Había estado manejando por mucho tiempo, nuestra nueva casa quedaba lejos de nuestro antiguo pueblo llamado Weldonsville, había al menos tres horas de diferencia entre Westville y Weldonsville. Al principio del camino Max se había mantenido en silencio, antes estaba enojada con él por lo que había hecho, pero ahora lo único que quería es que él me hablara.
- ¿Quieres comer algo? – pregunté mientras seguía conduciendo la camioneta, lo miré por el rabillo del ojo y vi como se formo una sonrisa en su rostro, pero después desapareció.
- ¿No nos tardaremos más si nos detenemos ahora? – preguntó Max viéndome.
- Solo serán 20 minutos que perderemos, además podemos comprar unas hamburguesas para comerlas en el camino… ¿Qué te parece? – le sonreí.
- ¡Si! – sonrió emocionado.
Me detuve en la primera gasolinera que encontramos en el camino, llené el tanque de la camioneta y después entramos a la tienda de conveniencia, allí compramos dos hamburguesas, papitas fritas y dos sodas. Algunas miradas curiosas se detuvieron en Max y yo, aunque más que todo en mí, de cierta forma las personas me veían con un poco de pena, más que todo cuando veían mi labio herido, realmente me hacían sentir mal, pero sonreír estaba logrando que Max volviera a hablar conmigo y eso era más que suficiente para mí.
Tal y como lo había calculado, solamente habíamos perdido alrededor de veinte minutos los cuales estuvieron bien invertidos, Max ya no estaba triste por lo que había sucedido y ahora íbamos hablando los dos felizmente.
- ¿Es grande la nueva casa? – preguntó Max mientras mojaba sus papitas con kétchup.
- Lo es – asegure.
Había ido solamente dos veces a la casa, la primera fue cuando me llamaron para que reclamara la herencia y la segunda vez fue cuando llevamos la mayor parte de las cosas por la mudanza. Realmente era una casa bastante grande, estaba en un vecindario en donde se veía que solamente vivían personas con dinero, según las pocas cosas que pude conocer de mi abuela a través de mi mamá fue que sus papás tenían dinero, de hecho, ella me dijo que siempre había estudiado en los mejores y más caros colegios antes de conocer a mi papá, lo que sucedió después de que ellos dos se conocieran ya es historia.
Nuestra abuela la cual se negó rotundamente a conocernos a Max y a mi había muerto hace un tiempo, debido a que mi mamá había sido la única hija de ese matrimonio no había nietos los cuales pudieran reclamar la herencia, así que al final los únicos familiares directos de mi abuela éramos Max y yo y por lo tanto la herencia de esa casa era de nosotros.
Quizás ahora ella debe estarse retorciendo en su tumba al saber que los nietos que nunca quiso ahora son los dueños de su casa.
-Te gustara, todas las habitaciones son grandes así que podrás elegir la que tú quieras – le sonreí.
Casi unos cuarenta minutos después llegamos finalmente a Westville, cuando llegamos a nuestro vecindario reduje un poco la velocidad de la camioneta porque había algunos niños jugando en la calle, este lugar realmente se veía como el sueño de cualquier pareja recién casada, grandes casas con un gran jardín delantero y con un gran patio en la parte de atrás. Vi como Max iba muy atento de su ventanilla esperando a que yo me estacionara frente a una casa para conocer su nuevo hogar. Nuestra casa justamente quedaba en el centro de esta cuadra, era una casa de dos plantas color beige con blanco, todas sus ventanas eran grandes y en la parte de enfrente había un gran jardín con algunas rosas blancas y rojas.
Finalmente me estacione frente a nuestra casa y Max me miro muy emocionada.
- ¿Esta es nuestra casa? – preguntó con los ojos bien abiertos por la sorpresa.
- Si – él abrió su boca formando una completa “O” ambos nos bajamos de la camioneta y yo me fui al baúl para sacar las cosas que venían allí.
- ¡¿Lisa puedo entrar a la casa ya?! Por favor – hizo un puchero mientras juntaba ambas manos cerca de su rostro.
Busque las llaves en la bolsa trasera de mi pantalón y se las entregue.
-Ve a abrir la puerta y elige tu habitación – Max no dudo ni un segundo en salir corriendo hacia la puerta de la habitación, yo solo reí negando con la cabeza mientras tomaba dos cajas que estaban en el baúl.
