Carolina Al bajar de la camioneta, quedo maravillada por la magnificencia de la mansión que se yergue ante nosotros. Había visto mansiones lujosas antes, como la que Gustavo tiene en Bogotá o la que pertenecía a los Orejuela en Bucaramanga, pero esta tiene algo especial. Saber que Gustavo creció en este lugar, que cada rincón guarda recuerdos de su infancia, es lo que la hace aún más impresionante. Gustavo me presenta a Theodore, el mayordomo de la casa; un hombre de edad avanzada que, según me contó Gustavo, ha trabajado aquí desde que él nació. El anciano me saluda con una amabilidad que denota su experiencia en recibir a los invitados de la familia, y pesar de su edad, parece estar en excelente forma, y se ocupa de nuestras maletas con destreza. Mientras ingresamos a la mansión, n