En el rancho Las Cruces, todo era ajetreo por parte de los trabajadores. Ellos confundido por el actuar de su patrón que los hizo apresurar el trabajo de la casa nueva y de los jardines.
Los días pasaron rápidamente para Jairo y cada vez se aproximaba más el día de la boda y esto lo mantenía de malas pulgas todo el tiempo. Todo lo referente a la boda lo estaban preparando las sobrinas de Madeleine que le ayudaron a la joven Mercedes que se ganó el aprecio y el cariño de las hermanas gemelas.
Madeleine estaba mucho más ocupada que antes porque se la pasaba arreglando la casa para la llegada de la futura señora Ucheke. En ese momento se encontraba en la cocina preparando el desayuno cuando ingreso Jairo ya listo para salir a la vaquería.
— ¿Cómo va todo?— pregunto Jairo impaciente y a la vez nervioso. Él aún no comprende por qué acepto aquel arreglo tan disparejo y que al fin y al cabo solo le iba a traer dolores de cabeza— ¿Ella no necesitara ayuda?
Madeleine lo miro muy seria. La tenía acosada diariamente por sus inquietudes. Todos los días era lo mismo. Desde el día que la vio él nunca más tuvo la intención de volver a verla. Eran más cuatro días y ella suponía que a él le correspondía aquella obligación.
—Profesor y porque no va al rancho El Lucero y averigua— le dijo mirándolo con nerviosismo. Últimamente cada vez que hablaba con él quería saltarle a la yugular y acabar con ella –Al fin y cabo usted también es el novio y debería comprometerse con la boda. ¿No cree?
Jairo refunfuñó y molesto salió de la cocina.
— ¡Acaso yo quiero casarme!— dijo cuándo se perdió en su oficina malhumorado.
Dando un portazo cerró la puerta de su oficina llego hasta su escritorio y se sentó malhumorado consigo mismo. Tenía días que no sabía que era lo que tanto lo molestaba. Miro el pasaporte y todos los documentos que tenía listo. Había hecho bien la tarea. Una especialización en literatura y letras el cual tenía una duración de dos años y al terminar un contrato de tres años en la mejor universidad del país. En esos momentos le parecía ridículo ese viaje al extranjero y quedarse tanto tiempo por allá y además solo. Ahora bien lo que él quiere hacer lo podía hacer ahí en su tierra y sin dejar el rancho y a su esposa.
Sonrió torciendo la boca ante aquel nuevo pensamiento.
Y una lluvia de imágenes de una chica desvalida llego a él perturbando la paz que ya no tenía.
—Jamás me vi metido en este enredo de faldas— dijo y guardo el pasaporte y los documentos y se dispuso a seguir trabajando en unos documentos que tenía pendiente antes de salir al campo.
Unos suaves toques lo hicieron levantar la mirada.
—Siga— dijo enfurruñado.
Y se sorprendió al ver a Bonifacio frente a él. El hombre se notaba cansado y con unas grandes ojeras en sus enormes ojos. Sus mejillas un poco pálidas y su esbelto cuerpo ahora se nota la falta de carnes.
—Buenos días, profesor Ucheke—dijo el viejo algo nervioso e incómodo – Madeleine me dejo seguir a tu oficina.
Jairo se levantó y estrecho la mano.
— Sí, tranquilo—le dijo — ¿Cómo está, señor Bonifacio?— le pregunto y sin dejar de mirarlo a los ojos— te veo algo cansado. ¿Está enfermo?
El hombre ingresó a la oficina e inquieto le sonrió. Él venía con un plan para llevarse a su hija, asesorado por su amada mujer y futura esposa.
—Que te diré— dijo el hombre mayor suspirando y sentándose en el sillón que Jairo le mostró — lo que pasa he estado algo enfermo, pero ya estoy mucho mejor. Magaly me dijo que tú vas a casarte con mi hija. La verdad es que esta noticia me sorprendió muchísimo. No es por desmeritar a mi hija, pero ella no es una mujer adapta para ti.
Jairo se sentó y cruzó sus manos sobre el escritorio. Sus ojos marrones lo miraban de manera enigmática y sopesaba cada uno de sus gestos y de sus palabras.
—Si es verdad— le respondió cortante.—Nos vamos a casar.
El hombre se acomodó en el sillón incómodo y aun nervioso. Jairo Ucheke era un hombre muy inteligente y sabía que tenía que ser sutil para lograr su propósito. Su mirada fija y penetrante lo ponía cada vez más nervioso.
El hombre mayor trago y lamió sus labios secos
—Quiero que desistas de ese matrimonio— le dijo el viejo nervioso— sé que lo haces por las tierras que tanto quieres y necesitas, pero no hay necesidad de hacer esto.
— ¿Por qué?— le pregunto cortante. Nadie le iba a quitar la esposa. Pensó de mal humor— ¿Por qué no quiere que me case con Mercedes?
El hombre se removió nervioso.
—A bueno Magaly me dijo que la joven se quiere casar solo para no verse involucrada con Tabora, pero yo hablé con él y me prometió que la dejaría en paz. Además la puedo convencer de que te venda las tierras.