Caminé hacia el interior de la casa y puse ambas cajas en la mesa del comedor, escuchaba los pasos apresurados de Max corriendo por la segunda planta en donde estaban algunas habitaciones. Seguí bajando las cajas del baúl de la camioneta hasta que no quedó ninguna, cuando llevaba las ultimas cajas Max salió para alcanzarme.
- ¿Puedo salir a jugar en mi bicicleta? – preguntó emocionado.
- Todavía no has ordenado las cosas de tu habitación – alcé una ceja.
- Lo haré después de jugar, lo prometo – lo miré no tan convencida por lo que acababa de hacer, pero después hizo un puchero que termino por convencerme – Esta bien, pero solo una hora – enfatice.
- ¡Hecho! – corrió hasta el garaje de la casa y de allí sacó su bicicleta.
De vez en cuando mientras yo seguía desempacando algunas cosas que todavía seguían en cajas, miraba a través de las ventanas para asegurarme de que Max estuviera bien. Seguí sacando de las cajas algunas cosas de la cocina, la mayoría eran platos de porcelana los cuales sacaba con un gran cuidado para no romperlos.
Mientras colocaba los platos en las repisas más altas me quede viendo en reloj de pared: 6:55 pm ni siquiera fui consciente del tiempo que había pasado, mire hacia afuera y vi que ya empezaba a oscurecer, me quede viendo a través de la ventana buscando a Max, pero no lo vi, deje todo lo que estaba haciendo y me dirigí hacia la puerta principal en busca de mi hermano. No lo vi por ningún lado así que empecé a caminar por el jardín, cuando llegue a la acera lo vi hablando con una mujer, vi que Max estaba llorando y me preocupe mucho así que empecé a correr hacia su dirección.
-Max ¿Qué te sucedió? – pregunté preocupada, puse ambas manos en su rostro para inspeccionar con cuidado su rostro.
- Estaba jugando en la bicicleta y quería hacer uno de los trucos que mis amigos en la escuela hacían con sus bicicletas – apenas lograba entenderle porque estaba sollozando, me acerque a él y lo abrace.
- Yo estaba regando las plantas de mi jardín cuando lo vi caerse de la bicicleta, vine casi inmediatamente porque me preocupe mucho cuando lo escuche llorar – dijo la mujer de antes.
Levante mi vista y la mire, era una mujer bastante alta de cabello rubio y unos hermosísimos ojos azules, ella miraba muy preocupada a Max.
-Gracias – le respondí.
- ¿Te duele algo? – le pregunté a Max y él asintió con la cabeza.
- Me duele la rodilla – señalo su pantalón n***o que ahora estaba roto.
Con mucho cuidado levante su pantalón y me di cuenta de que tenía una gran herida que cubría gran parte de su rodilla, algunas gotas de sangre se deslizaban hasta su pie.
-Mi esposo es doctor y no tarda en venir, si quieres podemos entrar a mi casa para que lo cure – dijo la mujer ofreciéndome su ayuda.
-Gracias, pero no quiero ser ninguna molestia.
- No será ninguna molestia, además su herida es bastante grande y será mejor que la vea un profesional.
Mire nuevamente la herida de Max y realmente era grande, aunque no era tan profunda, pero igual ella tenía razón. Al final acepte su ayuda y levanté entre mis brazos a Max y lo lleve dentro de la casa de la mujer. Casi inmediatamente cuando entre me di cuenta de que esta familia tenía mucho dinero, el interior de la casa era muy hermoso, en el centro de la sala había un gran candelabro que colgaba del techo, toda la casa tenía una decoración bastante clásica.
-Recuéstalo en el sillón, yo iré por el botiquín – yo asentí y la vi desaparecer por las escaleras que llevaban a la segunda planta.
- Lo siento – dijo Max cuando estuvo sentado en el sillón.
- ¿Por qué? – lo mire confundida.
- Me dijiste que solo jugara una hora, pero no te hice caso, seguí jugando y por eso me caí – mire sus mejillas estaban muy rojas de tanto llorar, con mis dedos quite algunas lágrimas que se deslizaban por sus mejillas y le sonreí.
- Ya tranquilo, no estoy enojada contigo – me acerqué y le di un beso en la mejilla.
En ese momento vi unas luces de un auto estacionarse frente a la casa al mismo tiempo que escuchaba los pasos de la mujer bajando las escaleras.
-Justo a tiempo, allí viene mi esposo – dijo la mujer acercándose a mí y dejando el botiquín sobre la mesa de la sala y después se alejó para ir a abrir la puerta -Hola cariño – dijo ella al abrir la puerta, le dio un beso al hombre que estaba afuera - ¿Qué tal el trabajo? – preguntó ella.
