Capítulo 7: Un rayo de esperanza.

1226 Words
Punto de vista de Lily. —¿Qué haces aquí?—Preguntó la voz, suave pero muy masculina y me quedé congelada, sin querer darme la vuelta porque ¿qué tan peor podría ser mi suerte? Estaba escondida aquí para evitar ser acosada y ahora me encontraba con otra persona que podría no estar sola y también podría estar interesada en hacerme daño. —Me gustaría una respuesta. —Dijo la voz nuevamente y supe que estaba condenada. Así que me di la vuelta y sonreí lo más brillante que pude, deteniéndome cuando vi que la persona que hablaba estaba sentada detrás de un caballete, pintando algo. No podía ver su rostro mientras hacía pinceladas fuertes, pero podía ver un cabello blanco recogido en un moño desordenado. ¿Quién era? Pero de nuevo, no importaba quién era la persona. Lo único que importaba en ese momento era que la persona fuera lo suficientemente amable como para no acosarme y dejarme quedarme aquí hasta que estuviera segura de que el peligro había pasado. Eso era todo lo que necesitaba en ese momento. —Por favor, lamento mucho interrumpirte. ¿Puedes dejarme quedarme aquí por un rato? No será por demasiado tiempo, por favor. Solo un poquito, me iré pronto. Muchas gracias. —Dije de un tirón, sin siquiera estar segura de que escucharía todas las palabras por la forma en que las había apresurado. Permanecí junto a la puerta mientras hablaba, aterrorizada de que tal vez tuviera que salir de inmediato, pero también preparada para lo peor; el hecho de que esta persona también podría ser un acosador del que tuviera que huir. Pero luego la persona salió de detrás del caballete, con la mano cubierta de pintura y el delantal manchado del mismo modo… Hasta que… Me quedé congelada de sorpresa porque sabía quién era esta persona. Era la misma persona que me había rescatado no hace mucho. La persona con la voz suave y gentil que me había arrullado hasta dormir mientras me llevaba a la enfermería para recibir tratamiento. Ren Hawthorne. El chico más guapo de todo Shadow Cove y lo digo literalmente. Tenía un rostro que muchas chicas envidiaban, era un hombre fuerte y alto, con un cuerpo por el que estaba segura de que muchas chicas se pelearían. Su largo cabello blanco estaba recogido en un moño desordenado con un lápiz y sus ojos marrón claro, que parecían espejos de vidrio, le daban un aspecto fantasmal.  No, no un fantasma. Un ángel. Con la forma en que se describen a los ángeles, con esa piel blanca de porcelana impecable, era fácil creer que se verían como Ren. Y entonces recordé que más allá de mi admiración por su presencia había miedo. Un miedo enorme a medida que él se acercaba a mí. Me había salvado una vez, pero ¿qué garantía existía de que no planeaba hacerme daño esta vez? Después de todo, no era un secreto que estaba a la altura de Aiden y Aiden había anunciado prácticamente a toda la escuela que estaba bien acosarme. Observando todo el lugar, me di cuenta de que no había entrado a un garaje, sino a una especie de estudio. Había caballetes por todas partes y las paredes estaban salpicadas de pintura. —Por favor, no me hagas daño. Lamento mucho haber entrado aquí sin permiso. —Susurré pero me abstuve de explicar por qué había entrado corriendo. Sería estúpido anunciar que algunas personas me estaban acosando cuando ni siquiera estaba segura de que Ren no estuviera a punto de hacer lo mismo, por muy guapo que fuera. Aiden sería una de las personas más guapas de la comunidad si no tuviera esa sonrisa engreída y los ojos llenos de amenaza cuando me veía. —Beauregard. —Dijo Ren suavemente mientras cruzaba la distancia entre nosotros y no supe cuándo me alejé de la puerta y comencé a retroceder dentro del estudio, tratando de asegurarme de que no pudiera alcanzarme. A veces, me preguntaba si cambiar mi apellido y teñirme el cabello de otro color nos hubiera ayudado a mi madre y a mí a mantener a raya la comunidad, que nos perdonaran por el crimen que no cometimos. Pero de nuevo, estaba segura de que incluso si cambiara mi rostro, la gente siempre me asociaría con mi padre y no dudarían en lanzarme una piedra. Mi espalda golpeó otra pared y mis ojos se abrieron de par en par cuando Ren cerró la distancia entre nosotros. Me caí al suelo, sintiendo dolor por la presión que puse en mi tobillo torcido debido a toda la caminata y carrera que había estado haciendo. Cuando Ren se arrodilló frente a mí, cerré los ojos de miedo, esperando una bofetada que nunca llegó. —Estás herida. —Murmuró tranquilamente y abrí los ojos para ver que él estaba inspeccionando mi pierna hinchada, algunos mechones de cabello caían sobre su hermoso rostro. Ren se quitó los guantes de la mano y los colocó en el suelo a su lado antes de apartar la mirada de la pierna y volver a mirarme. —Voy a tocarte ahora, Lily. Quédate quieta. —Dijo y mis ojos se abrieron de par en par, presa del pánico, preguntándome qué quería decir, pero antes de que pudiera protestar, él tomó mi tobillo hinchado entre sus manos e inhaló lentamente. Ahí fue cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo. Me estaba curando. ¿Cómo era eso posible? Había hecho algo así anteriormente cuando me salvó, pero yo estaba muy fuera de mí para realmente darme cuenta de la magnitud de los hechos, él me había curado… Al ser consciente de ello, recordé que su familia descendía de las Hadas. Él podría ser un licántropo, pero también tenía sangre de las Hadas corriendo por sus venas y estaban bendecidos con una belleza de otro mundo y el Don de sanar. Observé asombrada como la hinchazón en mi pierna disminuía hasta desaparecer por completo, cuando él soltó suavemente mi pierna de vuelta al suelo, rápidamente la levanté y observé incrédula al no sentir más dolor. Increíble. Mirándolo, me di cuenta de que estaba llorando, pero no era por tristeza. Eran lágrimas de alivio. —Gracias por sanarme. Y por salvarme… —Susurré, mi rostro enrojecido de vergüenza. —, otra vez. —Añadí, limpiando rápidamente mis ojos. Probablemente ahora era la chica perfecta para calificarme en el papel de damiselas en apuros. Qué vergonzoso. Encontrarme en un estado tan humillante las dos veces que él me había encontrado, mientras él era la imagen de la elegancia en todas esas ocasiones. —De nada. —Dijo con una sonrisa gentil y me di cuenta de que sus cejas no eran completamente blancas, sino que también estaban mezcladas con pelos marrones. Debería ser imposible tener ese color de cejas y seguir luciendo bonito, pero él lograba hacerlo. Nos quedamos mirando en silencio y estaba a punto de suplicarle de nuevo que me dejara quedarme aquí cuando él volvió a hablar, con sus ojos tan gentiles… —Eres tan fuerte… —Dijo, haciendo que mi lengua se trabara y mi corazón palpitara más fuerte. —, y eso es algo bueno. Esta escuela... este lugar... es un infierno y necesitarás un espíritu fuerte para superarlo. —Terminó con una sonrisa lastimera plasmada en su perfecto rostro. 
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