Jairo suspiró inconforme con lo que decía.
— ¿Eso dijo tu mujer?— le pregunto más molesto por la ceguera del viejo. El viejo estaba más ciego que un topo. No lograba ver la maldad y la perversidad de esa mujer.
Jairo lo mira muy detenidamente.
—Tu mujer no la quiere, y me imagino que tampoco la querrá en tu casa— corto el profesor— así que lo mejor es que Mercedes se case y viva en su nuevo hogar. Al fin y al cabo esas fueron tus palabras. ¿Lo recuerdas?
Jairo notó como el viejo se tensó. Algo más estaba sucediendo a espaldas de la chica desafortunada y frunció el ceño.
—Ella es muy ingenua— dijo el viejo de su hija. Jairo usaba sus propias palabras para contraatacar lo que él decía — se imaginara que va a hacer una familia contigo, querrá hijos…
Jairo se levantó y con calma fue hasta el mini bar y sirvió un vaso con jugo y otro con whisky.
—No hay nada malo que ella quiera hijos, si ella quiere hijos, yo también— le entregó el vaso con el jugo— para eso es el matrimonio, ¿No?
El viejo con manos temblorosas tomo el vaso y bebió un trago de jugo. Lo necesitaba para controlar la ansiedad que sentía en esos momentos.
—Todos saben que eres misógino— le dijo el viejo— ella contigo va a sufrir y eso es lo que yo no quiero. Por favor, Jairo entiende lo que quiero decir.
Jairo sonrió de medio lado al ver que el hombre no conocía bien a su mujer. Esta más que seguro que todo ese asunto lo planificó la mujercilla de él. Esta solo quería destruir el matrimonio de la joven para poder entregársela a Tabora y quien sabe a cambio de qué, pero no le iba a dar ese gusto ni a ella ni a ningún otro. Ella iba a ser su mujer. Solo suya.
—Ella misma tomo esa decisión y sabe que soy un misógino como se ha encargado el pueblo de anunciarlo. Los chismes son el infierno de los pobres de entendimiento— miro al viejo— don Bonifacio, vaya tranquilo que ella no va a sufrir y de eso me encargo yo. No voy a permitir que alguien le quiera hacer algún daño.
El viejo dejo el vaso sobre el escritorio y lo miro lleno de dudas.
—Magaly dice…
Jairo se levantó y lo miro muy serio.
—Lo que diga su mujer me tiene sin ningún cuidado alguno— lo interrumpió — y dentro de tres días ante la ley ella será la señora Ucheke.
El viejo está de pie frente a él y al oírlo muy seguro aprieta sus manos en puños que están al costado del cuerpo. Magaly se pondrá furiosa al ver que él no logró destruir aquella boda.
—Pero…— el hombre trato de insistir, pero Jairo se levantó y le dio a entender que la conversación había terminado.
—Ahora si me disculpa tengo trabajo que hacer, don Bonifacio — le mostró la puerta— como usted entenderá ahora soy un hombre con responsabilidades matrimoniales.
Jairo sonrió al ver el rostro contorsionado por la ira del padre de Mercedes.
El viejo al comprender que no iba a poder convencerlo de lo contrario se enfadó, pero más porque su adorada mujer se molestaría con él y él la adoraba tanto que no la quería ver enojada y mucho menos preocupada por su hija.
Por eso salió y lo miró con cierta furia.
—Eso lo vamos a ver, Magaly tenía razón— murmuro.
Jairo alcanzó a escuchar la amenaza y lo enfureció y lo miro con los puños cerrados.
—Esa Magaly es de arma tomar— murmuró Jairo furioso. Cuando se calmó un poco tomo el teléfono y marcó unos números.
—Antonio, soy Ucheke— le dijo cortante — por favor le podrías decir a las chicas que si podemos adelantar el matrimonio para mañana mismo.
— ¿Cómo? ¿Pasa algo con el viejo Tabora?— dijo Antonio molesto también— ya le tengo vigilancia, pero es un zorro es muy astuto.
Jairo resopló al oírlo.
—Sí, acaba de venir don Bonifacio, el padre de Mercedes para que no me case con su hija— le dijo – tengo la seguridad que Tabora y Magaly tiene las manos en el asunto. ¿Puede él impedir el matrimonio?
—Eso depende— dijo Antonio — si ella es menor de edad lo puede hacerlo— dijo – ¿Es ella menor de edad?
—No, ella tiene veintidós, pero puede convencerla para que no lo haga. Él está presionado por la mujer y esa es una arpía de armas tomar.
—Entiendo— hubo un silencio— ya mismo hablo con mi mujer y mi cuñada para que todo se haga mañana mismo y que sea en la mañana. Cuanto más pronto mejor.
—Gracias— diciendo esto colgó.
Él se levantó con la intención de ir a desayunar y en esos instantes sonó el teléfono.
—Aló— dijo cortante.
—Señor Ucheke, soy el abogado Suárez. ¿La señora Ucheke hablo ya con usted?
El día para Jairo no iba muy bien y esa llamada termino con la poca paciencia que tenía el hombre.
