CAPÍTULO 4: FURIA DE REYES

1522 Words
PUNTO DE VISTA DE REN. La furia y la indignación estaban hirviendo en mi estómago cuando llegué a la sala. Era un sótano equipado en la academia, bastante apartado. Lo habíamos creado para nosotros mismos, completo con un bar, videojuegos, una nevera surtida de bebidas y básicamente todo lo que necesitarías para sobrevivir a un apocalipsis con tus mejores amigos. Como de costumbre, Aiden estaba en algún tipo de desenfreno con una chica en el sofá, besando sus labios mientras otra chica se arrodillaba entre sus piernas, chupando su pene. —Has ido demasiado lejos esta vez, Aiden. —Dije sin rodeos, entrando en la habitación. Aiden soltó un gemido exasperado y rodó los ojos, mirándome desde alrededor de la chica que ahora le besaba el cuello. Sus ojos grises plateados se estrecharon ante mi furia. Entendí su sorpresa. Nunca me enfado. En realidad no. Pero lo que le había hecho a esa chica... Lo que permitió que sus secuaces hicieran... ¡Esto debía parar! Él suspiró, apartando a las chicas y volviendo a guardar su pene en los pantalones. —Déjanos. —Les instruyó y ellas obedecieron sin cuestionar. —¿Qué he hecho ahora?—Preguntó con desdén, levantándose y yendo al bar para servirse una copa. —Lily. Lily Beauregard. —Dije con soltura. Se quedó paralizado en su lugar, apretando los puños. La copa de vidrio que había estado sosteniendo se rompió en su puño cerrado, esparciendo fragmentos de vidrio por la habitación. —Esa bruja se merece todo lo que le pasó. —Gruñó. —Violación, Aiden. Intentaron violarla esta mañana. —Digo haciendo todo lo posible por contener mi enfado. Eso le hizo detenerse por un momento. Apretó los dientes, mirándome con furia. —Ese es su problema, Ren. No di instrucciones a nadie para hacer algo así. No soy su Dios. Tienen mente propia. Tal vez deberías regañar a aquellos que son realmente culpables de este delito. Yo nunca la toqué. —Se excusó Aiden. Aiden tomó otra copa de vidrio y comenzó a verter coñac sobre hielo. —Además, solo estoy haciendo lo que tus padres dijeron que hiciera. ¿No es por eso que le dieron la beca en primer lugar?—Me interrogó Aiden. —Nos dijeron que la vigilemos y la detengamos si es realmente la hija de la profecía, no joderla por completo. —Le contesté. Aiden levantó una ceja. —¿Por qué estás protegiéndola así? Por lo general, no te importa nada. —Agregó Aiden de forma desdeñosa. La pregunta del millón. Realmente no me importaban la mayoría de las cosas, ni si mi vida dependiera de ello. Había dominado el arte de no dar una mierda, de apagar las cosas y alejarlas porque mis poderes me hacían ver demasiado. Saber demasiado. Oír demasiado. Mientras Aiden tenía sus criaturas sombrías y sus poderes oscuros, yo tenía una serie de... Poderes complejos que no podía dejar que yo mismo descubriera. A menos que quisiera perder por completo la cordura. Podía ver almas. Es por eso que he sido el mejor amigo de Aiden durante tanto tiempo. A pesar de que odiaba a los matones y él era el matón más grande en el maldito planeta, era más bueno que malo, sin importar lo que le gustara mostrar al resto del mundo. Estaba la maldita profecía. La profecía afirma que Lily sería la que nos destruiría a todos y llevaría a Shadow Cove a su ruina. Mis padres le habían otorgado la beca y nos habían encomendado, los licántropos más poderosos de nuestro tiempo, vigilar y detenerla si fuera necesario. Con nuestros poderes adicionales que brotaron de la nada y han crecido constantemente desde que somos niños, había pocas personas que pudieran enfrentarse a los príncipes licántropos de Shadow Cove. Me había mantenido a distancia y había observado a Lily cuando podía en el día de ayer. Con la forma en que el consejo hablaba de ella, esperaba que fuera toda roja y negra, nada más que oscuridad, violencia y malas intenciones. Sin embargo, lo que había obtenido fue un alma pura y resistente que solo quería algo mejor para sí misma. Incluso había filtrado su mente para escuchar sus pensamientos y ver sus recuerdos... Y había obtenido más de lo que había esperado. Tanto dolor. Tanto desamor por una sola persona. Mi espina dorsal casi se rompe bajo el peso de su dolor. ¿Cómo es que aún no se ha convertido en el monstruo de la profecía? Si alguien hubiera visto lo que vi en sus recuerdos; el dolor, las golpizas que había soportado solo porque tenía un padre de