Llegamos a una ciudad pequeña destrozada y sucia, que el mismo Dios había olvidado de su existencia, sin hablar del gobierno central. Alex me ordenó ponerme un traje de pesca verde, él tomó una mochila y cañas de pescar y dijo: - Vamos, el coche ya está listo. Bajamos las escaleras del hotel, que estaba acorde de la ciudad. La ropa que era inusual para mí y las botas altas obstaculizaban increíblemente los movimientos, pero estaba dispuesto a soportarlo todo para poder ver a Tina. Salimos del hotel y vi un coche viejo en mal estado. - ¿Estás seguro de que arrancará? - le pregunté a Alex con incertidumbre. - No te preocupes, este viejo cacharro solo parece poco atractivo, pero por dentro, es un fuego, - se rio Alex. - Lo principal es no llamar la atención. Somos simples pescadores, y el