CAPÍTULO SIETE La asesina conocida como Rose esperó a que estuviera completamente oscuro antes de remar hacia los barcos que esperaban en el puerto, sus remos estaban envueltos por tela en los escálamos. Ayudaba que la luna estaba brillante/tenía mucha luz y que ella siempre había visto bien en la oscuridad cuando era necesario. Esto significaba que no podía arriesgarse ni tan solo con un la linterna de un ladrón. Aun así, el miedo corría en su interior a cada brazada y solo lo inmovilizaba con esfuerzo. —Irá bien —dijo—. Lo has hecho cientos de veces antes. Quizás cientos no. Incluso los mejores de todos los tiempos en su profesión habían matado jamás a tantos. Ella no era el cuchillo de un carnicero, al que mandaban a matar a tantos como pudiera en una guerra. Ella era el cuchillo de