Capítulo 3

2783 Words
Mercedes Pedraza  durmió con mucha incomodidad debido al ardor de las heridas y un fuerte dolor en el tobillo. Al momento de caer y dar tantas vueltas se había lastimado bastante. Despertó muy temprano y se dio un baño colocándose la misma ropa. Arreglo la cama y deja el pijama masculino a un lado. Cuando iba a salir se encontró frente a frente con Jairo que en esos momentos  la iba a revisar. En varias ocasione, en la noche él la fue a ver, se sentía de cierta manera atraído por la historia de la jovencita. Le recordaba mucho a las incautas que cayeron en manos de su abuela y madre. Eso lo hacía sentir culpable. —Buenos días— la saludó él con la voz ronca y su ojos la miraron de arriba abajo y notaba que era bastante delgada y estaba algo pálida— ¿Cómo  sigues? Ella se sonrojo. Él tenía los ojos más bellos que ella jamás hubiese visto en un hombre. Era muy alto con respecto a  su estatuara. —Buenos días— dijo con timidez— me duele como un demonio la rodilla y el pie. Él frunció el ceño al oírla. —Una dama no debe expresarse de esa  forma— la reprendió con voz dulce. Ella se sonrojó. —Mucha gracia por todo seño, pero voy a busca al profesor Ucheki…Ucheke— le dijo y trato de salir pero este no le dio el paso. —Aun no estás bien— le dijo y le señalo la herida de la rodilla que se veía abierta y roja— vamos a la oficina y te presento al profesor Ucheke. Ella abrió los ojos. — ¿En serio? No es metirita suya— le dijo con inocencia. —No es mentira y de verdad que necesitas unas clases de lenguaje— le dijo y la guio hasta la oficina. Madeleine les había llevado   café y   unos panecillos por órdenes de Jairo. —Siéntate y come algo— le dijo él. La joven lo miro y miro el café. —Gracia, pero ya he molestao mucho— se sentó donde él le indico. — ¿Qué  le vas a pedir al profesor?— le pregunto y él se sentó detrás de su escritorio de madera negra recién comprado, aún tenía el plástico de la envoltura. Ella lo mira y se agarra las manos para controlar sus nervios. —Mi pa me dijo que él quiere unas tierras— suspiro y sus mejillas se pusieron rojas— y yo se las voy a dar. Él frunció el ceño. — ¿A cambio de qué?— le pregunto. Ella se mordió los labios. —A cambio que se case conmigo— la joven esta roja. Él rio al oír aquella propuesta. —Él es misógino, o eso dice el pueblo— dijo sin dejar de mirar cada  gesto  de la cara de  ella. Ella trago y lamio sus labios, gesto que Jairo captó de inmediato. —No me importa que no les guste las mujeres— dijo muy nerviosa— yo solo quiero que se case con yo y después de un tiempito, él agarra por su lado y yo por mío. Él medita lo que dice la joven. — ¿Y las tierras?— le pregunto él. —A bueno, esas tierras son para él— dijo la joven— yo se las vendo y la platica la guardo para irme lejos de por aquí. Jairo la mira y ve en ella sinceridad. —Porque no te vas con tu novio— le dijo el con cierta renuncia. Esa idea no le gusto, pero no  sabe por qué— no sería mejor y tal vez hacer una casa en tus tierras y… La joven se levantó molesta. —Mire seño— lo miro a los ojos. Ojos grandes y muy expresivos. Era de color miel. Él nunca había visto un color de ojos así. Los de Eleanor la chica que en el pasado le gusto para casarse eran negros como la noche. — ¿Que miro?— le sostuvo la mirada. —A yo me tengo que ir— bajo la mirada— mi pa está ciego con la mujercilla esa que tiene. Todo lo que ella dice, él lo cree y yo no me voy a revolcar con ese viejo verde de… Él se levantó y la miro. — ¡Mercedes!— la llamo y ella quedó impactada al oír su nombre en la boca de él. Ella con sus ojos recorrió el rostro y se concentró en esa boca que se veía atractiva y hasta parecía que la llamaba, luego sus ojos también recorrieron  el cuerpo era alto y fornido. La camisa  se ajustaba de tal manera que lo hacía ver sexy.  Y en silencio  se lamentó. Era una lástima que    él le gustara, porque ella debía casarse con el profesor Ucheke— una mujer no debe expresarse  de esa  manera. Además… La joven se levantó de la silla  y llego hasta la puerta. —Mire seño— lo interrumpió. Jairo la miro con los ojos bien abierto, nunca  antes se habías sentido ignorado— yo lamento mucho estar acá causando problema, pero debo encontrar al seño profeisor,  me urge irme ya de esa casa, además el viejo ese, me dio una semana para casame, porque él va a volver por a yo. Jairo apretó los puños. Ese hombre era un aprovechado y mal nacido. — ¡Siéntate!