Capítulo 5

2353 Words
Mi mente estaba en blanco. Ni siquiera Dess tenía que decir y eso es mucho decir, ya que ella si empre tiene algo que comentar. Pero no la culpo. La impresión y confusión que tengo en estos momentos se presta para quedar muda.   - Lo siento –dice el señor Cardwell separándose un poco del abrazo que para mí fue tan extraño e incómodo– pero esta es, aunque un poco extraña –asiento estupefacta– Es una manera de demostrarte mi sincero agradecimiento. Sigo igual o más confundida a medida que pasa el tiempo   ¿Alguien me puede decir que significa esto? - pregunta Fear al ver que las demás se encuentran tan calladas– ¿Será que ustedes saben algo que no sé y es por eso que están tan tranquilas? Sabemos tanto como tú. Recuerda que estamos en la misma mente –dice Dess–. ¿Entonces por qué están tan tranquilas? –Pregunta alarmada– ¡Esto es una gran amenaza por donde lo vean! Lily quien hasta el momento estaba perdida en sus pensamientos habla: - ¡Ya sé quién es él! –Dice colocando una imagen de la única vez que lo he visto. Mis ojos se abren de la impresión mientras mi boca hace una gran “O”.   - ¡Vaya! –Digo impresionada. Sabía que era una persona acomodada, pero no tanto–.   Ni tan atractivo –dice Dess mordiendo su labio inferior–. Dess, compórtate –le regaña Lily–. Me estoy comportando –se defiende Dess– si así no fuera estaba encima de él en estos momentos Es cierto –dice Sunny–. Retwitt a tu comentario –coincide Ali–. El que él sea el señor que recatamos del accidente no quiere decir que no sea un peligro para nosotras – dice Fear pero es ignorada por todas. Lo que ocasiona que sus risos negros sean alborotados por ella misma, para después suspirar frustrada– ¿Alguien recuerda como estamos aquí? ¡Fuimos secuestradas!   – ¿Te encuentras bien? – pregunta mostrando su preocupación. No sé qué me dijo ya que estaba perdida en mi cabeza así que no sé qué responderle.   – Lo siento señor Cardwell, estaba pensando un poco y perdí la noción del tiempo ¿Podría repetirme lo que me había dicho anteriormente? – Sí, claro. Te estaba diciendo que estoy muy agradecido por salvar la vida de mi esposa y mía – dice con una sonrisa que seguramente ha hecho flipar a muchas mujeres–.   – No fue nada – digo restándole importancia– lo que hice lo habría hecho cualquier persona que hubiese estado en mi lugar.   – Oh mi niña – dice tan frateral mientras se acerca a mí. Cosa que no impido– Te aseguro que solo tú habrías actuado de tal manera. Sobre todo si soy yo el afectado   – ¿Por qué lo dices? – pregunto confundida–.   – Porque…– Unos golpes suaves en la puerta le interrumpe.  A lo que ambos volteamos hacia la puerta del escritorio aun sabiendo que con ello no podremos ver a la persona que toca la puerta, que es seguramente de la habitación – ¿Qué sucede? – pregunta firme–.   – Señor –dice una voz masculina, que a juzgar por su nerviosismo en ella, es uno de sus empleados.    Cosa que corroboro al ver como un hombre de unos veintinueve años llega hasta el umbral de la puerta del estudio en el que el  Sr. Cardwell y yo nos encontramos.   – Habla rápido – dice serio.   – La señora Cardwell desea ver…   – Dile que ya voy, que estoy ocupado con nuestra salvadora.   ¡Vaya! ahora somos unas salvadoras – grita una emocionada Sunny–. Bájale dos rayitas a tu emoción – dice una enojada Ali–. El chico logra ruborizarse un poco, tose disimuladamente mientras compone su camisa. ¿Tanto miedo le causa este hombre? – me pregunto mentalmente–. Pues es su jefe. Debe de tenerle un cierto respeto – dice una indiferente Lily–. Respeto, no temor – responde Fear– ahora ¡¿Eso no les parece una señal de que debemos de huir lo más rápido posible de aquí?! No – responden Sunny, Ali y Dess al unisono mientras se dirigen a sus respectivos lugares, ignorado lo que pueda decir Fear–.   – ¿Por qué no te has ido? – pregunta al ver que el chico no se ha movido de su lugar   — Lo lamento – se disculpa mirándome cálidamente – Es un chico nuevo, no es muy rápido en acatar órdenes. Ahora vete – dice con rudeza en su voz al chico mientras lo mira por encima de su hombro–.   ¿Cómo puede un hombre cambiar tan abruptamente en cuestiones de segundos? Y verse tan caliente – comenta Dess mientras se muerde su labio inferior. Ignoro ese comentario y me centro en el ahora.   – Lo siento, Sr. Cardwell pero su esposa solicita la presencia de la señorita Johnson y afirma que si no se la lleva en estos momentos ella vendrá a buscarla por sus propios medios. El Sr. Cardwell suspira frustrado mientras pasa una de sus manos por su cara. Tan lenta y sexy que a decir verdad, me atrevería a decir que ese movimiento tan simple podría ocasionar muchos suspiros.   – Dile que ya va para allá – suspira para después dirigirse hacia a mí– ¿deseas venir ya o darte una ducha o algo?   Me miro por primera vez como me encuentro vestida y observo que tengo la ropa con la que salí, al parecer solo me trajeron aquí y ya. Eso es un alivio. No sé qué hora es, pero a juzgar por el sol que aquí entra seguramente son más de las ocho de la mañana. Reacciono alarmada.   – ¿Qué hora es? – pregunto rogando de que no sea demasiado tarde–.   – Son las – dice mirando su reloj lujoso que se encuentra en su muñeca– Once de la mañana.   – ¡¿Qué?! – grito alarmada– ¡Debi de haber estado en mi lugar de trabajo hace horas – digo mientras salgo del estudio y me dirijo a la cama, en busca de mis cosas–.   – No te preocupes, eso ya lo arregle por ti. Tienes el día de hoy y mañana libre.   Lo miro confundida   – ¿Está seguro de lo que me está hablando? Mis jefes no son muy condescendientes conmigo.   – Lo sé – dice con su sonrisa ladina–.   Rayos sigue sonriendo así y me mojare – dice una Dess emocionada–.   – No te preocupes. Tu jefe es un viejo amigo mío. Así que al pedirte prestada estos dos días no se opuso.   ¡Les dije que no era un secuestro! –dice una alegre Sunny– solo había que esperar y ver. Si, como no –dice Fear rodando los ojos– Jamás había visto que secuestrar a una persona es normal. Todas la ignoran al igual que yo.   – Bien –digo suspirando– creo que sería bueno ir inmediatamente.   El Sr. Cardwell y dice:  – Genial. A juzgar por la alegría de mí esposa, al tenerte acá. No me sorprendería que viniera en estos momentos. Cosa que no puede hacer por cómo se encuentra.   – ¿Quedo muy lastimada después del accidente?   – Algo. Pero que por muy pequeña que sea la herida debe de cuidarse si no quiere dejar secuelas pero ella es tan… – ¿Pensabas hablar mal de mí? – dice una mujer de cabello rizado como el mío, solo que el de ella es de color castaño. Blanca como la nieve, labios rosados, cara angelical y cuerpo de infarto. Esta mujer por donde se viera era perfecta.   – ¿Cómo se te ocurre ello? – dice el señor Cardwell acercándose rápidamente a ella quien se encontraba recibiendo ayuda de una muleta. Debido a que su pierna derecha estaba enyesada.   – Se me ocurre porque ya lo has hecho – el Sr. Cardwell abre su boca para responder pero la Sra. Cardwell continua hablando– Ahora, no vine para hablar contigo– vine a hablar con la niña –dice mirándome tiernamente– así que sho, sho –dice ahuyentándolo con su mano libre– vez a estar pendiente de tus negocios.   – Pero…   – Pero nada –dice segura– voy a tener una charla de mujer a mujer y necesitamos espacio. Ya que lo que vamos a hablar es incómodo para los hombres.   – Cualquier cosa que vayas a hablar no me va a incomodar – dice seguro– además debo de estar pendiente de cuidarte. Ya que el cuidado no está en tu diccionario y  tú no les haces caso a las personas que coloco bajo tu cuidado.   – ¿Seguro que no te quieres ir? –pregunta la señora sonriente a lo que su esposo asiente seguro– Bien, vamos a hablar de periodo, relaciones sexuales y muchas otras cosas más –dice sonriente a lo que su esposo se ruboriza.   Verlos discutiendo así me recuerda a mi familia cuando por primera vez me vino el periodo.   Flash Back Me despierto con cierto dolor en mi estómago. Dolor que ya llevo varios días molestando pero que el día de hoy es más fuerte el dolor. Los chicos que se encuentran durmiendo conmigo en la colchoneta en el suelo, ya que la noche anterior hicimos noche de películas en el cuarto de los chicos. Se mueven al yo quejarme del dolor. Pero es Antonio quien se despierta al escuchar mi segundo quejido. Alarmado al ver mi cara roja se levanta del suelo como si estuviera impulsado por un resorte. – ¿Hermana te encuentras bien? Estas muy roja — me pregunta Anto.  Estoy mal, por lo que me encuentro encogiéndome por el dolor tan fuerte que tengo en mi estómago.   – Duele –digo entre quejidos– Alarmado Anto llama a Andrés quien se encontraba roncando, como siempre. – Andrés –dice sacudiéndolo a lo que él responde quejándose– Zoe está muy mal, esta roja y se queja del dolor, despierta. Basto con decir eso para que Andrés se levantara como si estuviera impulsado por un resorte. Alarmado por mi estado lo primero que hace es levantarme mientras Anto grita llamando a nuestra madre.  