CAPÍTULO 2: DIOS DE LA ESCUELA.

1770 Words
PERSPECTIVA DE LILY PRESENTE (2 AÑOS DESPUÉS): Ser admitida en la academia Shadow Cove era lo peor que me podía haber pasado. Era el hogar de los demonios más malvados que se disfrazaban de adolescentes de secundaria. Aunque aún no lo sabía, mientras contemplaba la imponente estructura que se alzaba frente a mí, me limpié las manos húmedas en mi diminuta falda azul plisada que ondeaba alrededor de mis muslos mientras una ráfaga de viento soplaba sobre mí. Mi mente estaba llena de pensamientos renovados, mi corazón estaba lleno de nuevas esperanzas… Este es el momento. Este es mi momento. Voy a comenzar desde cero. Comenzar una nueva vida, mantener la cabeza baja, graduarme de la academia con calificaciones perfectas y todo será como un paseo tranquilo en la universidad de la Ivy League de mi elección. Sobre todo, mantener la cabeza baja y evitar cualquier problema. La academia Shadow Cove era más grande y diversa que la escuela preparatoria Gold Crest. Era una escuela que atendía solo a la élite de la élite, tanto de la comunidad de hombres lobo como de los humanos. Al menos, eso es lo que decía el folleto. Gold Crest era una comunidad más concentrada, llena de personas que me conocían y sabían lo que había hecho mi padre. La Academia Shadow Cove era más variada, con solo los niños genios del uno por ciento de los cuatro clanes y los humanos. Podría mezclarme de forma sencilla con los humanos y nadie me miraría mal por ser una Omega sin manada, siempre y cuando mantenga la cabeza baja y no busque problemas. Lo cual debería ser bastante fácil. Tragué una respiración profunda, llevándola a mis pulmones y exhalando por la boca mientras subía los amplios escalones desgastados. Mi corazón se detuvo en mi pecho mientras contemplaba la fuente de agua, una enorme estatua de mármol de la diosa de la luna, vertiendo un jarro interminable de agua desde su cántaro, con una expresión serena y amable en su rostro. El sonido de un grupo de chicas riendo detrás de mí llegó a mis oídos y mi columna se congeló mientras la aprehensión se apoderaba de mis huesos. Sin embargo, pasaron por mi lado, ni siquiera se fijaron en mí. Sin burlas. Sin puyas. Sin empujones sutiles. Me relajé un poco. No están riendo de mí, intenté decirme a mí misma. ¿Por qué se reirían de mí? Nadie sabe quién soy aquí. Estoy a salvo. Estoy a salvo. Repetí el mantra tres veces más antes de sacar mi horario de clases e intentar encontrar el camino en el laberinto que era la escuela, sin mapa. Me habían dado un mapa, por supuesto, pero tomé la firme decisión de no usarlo porque tener la cara pegada a un mapa mientras intento navegar por la escuela era como tener un letrero de neón que decía: "¡Chica nueva despistada! ¡Acosadla!" Iba a hacer que destacara más, lo cual arruinaría mis planes de mantener un perfil bajo. Ya me había memorizado el mapa durante el fin de semana y me enorgullecía de tener una muy buena memoria. Encontrar mi clase fue más fácil de lo que esperaba e hice un pequeño baile de alegría y me felicité por haberla encontrado con unos minutos de sobra antes de mi primera clase. En retrospectiva, probablemente no debería haberme emocionado tanto porque en el momento en que me acerqué a la puerta para abrirla, alguien al otro lado lo hizo antes que yo y, a toda velocidad, chocó contra mí y simplemente siguió caminando. Era musculoso y probablemente estaba muy desarrollado porque no se inmutó mientras caía como una baraja de cartas en mi trasero. Grité de dolor cuando una punzada aguda me recorrió el cóccix y fruncí el ceño cuando intenté levantarme con elegancia. —Ten cuidado por donde vas. —Me dijo el muro de ladrillos ambulante, mientras pasaba. —Tú me has chocado, estúpido. —Contesté irritada. Me llevó unos momentos darme cuenta, a través del silencio pesado que siguió a mi declaración, de... Oh mierda. Lo había dicho en voz alta. El miedo se apoderó de mis huesos y empecé a temblar por los nervios, los recuerdos de mi pasado me inundaron como un tsunami. Una multitud ya se estaba congregando a nuestro alrededor, estudiantes de la prestigiosa escuela que pensé que tenían cosas más importantes que hacer en su tiempo libre, asomaban las cabezas por las ventanas y las aulas, susurrando entre ellos. "¿Escuchaste lo que dijo?" "Ella llamó idiota a Aiden." "Oí que torturó a un chico solo por mirarlo a los ojos mientras pasaba." "¿Sabes quién es ella?" "Probablemente es nueva. Todos aquí saben que no debes meterte en el camino de Aiden Vanderbilt." Fueron las frases que murmuraron… Toda la sangre se me fue del rostro en cuanto escuché su nombre. Aiden, maldito Rey Vanderbilt. El hijo del difunto Alfa y Luna de la manada Night Shade. Aquellos que mi padre había... Rápidamente me levanté, temblando y aterrorizada, me di la vuelta y me incliné profundamente a la cintura, negándome a mirarlo a los ojos. —Lamento mucho haber chocado contigo. No volverá a suceder. —Dije en un susurro. Silencio. Oh dios, el silencio. Una ráfaga de viento me golpeó, erizando el vello de mi piel, temblé cuando escuché sus pasos acercándose cada vez más. Mi corazón no dejaba de latir fuertemente en mi pecho cuando finalmente se detuvo frente a mí. Me abrumó el olor de su costoso y exótico perfume y no me lo esperaba cuando su voz profunda y ronca gruñó en mis oídos. —¿Sabes qué es lo que odio más que a los mentirosos?