Capítulo 5

1167 Words
Tiernas caricias me sacan de mis sueños y hacen que abra los ojos con pereza, le sonrió al hombre que tengo a mi lado, el culpable de que despierte, quisiera detener el tiempo en este justo momento y no dejarlo correr nunca más para que jamás se termine esta felicidad que siento a su lado, deseo sentir siempre la emoción en mi interior cada vez que me mira, si tan solo pudiera encapsular el amor que llevo en mi corazón, lo guardaría en un lugar secreto para que nunca muera. Solo yo he de morir. Me pierdo por un instante en lo profundo de su mirada y me regodeo con las emociones que se desbordan de ellos. Deseo, pasión. La piel me arde placenteramente, la necesidad despierta en mi. — Me gusta mucho ser lo primero que veas en cada despertar. — dice dando dulces besos por la piel desnuda de mi brazo. Capturo sus labios con los mios y me dejo llevar por las sensaciones que invaden mi cuerpo, una idea revolotea por mi mente insistentemente y me saca de mi ensoñación, lo alejó de mi empujándolo hacia arriba para poder incorporarme. Una vez me he levantado voy a la ventana para ver al sol siendo cubierto por el disco lunar en un eclipse maravilloso que desprende los colores mas hermosos que jamás haya visto, giro en dirección a Helios que me sonríe cómplice entendiendo lo que sucede. Selene cumplió su promesa. — Ella dijo que tendremos solo tres días para nosotros. — digo y mi corazón se acelera de anticipación. — Prometo hacer de este pequeño tiempo que nos obsequia mi hermana Selene, el mejor de nuestras vidas, no importa lo que suceda después solo me importa lo que tú y yo vivamos durante estos tres días. — declara acercándose a mi para tomarme entre sus brazos una vez más. Me besa con frenesí, como si me necesitara para vivir, siento el amor y el anhelo que siente por mí y yo no puedo hacer más que corresponder con la misma exaltación violenta de su pasión, amo a este hombre, amo al Dios que robo mi corazón. Sus manos se mueven sin ningún control por toda mi espalda aprentadome hacia él, siento su dura virilidad encajada en mi vientre, me dejo llevar por la embriaguez que provocan sus besos en mis sentidos, sus manos bajan por mis costado hasta el dobladillo de mi vestido y lo sube lentamente por todo mi cuerpo dejando al descubierto mi cuerpo, siento algo de vergüenza al darme cuenta de que debajo no llevo puesto ninguna otra prenda, en realidad nunca llevo nada debajo de mi ropa, siendo una ninfa no me es necesario. — Mi dulce flor tu piel es aún mucho más hermosa sin nada que la cubra ante mis ojos — dice y de alguna manera esas simples palabras me hacen vibrar de emoción. Besa de nuevo mis labios con esa pasión que tan bien conozco ya, su lengua invade cada recoveco de mi boca, buscando, saboreando, acallando mis sutiles gemidos. Subo mis temblorosas manos por todo su torso hasta colocarlas en sus anchos hombros, gimo fuerte cuando coloca sus manos en mi rabel para levantarme y yo aprovecho para enroscar las piernas a su alrededor, me prendo más de él como queriendo fundirme en su piel. Conmigo en sus brazos camina hacia el mullido lecho y me deposita allí con él sobre mi sin dejar de besarme, pero el oxigeno me es tan necesario como lo es tenerlo a él en mi vida, deja mis labios para ocuparse de llenar mi cuello, hombros y clavícula de besos en un recorrido húmedo hasta mis senos que despiertan ansiosos de su atención. Mientras su boca se ocupa de uno de mis senos una de sus manos baja lentamente hasta mi centro, siento la sonrisa de satisfacción que esboza contra la piel de mi delicado pezón al sentir la humedad que impregna su mano. Grito con fuerza cuando encuentra el botón que enciende la liviandad en mi cuerpo y frota con ahínco arrancando gritos y gemidos de placer, me siento en un torbellino de sensaciones que me marean y dejan sin aliento, quiero que se detenga es demasiado para mi pero mi cuerpo traicionero desea que continúe con su placentera caricia, me siento flotar cuando mi espalda se separa de las cómodas cobijas de algodón formando el arco de cupido y explotó con alaridos descontrolados que salen desde el fondo de mi garganta, de pronto el torbellino se detiene y caigo libre desde lo mas alto del universo hasta estar de nuevo sobre la suavidad del mullido colchón. — Mi dulce flor tu olor es aún más embriagador ahora que te has liberado entre mis brazos, deseo tanto fundirme en ti, ser uno contigo. — dice pero soy incapaz de contestarle. Sin tiempo a recuperarme del todo Helios inicia de nuevo un ataque de besos y caricias por todo mi cuerpo llevándome de nuevo a la decandecia de la cordura, de nuevo la sensaciones se arremolinan en mi interior buscando ser liberadas. Siento que mi amado se remueve a mi lado y se coloca sobre mi rozando su hombría con el punto mágico que enciende el fuego en mis venas, sin dejar de besarme se posiciona en mi entrada, abro los ojos para verlo cuando deja de besar mis senos y me encuentro con su intensa mirada fija en mi, me besa con rudeza ahogando el grito de dolor que siento cuando entra en mí rompiendo el fino velo de mi pureza. La sensación dolorosa se propaga por mi vientre de manera punzante haciendo que mi respiración agitada se detenga de repente, clavo los dientes en sus labios y el sabor metálico de su sangre inunda mi paladar. No se mueve, se queda estático esperando paciente a mi señal, sus besos y caricias ayudan a relajar de nuevo mi cuerpo y me ayudan a ignorar el ardor de mi entrada. Helios inicia un vaivén lento de caderas que poco a poco me devuelven a la espiral de sensaciones, mis caderas cobran vida propia acoplándose a la cadencia de sus movimientos. La respiración de Helios se acelera al igual que sus movimientos, me besa desaforado haciendo mi boca suya también, mi cuerpo reacciona una vez más y de nuevo me elevo hacia las profundidades de lo desconocido pero esta vez voy de su mano, los gritos salen sin ningún pudor al igual que las frases entrecortadas que salen de los labios de mi Dios y que no logro entender. Apoya sus codos en el colchón por sobre mis hombros y me embiste aún más fuerte, pierdo la razón por una milésimas de segundo cuando la locura explota de nuevo en mi cabeza, mi cuerpo antes pesado ahora cae liviano, lento y sin prisa hasta depositarse de nuevo en este mundo terrenal, un liquido caliente y el grito ronco de Helios terminan por vencerme. El tiempo es relativo cuando se ama.
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