se levanta Alessandria, que lo único que hace es mirarlos alterada. —Ella no es mi hermana— brama con fuerza. Se levanta de su asiento. Rompe mi corazón. De repente se escucha un tremendo golpe. Al mirarlos distingo a Joseph sobre el piso del comedor. Mi padre se levantó, sostiene su puño en el aire, aun lo mira con desprecio. Alessandria se apresura a ir con el. — Discúlpate—Vuelve a insistir. El rostro de Joseph se torna frio, se levanta con ayuda de Alessandra. — ¡Jamás seremos hermanos!— repite firmemente y mi padre vuelve a golpearlo con fuerza. Alessandra grita asustada. — ¡Niño obstinado!— le grita fuertemente. Tengo que hacer algo —P-papa— Mi voz suena apagada, siento un nudo en la garganta que me niega el habla. Mis ojos se inundad rápidamente, fluyen lagrimas por mis mejillas. Mi padre me mira conmovido, se mira a sí mismo y a Joseph— No hace falta una disculpa, entiendo porque ya no me considera una hermana Salgo corriendo sin mirar a nadie. Aun siguen las lagrimas escurriendo por mi rostro. Llego a las escaleras y me detengo en las escaleras. ¿Por qué no dejo de llorar? Escucho veloces pisadas por el pasillo de donde vine. Me sorprende ver Joseph, me mira atónito. —A-abi…yo —No digas nada— le ordeno molesta— Te expresaste bien, tu y yo no somos hermanos. No volveré a llamarte así. Continúo subiendo las escaleras, escucho sus pasos detrás de mí. Me toma de la mano y me obliga a mirarlo. —Abi, escúchame— exige suavemente— Es la verdad, no seguiré fingiendo que eres mi hermana. — ¿Fingiendo?— pregunto pasmada— ¿Estabas fingiendo? —Sí, no quiero seguir con esta mentira. Sin palabras, me hecho a correr, con dirección a mi habitación. Esta cerca de mí, aun sigue detrás. Vuelve a tomarme del brazo y de jala hacia su cuerpo. Me envuelve en sus brazos y me deja inmóvil. Su acción me deja confundida. Escucho los fuertes latidos de su corazón, es un ritmo frenético que puedo distinguir a la perfección. No dice nada, y yo tampoco. Me quedo inmóvil, baja la mirada para verme al rostro. Me mira detenidamente, aun tengo lagrimas en los ojos. No le gusta cómo me veo. —No llores— dice en tono suplicante— No quiero…. Inspira profundo antes de continuar. Su corazón se acelera aun más. Oprime mi cuerpo contra el suyo. Me quedo en silencio y escucho. Atentamente —No seguiré fingiendo que eres mi hermana, No quiero que me veas como a un hermano sino como a un hombre. ¡No puede ser! Mi corazón se acelera. ¿Por qué mi corazón late tan rápido? Alejo mi cuerpo del suyo unos milímetros para verlo a los ojos. Realmente me asusta ver una mirada decidida y segura. No está mintiendo Mi cuerpo se siente débil, mis manos comienza a temblar. Estoy nerviosa e inquieta pero mi corazón no parece estar de acuerdo con mis pensamientos. ¡Esto está mal! Pero por alguna razón me siento feliz…
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