Dos meses después.
Miro a Ginger que habla y habla y habla y habla... y entonces pienso en Diane. Ella debería estar aquí conmigo mientras escuchamos las historias de mi hermana, pero no ha contestado el teléfono en toda la noche.
Llevo mi mano a mis labios para ahogar un largo bostezo. Eso de inmediato capta la atención de mi hermana.
— ¿Me estás prestando atención, Thea?
Sacudo la cabeza y miro sus labios curvados en una mueca de fingido enfado.
— Claro — asiento, acomodando mi cabeza sobre mi mano.
— ¿De qué te estaba hablando?
— De... — piensa, Thea, piensa —. De este chico que... chico de ojos lindos y... pies besables.
— ¿Por qué serían los pies de alguien besables? — Pregunta —. Eso es repugnante — sacude la cabeza —. ¡No me estás prestando atención!
— Sí, sí lo estoy hacie
