Solo esperaba que este jueguito no se me saliera de control. ¡Dios! Si es que ese hombre estaba demasiado hermoso, incluso podía asegurar que se había esforzado en verse de esa manera solo por impresionarme, y sí que lo había hecho, pues debía de admitir que me encantaba sentir sobre mí la mirada cargada de envidia por parte de todas las féminas que se encuentran en este club. Si casi se les caía la baba al ver a semejante hombre a mi lado. Su mano se posiciona en la parte baja de mi espalda, mientras me guía a través de la multitud de hombres y mujeres que bailan al compás de la música, a la vez de que ríen sin parar. Él nos dirige hacia una mesa bastante solitaria, alejada de la multitud, lo que me hace sonreír al percibir que en eso había una segunda intención. Debía de admitir qu