No podía creer que aún le guardara pudor, después de estar enterrado en varias ocasiones en ese cuerpo delicioso, su arrebato alocado le fascinaba, aunque en ocasiones tenía una sensación agridulce, de querer domarla por completo. Fue en su dirección, de un solo movimiento retiro las sábanas. — Deja el drama e intenta complacer a tu hombre.— Se le acercó, le gustó ver qué no se movió, tampoco intento alejarlo. — ¡Te odio Giuseppe!. — Está le murmuro deleitándose con su cuerpo. — Posiblemente, de eso no estoy seguro, pero de algo estoy claro, es que ninguno de los dos podemos fingir este 'maldito deseo' Beatríz, gata fiera.—Dejo de hablar y la beso, no quería seguir torturandose, perder el tiempo con palabras tontas, su cuerpo ansiaba estar dentro de ella, sentirla a plenitud. Ella mi