Capítulo 6: Preocupada por ellos.

1454 Words
°Narra Marta° A pasado 5 días desde que acepte la propuesta del Señor Frederick, he ido aprendiendo poco a poco los deberes de la Mansión y me estoy acostumbrando a los nuevos detalles grandes de mi ocupación. Nunca antes había tenido un cargo mayor al de otras personas, así que se me hacía algo complicado dirigir a las mucamas, sin embargo, ellas mismas me fueron ayudando a coger confianza y me está yendo bien hasta el momento. El día de ayer, Viernes, me fui a inscribir a Matías a su nueva escuela de primaria. El lugar está muy cerca, así que no tengo problemas de ir y venir, si en caso sucede cualquier cosa. Me siento emocionada que mi Mati conozca nuevos amiguitos, ahora somos independientes y no le prohibiré que se divierta con ellos cuántas veces él quiera. —¿Todo va yendo como lo previsto, Madame Marta? —aparece Jair mientras estoy organizando algunos juegos de tacitas de café. —Sí, Jair, todo va en orden. —Bien, los señores vendrán del cementerio a las 2 de la tarde para almorzar —yo asiento y me apresuro para ir de inmediato a verificar si todo lo indicado va en lo correcto. Hoy es un día importante según me dijo Jair, así que han venido dos chefs más aparte de Lorein para realizar el almuerzo y cena de los señores. Tengo entendido que se memoriza un cumpleaños de una persona fallecida, Jair no me quiso dar más información al respecto, entonces no quise ser entrometida y acepte la poca información que me dio. (…) —Cuida a tu hermanita, me doy una ronda y regreso, ¿Sí, mi Mati? —Está bien mami, te llamo al celular si mi hermanita se levanta. —Muy bien hijo—acaricio su rostro y salgo del cuarto. Cloe se quedó dormida después de almorzar, por lo tanto, la estoy dejando en la cuna por unos minutos mientras mi hijo ve la televisión a su lado. Son ya las dos de la tarde y tengo que recibir a los señores, entonces me voy unos minutos al baño, para acomodar mi cabello y mi uniforme antes de mostrar mi presencia ante ellos. Una vez lista, me dirijo hasta la sala principal, pregunto a las chicas si ya llegaron los señores y me dicen que no. Nos acomodamos en una fila en la entrada y esperamos con paciencia, hasta que de repente el Señor Roswell, entra por la puerta haciendo tremendo ruido con el bastón al caminar a paso acelerado. Su rostro refleja amargura. Las mucamas se acercan para desprenderle el saco, pero él las detiene con la seña de la mano y sigue su trayecto. «¿Qué sucedió?» me quedo anonadada por ese semblante sombrío que no conocía de él. —¡Roswell! —entra el Señor Frederick, con un rostro de preocupación yendo detrás de su primo. —¡Escúchame! —iba vociferando mientras lo seguía —¡Detente!— lo alcanza del hombro y todas nos quedamos heladas en especial yo. Jair se aparece y con la mirada, les hace entender a las mucamas que se retiren, yo sin comprender, simplemente voy junto con ellas. Pero aún seguimos oyendo su discusión. —Basta de mortificarte Roswell ¡Esto no está bien! —Frederick no te metas en mis cosas ¡Déjame en paz! Me voy a mi habitación y que nadie me moleste. Escucho por último y ya no sé, que más sucedió. Nos quedamos en la cocina todas están en silencio y de pronto comienzan a cuchichear. No comprendo la situación entonces decido preguntarles. Ellas me comenzaron a contar que en este tiempo el señor Roswell se vuelve más insoportable de lo normal, debido a que es el cumpleaños de su novia fallecida. Cubro mi boca con mis manos y ahora podía entender el dolor que estaba sintiendo, también comenzaron a comentar que en estas ocasiones, él les causaba miedo porque le suele dar unos ataques de furia que nadie puede controlar. —Dejen de parlotear y pónganse a trabajar —aparece Jair reprendiéndonos y me observa con mala cara—Alisten solo un plato para el Señor Frederick —nos dirige y se va a pasos airados como siempre. Las chicas alistan