—Si— dijo él de mal humor.
—Qué bueno, entonces ¿Qué opina?— pregunto el abogado.
—Yo no tengo nada que opinar con lo que respecta de ella— resoplo – y por favor no vuelva a llamar a mi casa.
Y colgó sin importarle que fuera lo que sucedía con Úrsula Ucheke. Desde el momento que descubrió todas las canalladas que hacían esas dos mujeres su corazón se cerró y se endureció y prefirió crearse una coraza para no volver ser lastimado.
Jairo se sentó y recargo su cabeza sobre la silla. No logra perdonar todo el daño que le casaron las mujeres que decían amarlo, y que él adoraba como un loco. En un instante todo termino. Su reputación como uno de los maestros más prominente de la región se fue al piso por los lazos de sangre que lo une con unas asesinas.
—Maldición, ¿Acaso esto nunca va a terminar?— gimió en la soledad de su oficina. Aún sentía como el fuego ardía en su piel. Como las llamas quemaban aquella hermosa casa que un día lo vio nacer, crecer y ser un hombre de bien.
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Aun cada recuerdo quema su mente y su corazón. Cada palabra dicha en aquella mañana
—¡Mamá!— una voz del interior de la casa se hizo oír— ¡Déjala en paz!
Úrsula miró a Berta y esta simplemente elevó los hombros para restar importancia a la intervención de Jairo en aquella nefasta reunión.
Úrsula palidece al ver a su hijo frente a ellas.
— ¡Me dijiste que se había ido a trabajar!— acuso Úrsula su madre.
—Eso me dijo él— dijo la mujer mayor— yo solo lo asumí. También pensé que se había marchado.
—Cariño— dijo Úrsula acercándose, pero su corazón se destrozó cuando vio como el joven se hizo a un lado. El rostro del joven estaba lleno de dolor, angustia y sobre todo vergüenza.
—Me repugna tu presencia, tus palabras y aún más tus acciones— la miro a ambas con los ojos cristalinos — ustedes son unas criminales. Yo creía que tu era buena— miro a Úrsula— ¡Yo creía en ti!
Su abuela y su madre habían secuestrado a una mujer porque quería extorsionar a un millonario, pero lo que no contaron esas mujeres era que sus secuaces se equivocaran de mujer y ahí fue cuando se formó todo el caos.
Jairo trató de ayudar a la mujer pues él la conocía, pero es sorprendido por su abuela en la cabaña con la joven Imelda. Ella furiosa le apunta con la pistola y se lo llevo contra su voluntad hasta su habitación para dejarlo encerrado con llave toda la noche.
Úrsula nunca supo que Jairo la noche anterior descubrió uno de los secretos más oscuros de ella y de su madre.
Por eso esa mañana Úrsula trató de acercar a él. No quería perder el amor de él, era lo único limpio que ella tenía.
—No me vayas a tocar que olvido que eres mi hermana— él levantó las manos en alto para evitar que ella lo tocara.
Hubo un silencio en toda la casa.
Luego la risa de la abuela invadió el lugar e hizo que él la mirara con el ceño fruncido.
—Ella es tu madre, no es tu hermana — dijo Berta con una sonrisa perversa y sus ojos brillan con pura maldad — tu padre la violo cuando solo tenía trece años y tu abuelo se lo permitió.
Jairo sintió como si le hubiera dado un fuerte golpe en la cabeza.
¿Úrsula no era su hermana, sino su madre? Y entonces ¿Su madre era su abuela?
— ¿Qué?— balbuceó con el corazón latiendo fuerte en su pecho— mi madre eres tú…
Los ojos de Jairo brillaron con dolor y lentamente se llenaron de una sombra de odio. Todo lo bello que tenía en su corazón hacia esas dos mujeres comenzó a caer y a romperse en miles de pedazos.
—No cariño— la mujer se levantó y se acercó a él— yo soy tu abuela y cuando naciste tu madre te dejo a mi cargo y yo le dije a todo el mundo que eras mi hijo, para evitar la vergüenza y las habladurías del pueblo. Por lo tanto déjate de estupideces y solo obedéceme.
Jairo retrocedió asqueado.
El contacto de aquella mano que ante le daba amor, ahora solo siente repulsión y asco. En ese momento él comienza a odiar a las mujeres en especial a esas dos.
—Las odio— exclamó furioso y lleno de mucho dolor — ¿Por qué secuestraron a esa chica?
Úrsula tragó. Ella no sabía que él ya estaba enterado.
—Para…
—Para conseguir que Daniel Carter no siga con la maldita investigación de las muertes y secuestros de unos millonarios.
— ¿Investigación? ¿Secuestros? ¿Millonarios?— la mente del hombre gira de manera brutal dentro de él. No puede comprender como esas dos mujeres que al parecer eran tiernas son mujeres crueles, secuestradoras y para colmo de males hasta asesinas.
Si a su supuesta madre y su dichosa abuela no les tembló la mano para hacerle daño a él, que era la persona que ellas decían que lo amaban como sería el actuar antes otra persona que no eran nada de ellas y que además querían beneficiarse con sangre y vidas de otras personas.