- Muy bien, hoy me visitó la señora Smith para ser chequeo mensual y…- se detuvo al verme.
- Amor, ellos son nuestros nuevos vecinos, el niño se cayó frente a nuestra casa y está sangrando mucho ¿Podrías ayudarlo? – dijo la mujer muy preocupada.
- Claro, por supuesto – respondió inmediatamente y se acercó a nosotros.
Era un hombre bastante alto, de tez blanca, cabello marrón oscuro, cejas un poco gruesas pero definidas, su barba era bastante corta y del mismo color de su cabello.
- ¿Qué te sucedió campeón? – le preguntó él sentándose de cuclillas frente a Max.
- Me caí de la bicicleta – en ese momento el hombre hizo una mueca de dolor.
- Yo me caí muchas veces también cuando era pequeño, ¿Me dejas revisarte la rodilla? – preguntó él y Max asintió.
El doctor levantó con delicadeza el pantalón para no lastimarlo, Max hizo una pequeña mueca de dolor cuando levantó la parte del pantalón en donde estaba su herida.
-Es bastante grande pero no es la gran cosa, en unas semanas estarás como nuevo – le guiño el ojo a Max, en ese momento me miro con sus ojos azules - ¿Podrías pasarme el botiquín por favor?
Me gire un poco para tomar el botiquín que antes había dejado su esposa sobre la mesa, se lo entregue, cuando él tomó el botiquín nuestros dedos se rozaron, pero ninguno de los dos se inmuto.
-No tuve la oportunidad de presentarme formalmente, soy Vanessa Wheigham – me estiro su mano y yo la tomé.
- Yo soy Elisa Campbell y él es mi hermano Max – ella se llevó las manos a su rostro muy sorprendida.
- Lo siento, pensé que era tu hijo – yo me reí un poco.
- Casi siempre me dicen eso, que parezco su madre – reí.
- Él es mi esposo Richard Wheigham, es uno de los mejores doctores de Westville – dijo Vanessa presentando a su esposo, lo mire y él estaba muy concentrado curando la herida de mi hermano que ni siquiera se inmuto – Ya que somos vecinos y vivimos en frente, no duden en buscarnos si algún día necesitan algo – me sonrió.
- Gracias, son muy amables – le sonreí.
- Listo, ya está – dijo Richard bajando la pierna de Max al suelo para que él pudiera caminar.
- Gracias señor Wheigham – dijo Max, él solo le sonrió.
- No te preocupes, puedes llamarme Richard – dijo acariciando su cabeza amistosamente.
- Es bueno que al fin alguien se haya mudado en esa casa, paso mucho tiempo sola y abandonada que empezaba a darle un aspecto tenebroso al vecindario – Vanessa rio un poco.
- De casualidad ¿Ustedes son familiares de la antigua dueña? – preguntó Richard – Escuché que estaban buscando a los familiares de ella – por un momento se detuvo – Perdón si fue muy inapropiada la pregunta…- lo interrumpí.
- No, está bien – le sonreí – Si, al parecer éramos sus últimos familiares, ella era nuestra abuela, pero nunca la conocimos.
- Es una pena, era una señora muy amable – dijo Vanessa.
- Muchas gracias por haber ayudado a mi hermano, ¿Cuánto debería de pagarle por la atención que le dio a mi…? – Richard me interrumpió.
- No hace falta, tómalo como un regalo de tus nuevos vecinos – me sonrió y yo le devolví el gesto.
- Gracias.
Después de despedirme de ambos, Max y yo salimos de su casa y cruzamos la calle para llegar a nuestra casa, cuando ya nos habíamos pasado al otro lado de la calle escuche una voz masculina detrás de nosotros.
- ¡Elisa! – dijo Richard cruzándose la calle para alcanzarnos.
- Hola Richard – lo miré confundida.
- Olvide darte esto antes – me mostro unas pastillas - Son unos analgésicos especialmente para niños, pueden dárselo después de cenar para que no le duela mucho la rodilla.
- Muchas gracias, Richard – le sonreí.
Al momento de entregarme la caja con las pastillas nuestras manos volvieron a rozar, casi inmediatamente ambos nos miramos a los ojos durante unos segundos, una extraña sensación recorrió todo mi cuerpo al mirar sus ojos azul intenso.
-Buenas noches, Richard – aparte mi mirada de él.
-Buenas noches, Elisa.