A pesar de que puse todas mis energías en mi nuevo proyecto, la espera se me hizo interminable; pero por fin llegó el jueves. Llegué al consultorio y Sabrina me recibió con su sonrisa característica, pero noté algo diferente en su atuendo. No llevaba pantalón. Tenía puesta una pollera de jean que, para su rechoncha anatomía, parecía ser algo pequeña y ajustada. Se me hizo algo raro que vistiera de esa forma en pleno invierno; pero éste era uno de los días más cálidos en lo que iba del mes, así que tampoco resultaba algo tan extravagante. Hay gente que tiene más tolerancia para el frío. Iniciamos el ritual de subir por la escalera, y me tocó ir en segundo lugar. Lo cual fue contraproducente. Ella subió unos escalones y, de pronto, al levantar la vista, me encontré con que la pollera de j