mierda, estarían de acuerdo conmigo en que convertirse en el monstruo que todos temíamos estaría justificado. Ella tenía tanta gracia, tanta amabilidad y esperanza. No podía apartar la mirada de Lily aunque lo intentara. Solo el odio por la carnicería sin sentido me había frenado de matar a esos chicos esta mañana, y aún ahora, estaba luchando con mi lobo que quería encontrar a esos chicos y despedazarlos por atreverse siquiera a tocarla. Les había dado un poco de su propia medicina, eso sí… Atrapándolos en sus propias mentes y reproduciendo sus peores pesadillas hasta que se convirtieran en un revoltijo de saliva e incoherencias. Después de ayer, iba a mantenerme alejado de Lily Beauregard y le iba a decir a mis padres que hicieran lo mismo, pero después de hoy, después de ver lo que intentaron hacerle, no permitiría que nada que pretendiera romperla se saliera con la suya. Especialmente mi mejor amigo. —Me fascina. —Dije en dirección a Aiden después de pensarlo. Aiden entrecerró los ojos hacia mí, dándose cuenta de lo importante que era esto. Nada me fascina nunca. —Estoy seguro de que a Mauve le complacería escuchar eso. —Dijo secamente, dando un sorbo a su bebida. Me tensé al oír el nombre de mi novia y compañera. —¿Dónde está ella?—Le pregunté. Encogió los hombros, dejando su vaso en la barra y mostrándome una sonrisa lobuna. —Probablemente ahogándose con la v***a de Sebastian en ese rincón de la biblioteca. Esperé la furia, la rabia, la protección y posesividad de mi lobo. No hubo nada de eso. No ha habido nada desde que encontré a Mauve y la reconocí como mi compañera cuando teníamos catorce años. Estaba dispuesto a hacer funcionar esta relación con ella, desesperado por no terminar como mis padres con su fallida unión... Pero Mauve me lo estaba poniendo realmente difícil. Suspiré y me froté la nuca. —Zac volverá la próxima semana. No se lo tomará con calma respecto a Lily, especialmente cuando vea cómo realmente se ve. Zac era un vagabundo. Ropa negra, corazón n***o, espíritu quebrado y mente dañada. Era tan frío y temerario como se puede ser, y eso se debía a que, a diferencia de la mayoría de nosotros, Zac no tenía humanidad. Desde que le robaron su inocencia y con ello la humanidad hace cuatro años, se había convertido en un robot defectuoso. Frío, oscuro y malvado, persiguiendo su próxima droga. Zac y Aiden ya eran difíciles de manejar individualmente. Pero juntos, serían un cóctel letal. —No estoy preocupado por Zac en este momento. Me preocupas más tú. Dame tu palabra de que dejarás de atacarla. —Le pido de manera serena. Él sonrió. No había nada agradable o feliz en esa sonrisa. Era más mortífera. Osaría decir, parecía decir. ¿O qué, Hawthorne?—Me retó. —O dejo de limpiar después de que tu tío termine contigo. Fue un golpe bajo y probablemente no debería haber mencionado a su tío... Especialmente porque sabía qué reacciones violentas provocaba en él. Debería sentirme como una persona despreciable, pero en el amor y la guerra todo vale, y usaré cualquier carta a mi disposición para proteger a Lily. Se acercó sigilosamente, el acecho de un depredador, pero yo no era presa y mantuve mi posición, mis músculos tensos. Incluso mi lobo, normalmente despreocupado, Aira, se despertó, sintiendo problemas. —No te metas en eso, Ren. —Advirtió Aiden con las fosas nasales hinchadas. Como de costumbre, cuando Aiden estaba enfadado o perdía el control, sus sombras se alejaban de él, tomando la forma de criaturas conscientes, mordiéndome con dientes y garras afiladas, listas para hacer la voluntad de su amo. Deberían asustarme, especialmente porque incluso si atacaba al titiritero y lo derrotaba, las criaturas que parecían tener voluntad propia me destrozarían en segundos. Pero nunca he conocido a nadie, hombre o monstruo, que me asuste. Y tal vez algún día pagaré por mi estupidez disfrazada de valentía. Encogí los hombros, un fácil movimiento que mostraba mi indiferencia. —Cancela todo y yo también lo haré. —Dije. Sus ojos se estrecharon mientras sus hombros se relajaban de su postura tensa. Sus criaturas de sombra retrocedieron a su forma a medida que recuperaba el control de sí mismo. Metió las manos en los bolsillos y estampó una sonrisa malvada en su rostro, sus ojos oscuros brillaban con la promesa de un desafío. —Está bien entonces. Acepto el desafío. 
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