los platos del Señor y se lo llevan. Voy detrás de ellas y me posiciono al lado de la mesa para constatar que todo siga como lo indicado. —Buenas tardes, Señor Frederick —le digo en tanto veo su mirada perdida sobre la mesa. —Buenas tardes, Marta —agita su cabeza regresando a tierra —perdóname no te salude cuando llegamos. Lamento la escena que tuviste que percibir. —No señor, quédese tranquilo, comprendo perfectamente. —él agacha la mirada y sonríe, me muestra ese gesto, pero realmente se siente su tristeza. —¿Cómo están los niños? —me pregunta de improviso. —Están descansando arriba. —¿Ya han almorzado? —Si, señor, como sabe ellos no esperan —tiro una pequeña risa y él asiente. —¿Usted ya comió? —afirmo con la cabeza —veo que han preparado demasiado ¿Desea acompañarme un momento? —siento claramente cómo se encuentra de cabizbajo y decido darle ánimos. El señor Frederick, siempre que me ve triste trata de sacarnos una sonrisa a mí y a mis hijos, por ende no podía quedarme sin hacer nada. —Por supuesto, que sí, será todo un placer. —su gesto me refleja complacencia entonces él se levanta y me acomoda la silla. —No-no debía —le digo sorprendida ante su acto. —Por favor, tomé asiento con gusto —me sonrojo y acepto. Luego veo que les hace un gesto a las otras dos mucamas que están en espera a cualquier orden y ellas asintiendo se van rápidamente hacia la cocina, por lo que intuyo a traer los platos para mí. Me sentía algo incómoda, pero no era tiempo de ser de esta forma, así que, comencé a buscarle conversación preguntando sobre su semana y su trabajo. Es así que pasó una hora charlando de diversidades de cosas hasta que terminamos tranquilamente de comer. —¿El señor Roswell no comerá nada? —me atrevo a preguntar al fin, lo que hace rato me mantiene preocupada rondando por mi cabeza. El Señor Frederick niega y se sirve otro vaso de vodka que está sobre la mesa. —Es un tiempo difícil para él y estoy seguro de que no querrá hablar con nadie. —Pero eso será malo para su salud, y sobre todo si tiene que tomar las medicinas del día. Le chocará si no come nada. —me envuelvo en preocupación —¿Señor me dejaría intentar llevarle su almuerzo? —él se acomoda en el respaldar del asiento y cruza los brazos. —¿Crees que podrás aguantar una requintada de él, en este estado? —me fija serio. —Sí, señor Frederick —respondo segura —yo me siento muy agradecida con ustedes dos, y lo que sea que ambos pasen, yo siempre quiero estar para ustedes. Por favor, cuenten conmigo para todo. —mi jefe sonríe levemente. —Te lo agradezco. —responde al parecer conmovido. —Bueno, me iré a intentar, que el Señor Roswell coma algo, deséeme suerte. —él asiente, pero de todas formas no quita su expresión de inconformidad. Yo me levanto y mientras me iba… —Marta… —me giro a verlo. —no te sorprendas de su actitud y llámame si sucede cualquier cosa ¿Sí? —yo le hago un gesto aprobando lo que me dices y sigo con mi objetivo. Una vez lista la fuente de comida, lo acomodo en la carretilla y me voy a paso ligero hacia la habitación del Señor Roswell. «¿Será verdad que tendrá una actitud escalofriante?» me iba pensando sin creer esa faceta del señor. Él casi siempre es un hombre pasivo y todas las veces mantiene ese rostro de tranquilidad. Aunque es verdad que no sonríe mucho, pero es una persona muy amable por lo que he podido convivir hasta el momento. Me encuentro parada en frente de su puerta, y mi corazón late fuerte cuando escucho cosas cayendo. —¡Dios! —lo primero que imagino es que él se ha caído. Entonces abro la puerta sin pedir permiso y me percato de que el Señor Roswell está de pie apoyado de espaldas sobre su armario. Entonces me doy cuenta de que lo que acaba de sonar son los cuadros de vidrio que acababa de botar. —¡Quién se atrevió entrar! —grita con ira y me quedo paralizada.
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