CAPÍTULO OCHO La boda no era lo que Angelica hubiera esperado para sus nupcias. Se encontraba en la entrada de la iglesia de la Diosa Enmascarada, que acababan de limpiar de las pruebas de un funeral, e intentaba ignorar todas las imperfecciones. Cuando de niña había soñado con este día, imaginando todo su triunfo, no tenía ese aspecto. No había habido tiempo para organizar las cosas como era debido. La boda era demasiado precipitada para ello y se reutilizaron elementos de celebraciones anteriores para salir del paso. Angelica estaba segura de que las flores que estaban colocadas por las paredes eran las mismas que se habían dispuesto para la Viuda. A su manera, era un insulto. —Y no es el único —susurró Angelica para sí misma, su máscara nupcial escondió el ruido. Su vestido era uno q