—Preguntó, tan cerca de mí que no podía respirar sin inhalar algo de su oxígeno. Me estremecí, sacudiendo la cabeza e intentando detener el temblor en mis huesos. —Malditos campesinos que no conocen la cortesía básica. Cuando te diriges al rey, lo haces de rodillas. — Gruñó nuevamente, agarrando mis hombros y obligándome a arrodillarme ante él. Casi lloré de dolor cuando mi rodilla golpeó contra el intrincado piso de ladrillo del patio, pero aún así, me negué a brindarle la satisfacción de verme llorar. —Debes ser uno de los casos de caridad que recibieron una beca. Eres un hedor de pobreza. —Bufó con sorna. Se detuvo y tomó un mechón de mi cabello, tirando de él dolorosamente. —¿Y bien? ¿Lo eres?—Exigió. —S-sí. —Murmuré y mis oídos se pusieron rojos cuando las risas estallaron entre la multitud. Podía escuchar el desprecio en su voz aunque no lo mirara. —Mis padres construyeron esta escuela, pero aún así tengo que pagar para estar aquí. ¿Qué te hace pensar que mereces caminar por estos pasillos que el resto de nosotros pagamos? Estos pasillos son míos, esta escuela es mía, cuando me veas acercarme, apartate. Te quitas. De. En. Me. Dio. —Gruñó, empujándome hacia atrás para que cayera al suelo. Clic, clic, clic. Lo escuché; el sonido de los obturadores cerrándose y abriéndose. Estaban tomando fotos. Este matón me estaba intimidando ¡y estaban tomando fotos! La ira y la rabia hervían en mi estómago y finalmente levanté la cabeza para lanzarle una mirada de odio. —¿Por qué no te vas al infierno donde deberías de estar desde que naciste? Me detuve en el momento en que nuestros ojos se encontraron. Mis ojos se abrieron de par en par. Mi garganta se cerró. Sentí calor y frío al mismo tiempo mientras miraba esos ojos llenos de polvo de estrellas. Su brillante y ondulado cabello n***o azabache caía pesadamente sobre su frente, su apariencia inquietantemente hermosa, labios tan rojos, parecían ensangrentados. Estas eran todas características mortales en su apuesto rostro. Parecía estar hecho de diamante y vicio. Brillante, decadente y despiadado. El hielo parecía inundar mis huesos porque nunca antes había sentido tanto frío en mi vida, al mismo tiempo, un calor abrasador consumía todo mi cuerpo, haciéndome querer quitarme el saco y abanicarme. Apreté el puño alrededor de mi corazón acelerado, intentando calmarlo. Solo había tenido esta reacción por un chico y no había terminado bien para mí. —¿Tú?—Aiden jadeó, su mueca convirtiéndose casi en algo furioso y aterrador. No sé si solo fue cosa mía, pero las sombras parecían salir de él y arremolinarse a su alrededor, tomando formas horribles y enseñándome los dientes. Casi como si estuvieran enojadas conmigo y me protegieran de él. No lo esperaba cuando me agarró del cuello y me levantó, empujándome contra una pared, sus ojos malvados perforando los míos. —Lily maldita Beauregard. — No había nada amable en esa sonrisa viciosa que se extendía en sus labios. —, ¿Crees que conoces el infierno? Estás a punto de conocer al maldito diablo. Voy a hacer tu vida tan miserable que desearás la muerte. De una forma u otra, por mis manos o las tuyas, me aseguraré de que te unas a tu padre pudriéndote en el infierno realmente. —Voficeró. Se dio la vuelta hacia la multitud que se había reunido a nuestro alrededor, ganando un violento aplauso cuando anunció… —Es toda tuya. Denle una cálida bienvenida a la academia. Una que esté a la altura del apellido Vanderbilt. —Canturreó con orgullo. Se volvió a mirarme, esa sonrisa viciosa en sus labios rojo sangre. —Te despedazaran. Veamos cuánto duras. —Dijo con burla. Mi corazón cayó a mis pies. ¿Acaso acaba de darles luz verde para que me acosen? Jadeé cuando se me acercó, inclinándose hacia mí y rozando sus labios contra la curva de mi oído. —Bastante bonita, sin embargo. Te follaría si no odiara la sangre que compartes con ese traidor. —Me susurra con intensidad. Mi vida, el claro rumbo que había trazado para pasar desapercibida en esta escuela, todo se estaba desmoronando en pedazos y yendo en llamas cuando me soltó y caí al suelo, temblando y conteniendo las lágrimas. Me lanzó una última mirada de odio, imponiéndose sobre mí, antes de girarse y alejarse, con una arrogancia en sus amplios hombros. La marcha de un orgulloso y despiadado rey. A medida que caminaba, todos le abrieron paso y no fue hasta que desapareció de la vista que toda la multitud se volvió contra mí. —¡Escucharon lo que dijo el Rey!—Gritó un chico, ¡jodan a esa zorra!—Exclamaron. No necesité un vidente para decirme que tenía que levantar el culo y largarme de allí.
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