ANTHEA
Eros había dicho que viajaría con Cupido, así que cuando me enteré por boca de algunos de sus amigos que hoy partiría, decidí que debía arriesgarme e ir a despedirme.
— Disculpa — digo tocando la espalda de uno de sus amigos, el chico tan alto y musculoso como Eros se gira a verme.
— Oh hola, ¿que puedo hacer por ti? — pregunta como si supiera de antemano quién soy .
— Ehm, perdona pero oí que Eros se marcha hoy y quisiera despedirme — digo y el chico me observa algo extrañado pero sonríe levemente
— Bien, entiendo seguro piensas que va al aeropuerto como la gente común, vendrás con nosotros después de clases — dice señalando a una chica que por lo que sé se llama Caliope, la mayoría de la familia de Eros son griegos nacidos en América o personas que migraron.
— Tomasso, no la molestes — dice Caliope — siéntate con nosotros — dice dirigiéndose a mí, rápidamente tomo asiento en la mesa, junto a otros chicos y un par de chicas más.
— Soy Anthea, es un gusto conocerlos a todos — digo y todos ellos me hacen una inclinación de cabeza algo confusos.
La verdad hasta yo estoy confundida, es la mesa de los populares, NUNCA me habría imaginado sentarme aquí.
— Perdonen, ¿puede mi amiga sentarse con nosotros? — pregunto, todos se miran y asienten.
Se siente raro, es como si yo fuese su líder o como si temieran hacer algo para desagradarme, en fin, Sam se sienta en la mesa con nosotros algo tímida.
— Les presento a Sam mi mejor amiga — digo y ella saluda a todos
En fin, poco a poco el ambiente se hace más interesante, comienzan a contar chistes y a hablar sobre Eros o su familia, la mayoría de los populares son hijos de familias con un gran poder económico, pero que de algún modo estudiaban aquí.
Sam y yo reímos con las ocurrencias de Tomasso y Caliope, pronto los demás también comienzan a hacer bromas o a hablar de lo que han hecho con Eros y su familia, lo que me entusiasma pero a la vez me hace sentir extraña, quizá Eros y yo no solo somos diferentes en cuanto a nuestra concepción del amor, sino que somos de mundos completamente distintos.
«Aaaah, si tan solo mamá aún estuviese con vida, sé que podría decirle lo que siento y me calmaría» pienso.
No siento amor por Eros, al menos no creo porque siempre he tenido este extraño sentimiento por Cupido, sí, con Eros puedo ser yo misma y sentir esa emoción extraña en mi interior cada vez que estoy con él o cada vez que nos besamos, sí, es extraño besarse con alguien a quien no amas, pero sí me siento profundamente atraída por él, es como si de un imán se tratase, un imán del que no puedo evitar sentirme atraída.
Sam termina hablando con un chico de la mesa llamado Constantine, si como el de la peli, pero al fin y al cabo su nombre, el chico es bastante atractivo, tiene unos ojos azul marino y un cabello oscuro como carbón que contrastan hermosamente, Sam parece bastante interesada en él y sonrío.
Sin duda, había entendido porque no se puede juzgar a las personas sin conocerlas, quizá antes de tener el trabajo de química no habría ni reparado en alguien como Eros, de hecho no sabía siquiera de él hasta ese momento, pero mi atracción por el fue instantánea como si le conociese de mucho tiempo, supongo que tendrá que ver con mi extraña obsesión con la historia de Eros y Psique, recuerdo que de pequeña, mamá solía leerla para mí y mis hermanos, solo Alessandros el menor de todos no tuvo esa oportunidad.
El aula de clase se sentía fría y solitaria, nadie respirando sobre mi cuello, o las notas raras de Eros con preguntas sobre la clase, Eros aún no se había marchado, si bien no estaba en el instituto aún se encontraba en el mismo continente que yo, en la misma ciudad y en el mismo lugar, ¿acaso había algo mal conmigo misma? Cada vez que había tenido mis ataques habían Sido mientras estaba con Eros, cuando me despertaba sudorosa y húmeda era su presencia en mi mente lo que me ponía, sus besos me calmaban ese fuego que por momentos en mis entrañas ardía y la sensación de su cuerpo junto al mío hacen que mi mente vaya a esos lugares que ni siquiera de ella yo conocía.
Pero ¿por qué Eros? ¿cómo podía reaccionar mi cuerpo así ante él? quería estar bajo su cuerpo y quemarme ante lo ardiente de su mirar, quería que me viera y que su piel me tocará, que sus labios besaran cada espacio de mí, después de todo, sus labios en los míos se sentían extremadamente bien ¿cómo se sentirían entonces si estuvieran en mi zona más profunda y oculta? Calor se apodera de mi rostro ante lo atrevido de mis pensamientos, pero lo peor viene después, cuando imagino mis labios en su piel y sus manos en mi cabello, mi cuerpo sobre el suyo agitándose sobre el de él.