— dijo con voz ronca y alta— por favor. La chica se asustó y lo miro con el ceño fruncido. —No— le dijo— ya le dije voy a buscar… Madeleine se acercó a ellos y saludo a la joven luego se dirigió a Jairo. —Profesor  Ucheke ya está el desayuno. La joven miro a Madeleine y luego al hombre que a ella le gusto desde el momento que lo vio y sus mejillas se pusieron escarlata. —Ya vamos, Madeleine— dijo y miro a la joven— ahora siéntate— la mirada que le dirigió a la joven hizo que la sangre se le calentara pero no de emoción sino de miedo. Ella volvió a la silla y suspiro profundo. Se sentía avergonzada y muy confundida. —Estamos hablado de que me vas a vender las tierras pero sujetas a  un  matrimonio para que tú puedas obtener la libertad. Ella  asintió con la cabeza. —Y sabes lo que sucede en el matrimonio— la miro y  luego se sentó— tendrías que acostarte con el esposo. Ella lo miro con dolor. —Me dijeron que a uste  no le gustan las mujeres— dijo bajando la cabeza – y por eso no hay problema. Como   es un misonimo, y  le gustan son los hombre yo no veo… —¡Qué!— interrumpió— ¿Que a mí me gustan los hombres? De donde sacaste ese pensamiento. —Eso dice la gente— ella se levantó   y se le acercó para que no se escuchara lo que le iba a decir — pero no se preocupe yo le guardo el secreto y  respeto. Yo no me meto en su camino. Jairo frunció  el ceño y se molestaba cada vez más al oírla. Cada vez que  la chica abría la boca lo enfurecía más, y más. —A yo le puedo ayudar con los novios de uste, yo solo no quiero estar con esa bruja de Magaly. Mas sin embargo a Jairo  no le dio la gana de aclararle a la joven sobre   que significaba misógino. La sorpresita que se iba a llevar cuando supiera  la verdad. —Vamos  a aclarar algo— la miro a los ojos— ¡Siéntale! — le ordeno. Lo  ponía nervioso verla andar de un lado para otro— Quiero las tierras, eso no es mentira. Pero no quiero a una esposa. Ella se puso triste. —Entonces… no se las vendo— dijo y se levantó de nuevo. — ¡Maldita sea! ¡Qué  te sientes y que te estés quieta y callada! Ella lo miró y se puso roja y se sentó. —No tiene que gritar— dijo ella como si ella no hiciera nada malo— se le puede reventar el hígado y la bilis... Jairo suspiro profundo. La mujer le ponía los nervios de punta. —Yo no quiero una esposa— continuo— pero me urge  esas tierras, pronto voy a viajar y te podrías quedar aquí como la señora de la casa. Cuando regrese de viaje nos podemos divorciar.  ¿Te parece? Ella lo mira en silencio y sintió como si una piedra la golpeara en el pecho. — ¿Te vas a ir por mi culpa?— se sintió apenada con él—  ¡No es justo que dejes tu hogar! Él la miro y vio que ella era muy inocente y que era compasiva. Debía tener cuidado porque ella podía ablandarlo. —No, eso ya lo tengo planeado desde hace mucho tiempo. Me voy a ir de dos a cinco años. La joven lo escuchaba y comprendió  lo que él le decía y esto la lleno de alegría al saber que él la ayudaría. — ¿Te casaría con yo para ayudarme?— le pregunto la joven emocionada. —Sí.  Al llegar de España nos divorciamos— la miraba a los ojos— ¿Estás de acuerdo? Ella lo mira y nerviosa le pregunta. — ¿Cuándo nos podemos casar?— trago nerviosa— ese viejo… Él la miro y se levantó y apretó los dientes al oír hablar  del maldito viejo sádico. —Este mismo fin de semana— le hizo una señal para que lo  siguiera— pero te vas a  quedar en un lugar que te busco Madeleine para cuidarte hasta el día del matrimonio. ¿Estás de acuerdo? Así no regresas a la casa de tu padre y tampoco hablaran mal de ti en el pueblo. Ella sonrió feliz al ver que estaba con un hombre correcto. —Si seño— dijo la joven. —Además,  te vas a comprometer a estudiar y por lo menos hablar mejor, para cuando nos separaremos tenga mejores  oportunidades tanto de  empleo como de vida. Ella no entendió lo que él le dijo, y solo se imaginaba que iba a ser   la esposa de un hombre muy lindo, lástima que a él le gustaran  a los hombres. Salieron de la oficina y desayunaron en silencio cada uno perdido en sus pensamientos. Cuando Madeleine se presentó delante de ellos que habían  terminado de desayunar. —Profesor, hay una mujer llamada Magaly en la sala, que quiere hablar con usted— dijo la mujer. Jairo miro a la joven y  vio el miedo en sus ojos. —Ya voy, por favor dile que me espere un momento. Por favor bríndale algo — le dijo a la mujer y esta salió. —Vamos los dos y le anunciaremos que nos vamos a casar— le dijo y ella sintió con la cabeza— además  ten presente que tal vez te tenga que tocar para convencerla de que si somos novios. Ella trago. —Bueno— dijo y se levantó y se puso a un lado de él. Ella se había dando cuenta que él nunca la tocaba  ni se le acercaba mucho y cuando ella lo hacia él mismo se encargaba de alejarla.  