En la camioneta de Antonio Soler viaja una pareja en total silencio. Es tan denso y cortante el ambiente que Antonio va muy incómodo, así que para aligerar un poco la tirantez hace conversación. —Jairo, ¿Te envió el palomino al rancho o tú mandas por él? No hay cuidado allá te lo cuidamos bien. Jairo resopló. Tuvo que dejar su caballo al maldito de Jesús Antonio. No le gustaba ese hombre para nada. Se sentía en tensión y más cuando lo pillaba mirando a su mujer. —Si no hay problema mañana mismo mando por él, después de la boda— dijo Jairo muy pensativo. —Recuerden chicos— dijo Antonio mirando a uno y luego al otro a través por el espejo retrovisor — no hagan ningún comentario de la boda, hasta que se vayan de viaje de luna de miel. Yo mismo me encargaré de anunciarlo