«Joder, estoy en clases, ¿qué clase de pensamiento es este?» me reprendo y.
— Señorita Xamatopoulos, ¿está usted bien? — pregunta la profesora de lengua inglesa
— Ehm si, si, me encuentro perfectamente señora Bishop, solo que tengo un poco de calor — digo
— Si no te sientes bien, lo mejor sera que vayas a la enfermería, estás bastante roja, debes tener algo de fiebre, por favor ve a qué te echen un vistazo — dice y yo me levanto del asiento, con mi ropa interior sintiéndose algo húmeda.
Salgo del aula de clase frustrada y avergonzada, voy a toda marcha por los pasillos del instituto y entro a la enfermería, está se encuentra desierta como siempre lo está a excepción de él, quien se encuentra de pie frente a la ventana, sus risos oscuros se mueven de acá para allá, su aroma masculino me envuelve y siento mi cabello caer sobre mis hombros, no aguanto.
— Eros, no te vayas — dice una voz que parece no ser mía pero que sale de mi, es mi más profundo deseo hablando — No puedo aguantarlo — digo y este se gira hacía mí, sus ojos claros me miran con una llama en ellos, una de sus manos se extiende a mi, invitandome a que me acerque, no lo pienso dos veces y me acerco a él.
— Anthea, esto no es justo, no quiero hacerte daño, pero me lo haces muy difícil, si supieras lo que quiero hacerte justo ahora no te quedarías tan confiada aquí a mi lado — dice una vez estoy apoyada en su pecho, mi corazón late con fuerza y sus manos aprietan mi cintura.
— Supongo que también te asustaría el saber lo que hay en mi mente, hay tantas cosas que no sabía que quería pero tú me haces quererlas — digo mirándolo, sus labios forman una linda sonrisa tierna
— No tienes que decírmelo, ya lo sé, porque me siento igual, pero no sé que es esto, si es amor o si es solo una atracción, y es por esto que quiero reprimirme, quiero ver qué tanto puedo estar lejos de ti sin que lo que siento cambie, después de todo dicen : “Lo que más se espera es lo que más se disfruta”. — dice y entonces une nuestros labios, su cuerpo me empuja hacia un rincón entre una cama y la pared, mi espalda se posa suavemente en la pared, una de sus manos sujeta mi cintura y con la otra sujeta una de mis piernas pasándola por su cintura, para luego hacer lo mismo con la otra.
Si cuerpo entre mis piernas, se siente bien, pero lo que mejor se siente es la sensación del bulto en sus pantalones, contra mi entrepierna cubierta por mis shorts de verano, mis brazos están en su cuello, sujetándose con fuerza, luego sus labios van a mi mentón y de mi mentón a mi cuello, dejando una larga senda de besos húmedos, mis labios se sienten hinchados y palpitantes.
Retiro una de mis manos de su cuello y el la toma con su mano desocupada, la besa con ternura y la lleva al lugar donde la tela nos separa el uno del otro, lo primero que puedo sentir es el duro bulto de sus pantalones, siento mi rostro sonrojarse y él ríe, y se acerca a dejar un beso en mi frente.
Tal vez este era un Eros diferente, es cierto que no éramos novios pero no había mos hecho nada más que solo besarnos y acariciarnos un poco, él no se había propazado conmigo y era yo quien le había dicho que no podía aguantar.
Intento abrir la cremallera de su pantalón, pero él retira mi mano
— Es suficiente bonita, hasta aquí podemos llegar, no podemos ir más allá hasta que no estemos seguros de lo que sentimos — dice uniendo nuestras frentes.
— Está bien — digo en un susurro avergonzado
—No te avergüences, esto en realidad me encantaría que lo hicieras, pero no ahora, Thea, espérame a que regrese, cuando vuelva déjame saber lo que sientes — dice y suavemente vuelve a ponerme sobre el suelo — Toma este anillo — dice sacando lo que parecen unas hojas hechas en un alambre de latón y una piedra verde rosa y lo pone en mi dedo — Así sabremos si estamos bien, si estás triste, los sabré, si estás emocionada también, todo lo que sientas lo sabré, y tú sabrás todo lo que sienta yo — añade.
Quito la mirada de mi nuevo anillo que significa promesa y él me enseña la perla que cuelga de la cadenilla en su cuello, va del mismo color — Lo cuidaré bien — digo
— Cada emoción es un color diferente, así sabrás cómo me siento — dice y así como supe que estaba a mi lado, salta por la ventana y se va.
Solo me queda el anillo para saber que fue verdad y no solo mi imaginación.