Quien en estos momentos no se encontraba en casa y su turno en el hospital no se acabaría  hasta el mediodía. Pero en esos momentos eso mis hermanos no lo recordaban.   – ¡Rayos! – dice entre lágrimas mientras Andrés me llevaba en sus brazos a la puerta de la casa– ¡Corre rápido que se nos muere Zoe!   Nuestro padre quien gracias a Dios se encontraba en casa, sale de la cocina preocupado por los gritos. – ¿Qué sucede? ¿Por qué están despiertos a estas horas y gritando  de esta manera? — pregunta padre confundido.   – Padre, Zoe se está muriendo – dice entre lágrimas– está muy roja, se queja de mucho dolor en su estómago y creo que tiene una hemorragia –dice mostrando las sabanas manchadas– ¿Se va a salvar?   La cara de mi padre cambia de color. Palidece un poco a medida que mi hermano habla, su preocupación es palpable.   – Rápido, súbela al coche –dice entregándole las llaves a Anto para que le quitara el seguro al auto y montarme el él– yo iré a llamar a tu madre para que nos espere en la  puerta del hospital.   Mi hermano asiente alarmado. Para con mucho cuidado subirme al auto. El frio que siento al salir a la calle me congela hasta los huesos, haciendo que el dolor aumente su intensidad. A juzgar por lo oscuro del cielo, seguramente es muy de madrugada. Hora exacta no sé, pero de que es tarde lo es. – Papá apúrate– grita Andres alarmado mientras me abraza preocupado–. Nunca fui una chica enfermiza, a decir verdad esta era la primera vez que yo me encontraba así. Ya que lo más grave fue la varicela que me dio de pequeña y a decir verdad no tuve que ir al médico, ya que al serlo mi madre, todo lo que tenía que tomar me lo daba ella. Mi padre no aparecía y mis hermanos se impacientaban. – tranquila vida, estarás bien –dice Andrés. Vida, ese era “su apodo” tan poco original. Ya que Zoe significa vida, pero aja, tanto él como los demás miembros de mi familia me llamaban así, vida, ya que cuando yo llegue su vida fue completa. Nuestro papá sale de la casa con el rostro rojo. Abre la puerta del auto del lado en el que Anto se encuentra.   – Chicos salgan. No iremos a ningún lado, su madre vendrá para acá. A decir verdad ya viene en camino.   – ¿Cómo puedes decir eso? ¿Quieres que Zoe muera? — le reclama Anto.   – Ella no va a morir, no por esto –dice pasando una de sus manos por su rostro. Tanto los chicos como yo lo miramos confundidos–.   Después de ese gran susto, entramos a la casa. A los pocos minutos nuestra madre llego, encontrándome en la ducha de agua caliente. Mi madre entro y me dio unas toallas, me explico cómo utilizarlas y me dijo que la esperara en mi habitación.  Al salir del baño me encontré con toda mi familia reunida aunque mi madre insistía en que se fueran, según ella, era una conversación de chicas. Pero los hombres de la familia se negaban a irse. — Hija necesitamos hablar de lo que sucedió hoy. Ahora –dice dirigiéndose a mi padre y hermanos– ¿Seguro que quieren quedarse? –ellos asienten seguros y ella sonríe– Es su última oportunidad de irse. Miren que voy a tener una charla de mujer a mujer y necesitamos espacio. Ya que lo que vamos a hablar es incómodo para los hombres. – Cualquier cosa que vayas a hablar no me va a incomodar – dice mi padre seguro–. –Además debemos como hombres de la familia estar pendiente de cuidarlas y vida en estos momentos no se encentra bien — continua Andrés. Me quejo de un dolor que nuevamente se apodera de mí haciendo que todos se preocupen por mí. A excepción de mi mamá, ya que ella sabía que era. – ¡Ves! Desde hace días ha estado aguantando el dolor y ahora tuvo sangrado. Esto no es normal, ¡llevémosla a un hospital ahora! ¿Si no la cuidamos quien la cuidará? ¡Tenemos que estar aquí! — dice Anto.   —  ¿Seguro que no se quieren ir? –pregunta madre sonriente a lo que mi padre y hermanos asiente seguro– Bien, –dice mirándome– lo que te acabo de pasar es totalmente normal –los chicos ruedan los ojos incrédulos–, acabas de tener tu primer periodo. – ¡Es imposible! Zoe apenas tiene once años, es una bebe — Andrés es el primero que habla.   - Pues la bebe se hizo toda una dama –dice madre sonriente mientras que los hombres de la familia corren apenados. Aunque no creo que sea tanto como lo estoy yo.   Ese día sentí mi primer y último dolor menstrual, ese día como muchos sentí el calor y amor familiar. Fin flash back   Bastaron esas palabras para que el Sr. Cardwell se fuera muy avergonzado. - Siempre funciona esta táctica –dice sonriente– solo así nos puede dar espacio.
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