La perspectiva de Lily.
Había algo que comentar respecto a las personas que se ensañaban con los demás por diversión. Bia me lo había dicho una vez mientras ambas veíamos una película sobre cómo una mujer se vengaba de sus acosadores del instituto muchos años después, en ese momento, yo estaba confundida acerca de por qué una de las chicas que acosaba a la mujer lo hacía porque se lo ordenaron.
Pero ahora que lo estaba presenciando de primera mano, ahora que estaba experimentando cómo era ser víctima de un acoso así, me di cuenta de que las personas eran seres humanos fundamentalmente malvados que no hacían más que esperar las órdenes de personas igualmente crueles para no tener que culparse si alguien les preguntaba por qué actuaban de acuerdo a sus deseos más horribles.
—¡Sal, perra!—Gruñó uno de ellos, en el momento en que mis pies tocaron el suelo.
"Adiós, idiota". Resistí la tentación de responder. Sin embargo, eso me haría increíblemente tonta, ya que no quería llamar la atención sobre mí misma, no quería que me encontraran.
Me esforcé en correr como loca, haciendo muecas por el dolor, mi cuerpo dolía y crujía como si me hubiera atropellado un tren de carga.
No quería pensar en mi mochila escolar, la había dejado debajo de la cama y simplemente rezaba para poder regresar por mi computadora portátil más tarde.
Metí la mano en el bolsillo, busqué una goma y recogí mi cabello hasta la cintura en un moño desordenado, para mantenerlo apartado de mi rostro mientras corría hacia el gimnasio, suspiré aliviada cuando descubrí que estaba vacío.
Tomando una respiración profunda, me senté en el suelo y controlé mi respiración, tragando mis lágrimas. Esto solo era el comienzo y no importaba lo que Aiden y el resto de la escuela pensaran, me había ganado esa beca para estar aquí.
No iba a dejarla ir solo porque Aiden estaba enojado conmigo por algo que él creía que mi padre había hecho.
La palabra clave es "creía", porque no importa lo que dijera nadie acerca de mi padre, yo sabía que era amable y gentil, casi imposible que le hiciera daño a alguien. E incluso si lo hiciera, la ira de Aiden estaba mal dirigida. Yo no hice nada. Entonces, ¿por qué estaba empeñado en hacer mi vida un infierno?
No podía dejar esta academia. Regresar a Gold crest y ver a Cade no era una opción. No creía que pudiera soportar las miradas de todos allí hablando de lo estúpida que fui por enamorarme de alguien como Cade.
Y mientras pensaba en Cade, el rostro de alguien más cruzó por mi mente. Suave, gentil y amable. El único rostro al que había mirado y solo había sentido paz después de un día caótico.
Ren Hawthorne. Aún no podía creer que él hubiera sido tan amable y gentil conmigo. Dudaba que supiera que era la primera persona que me había tratado así de bien desde que volví. Aunque, él era uno de los chicos más populares de toda la academia Shadow Cove.
¿Quién dice que su amabilidad no era una farsa? ¿Quién dice que no estaba jugando al juego del buen policía conmigo, esperando mostrar su lado malo más adelante como lo hizo Cade?
Si Bia me pudiera escuchar ahora, me diría que estaba predispuesta y que intentara ver lo mejor de las personas. Ella no sabía lo que era ser un marginado. Mi dulce amiga era como las flores que vendía su padrastro; hermosa, reconfortante al tacto y amada por todos.
¿Yo?
En este momento, era el enemigo público número uno en esta academia, así como en Shadow Cove. No era descabellado decir que Aiden no era el único con un odio masivo hacia mí y mi madre. Si pudieran matarnos, estoy segura de que lo harían, sin importar que seamos inocentes de todas las acusaciones absurdas que se ocupan en repetir.
Justo en ese momento, mi teléfono vibró y era una aplicación de afirmaciones positivas que Bia me hizo descargar para ayudarme a mantenerme positiva siempre. Me habría reído si no pensara que este era el peor momento para recibir una notificación.
De repente, hubo un fuerte golpe y me levanté, guardando mi teléfono en el bolsillo.
La puerta del gimnasio se cerró. Había estado demasiado concentrada mirando mi teléfono como para darme cuenta de que tenía compañía.
—¿Y bien, chicas, ¿qué tenemos aquí?—Dijo una chica y mis ojos se abrieron de par en par cuando tres chicas se agacharon para mirarme donde había estado escondida detrás de un gran altavoz, sus ojos llenos de sorpresa y regocijo.
Algo me decía que el regocijo definitivamente no era porque querían ayudarme.
Obvio.
—Por favor. —Susurré cuando me ayudaron a levantarme.
La líder del grupo, con el cabello rubio recogido en una coleta apretada, se acercó a mí y me miró de arriba a abajo mientras daba vueltas alrededor de mí como si fuera un maniquí con un vestido elegante.
—Así que tú eres la Beauregard. Qué sorpresa encantadora. Chicas, pueden soltarla. —Dijo con una sonrisa y mis ojos se abrieron de par en par de sorpresa, preguntándome qué estaba pasando.
¿Realmente me iban a dejar ir?
Quizás había hablado demasiado pronto. Tal vez no todas ellas eran malas aquí.
—Gracias. —Dije y la líder del trío sonrió mientras sus amigas se reían a carcajadas y estaba a punto de alejarme cuando de repente me tropecé y caí al suelo, torciendo mi tobillo mientras mi rostro se encontraba con el suelo.
—Oh, Dios mío, ¿eso dolió?—Preguntó una de ellas y las escuché carcajear mientras mi cabello era agarrado desde el suelo y me obligaban a arrodillarme. Las lágrimas caían por mis mejillas y me retorcí de dolor cuando una de las chicas, la líder, se agachó frente a mí.
—Oh, pobre bebé, ¿pensaste que éramos tus amigas? Sabemos quién eres, Beauregard, y serás solo nuestro juguete hasta que te vayas por tu propia voluntad o te hagamos ir. ¿Está claro?
Me dio una fuerte bofetada cuando no respondí y estaba a punto de hacerlo de nuevo cuando sonó su teléfono.
Aproveché su momento de distracción para huir del gimnasio, mordí mi lengua para evitar emitir un grito de dolor mientras corría con el tobillo torcido, escuchando cómo me seguían.
Salí completamente del edificio, entré en otro que parecía abandonado, como un garaje, y me escondí junto a la puerta, escuchando cómo acechaban afuera y temblando de miedo al escuchar a la líder pedirles a sus secuaces que buscaran en todas partes hasta encontrarme.
Más lágrimas caían por mis mejillas.
Tal vez venir a esta Academia fue un error. Tal vez fui demasiado positiva al pensar que podría tener una vida aquí. Todo esto fue un error.
No sabía cuánto tiempo iban a buscarme esas chicas, pero decidí quedarme aquí hasta que se calmara la tormenta.
Estaba a punto de acomodarme en el suelo cuando una voz resonó en las paredes, haciendo que chillara de sorpresa y miedo.
—¿Qué haces aquí?