Así  que decido desde ese  momento nunca ser ella quien lo tocara. Ambos llegaron hasta la sala a media construir. —Buenos días— dijo el profesor – disculpa la tierra y todos  esos escombros— le mostro el lugar con su mano —  están  construyendo. La mujer llevaba puesto un vestido con el frente cruzado que dejaba ver unos nacimientos de unos sedosos senos bien cargados. Él la miro muy fijamente. Al comienzo la engaño, pero ahora sabia la persona que ella era. —Buenos días, profesor Ucheke— dijo ella con una dulzura en la voz— venía a ver cómo está la hija Bonifacio y de ser posible para llevarla a casa. Allá la están esperando— sonrió de manera perversa. Jairo le señalo el sillón que está cubierto con una sábana, aunque esta aun con el plástico. —Ella está mucho mejor— dijo cortante y la vio incomoda en el sillón— disculpa, todo es nuevo y aun no se ha podido arreglar bien la casa, pero muy pronto mi esposa  se encargara de todo. Magaly alzó una ceja sorprendida  por aquella noticia. — ¿Tu esposa?— le pregunto y vio a la joven a un lado de él. Ella sabía que él  no era casado entonces seria con la estúpida que ella venía a buscar — ¿Acaso te vas a casar con esa escuálida? Jairo aun de pie le sostuvo la mirada. El rostro de Jairo  que estaba duro e imperturbable por oír la ofensa  a una chica inocente. —Te agradezco que mientras  estés  en mi casa, respetes  a los que  habitan aquí. Y sobre  todo a ella— extendió la mano y la joven nerviosa miro la mano y luego se aferró a ella— ella va a ser mi esposa y por eso merece respeto. El brazo de Jairo rodeo la cintura de la joven. Él sintió como su cuerpo reaccionaba a ella y ella tembló al sentir el toque de aquel hombre. La mujer abrió la boca por la sorpresa y después por  el disgusto. —Vaya, vaya, vaya— dijo la mujer furiosa. Eso le echaba a perder un gran negocio, Tabora le dijo si lograba hacer casar a la chica con él,  le   daría unos millones. Y ahora la estúpida   le echaba a perder el negocio — así que convenciste al misógino de Terra Nova, para casarte contigo. La joven tembló. Jairo inclino su cabeza y le dio un tierno beso en la sien a la chica que temblaba entre sus brazos. —Tranquila,  mi amor— dijo  Jairo con voz tierna y la miro a los ojos— ya nada podrá separarnos – e  inclinó la cabeza y besó  sus labios con cuidado. Los ojos verdes de Magaly relampaguearon al ver aquella escena de cariño. — ¿Vamos a ver cuánto duras?— dijo la mujer furiosa— el odio de él hacia las mujeres es muy comentado en el pueblo, además lleva en la sangre… Los ojos de Jairo Ucheke brillaron con furia. El cuerpo se tenso. — ¡Cállate!— dijo Jairo a la mujer y de repente aparto con brusquedad a la mujer. Esta se sorprendió pero se mantuvo callada— y ahora lárgate de mi casa. ¡Por mujeres como tú,  es que yo las odio! Magaly salió furiosa de la casa nueva del rancho Las Cruces jurando venganza. — ¡Madeleine!— llamo el profesor muy molesto. La mujer se presentó de manera inmediata delante de ellos. — ¿Ya esta listo el lugar dónde  ella va estar?—le pregunto enfadado— ¡No la quiero aquí! La joven sintió como todo bajo sus pies se movía y ella lentamente ese hundía. De un momento a otro él cambio. En un instante era un hombre tierno y cariñoso, pero de repente se convirtió en una persona dura y muy amargada. Parecía otra persona. —Sí señor, Antonio la esta esperando en la cocina —dijo la mujer algo incomoda al ver a la chica nerviosa y pálida. —Bueno, por favor ayúdala con lo de la boda— le dijo y se giró para salir sin mirar a la chica. La joven lo vio partir y lamio sus nerviosos labios. —Gracia seño— dijo la joven con cierto dolor en su pecho. ¿Por qué le dolía aquel desprecio?, y peor  aún ¿Por qué  aún le hormigueaban los labios? Sus dedos tocan sus labios. Fue un beso tierno y muy casto. Él camino unos pasos y al oírla se giró y la vio acariciándose los labios y esto le molesto aun más. —No te vayas a equivocar conmigo— le dijo cortante—. No  te enamores de mí que  yo no lo haré de ti. ¿Estamos claros? Ella bajo la mano desilusionada  y le sostuvo la mirada con enfado. —«Tonta, mil veces tonta»— se reprendió la joven luego lo miro muy seria y enojada consigo mismo. —Muy claro — le respondió y se giró sobre sus talones. Madeleine solo se limitaba a guarda silencio e imagina que los siguientes días iba a ser muy pesados y tal vez hasta divertidos.
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