“De nuevo estaba en el bosque oscuro y frio. Me giré para volver a correr, pero sentí un abrazo caliente. - Tina, soy yo, - oí su voz tranquila en mi oreja, - no tengas miedo. Levanté los ojos y vi su mirada penetrante en mi alma, tocando los rincones más sagrados. ¡Es él, es él! Sentí un temblor por todo mi cuerpo, y la culpa no era del viento frío, sino de su cercanía repentina, que era como un veneno que se estiraba por el cuerpo. - ¿Cómo me has encontrado? - Le susurraba en los labios, cuando sus palmas calientes abrazaban mi cuerpo. - Siempre te encontraré, - susurró y sus labios encontraron los míos. Solo Él podía besarme de esta manera, que me quitaba el aliento en un dulce beso doloroso. Sus manos acariciaban mi cuerpo, cada vez bajando más. Yo quería quitarlas, pero no pu