Al día siguiente me levante temprano para dejarle preparado el desayuno a mi hermano antes de irme a trabajar, él todavía no iniciaba la escuela, de hecho, hace apenas dos días lo había matriculado y me dijeron que él podría presentarse hasta el lunes de la siguiente semana, hoy es viernes así que todavía tiene dos días más para quedarse en casa y descansar.
Después de ducharme y vestirme bajé a la cocina en donde empecé a preparar el desayuno, quería llegar lo más temprano posible para conocer mejor a que horas era que la gente solía ir más a la tienda. Gracias a la ayuda de Verónica había logrado trasladar mi antigua cafetería y pastelería a Westville, esperaba desde lo más profundo de mi corazón de que me fuera mejor que en Weldonsville.
- ¿Qué estás haciendo despierta tan temprano? – preguntó la ronca voz de Max a mis espaldas haciendo que yo me sobresaltara.
- ¿Tú que estás haciendo despierto tan temprano? – lo miré con el ceño fruncido – Te dije que inicias clases hasta la otra semana.
- ¿Te iras a trabajar? – preguntó ignorando por completo mi pregunta, yo solo asentí con la cabeza mientras movía el huevo en la cacerola para que no se pegara.
- Regresaré a la hora del almuerzo para venirte a dejar algo de la cafetería ¿Qué te gustaría? – pregunté y él se quedó pensativo por unos segundos.
- No me quiero quedar solo – arrugo la nariz - ¿Te puedo acompañar? – preguntó mientras yo servía el desayuno.
- Pensé que ibas a querer descansar por el dolor en tu rodilla – alcé una ceja.
- No me duele tanto como ayer, el señor Wheigham debe ser un buen doctor – me sonrió Max.
- Sí, tal vez lo sea – me limite a decir antes de poner ambos platos sobre la mesa y sentarme para que ambos empezáramos a desayunar.
Después de que terminamos de desayunar Max me preguntó de nuevo si me podía acompañar al trabajo, me sorprendió mucho su intención de querer acompañarme, pero luego se me ocurrió de que tal vez se iba a sentir un poco solo en esta gran casa y más que todavía no tiene amigos con los cuales pueda salir a jugar. Tuve que esperar a Max unos minutos más a que él se bañara y se vistiera y cuando al fin estuvo listo ambos salimos de la casa y caminamos hacia la orilla de la calle que era en donde estaba estacionada la camioneta, mientras nosotros nos acercábamos a la camioneta vi como Richard Wheigham salía de su casa y se dirigía a su auto.
- ¡Buenos días, señor Wheigham! – dijo en voz alta Max para que él lo alcanzara a escuchar, Richard levantó la vista y le sonrió a Max cuando lo vio.
Debido a que él era bastante alto, apenas dio unos pocos pasos cuando ya se encontraba frente a nosotros.
- ¿Qué tal tu rodilla campeón? – preguntó Richard.
- Mucho mejor, creo que puedo volver a jugar – dijo Max haciendo que Richard riera.
- Tranquilo, dale un poco más de tiempo a tu rodilla, te dolerá mucho si la mueves demasiado – le dijo Richard con una gran sonrisa, por primera vez me miró a mí y me sonrió – Buenos días, Elisa.
- Buenos días – respondí con una media sonrisa.
- ¿Ya se van? – preguntó curioso.
- Si, debo de ir a abrir mi negocio, tengo una cafetería y pastelería por si un día deseas comprar algún pastel.
- De hecho, necesito un pastel, pronto será mi aniversario con mi esposa y me gustaría personalizar mi propio pastel… ¿Podrías hacerlo tú? – preguntó dudoso.
- Si, por supuesto – respondí inmediatamente.
- ¿Podría tener tu número para hablarte y avisarte para cuando lo quiero? -preguntó y yo acepte.
Le di mi número y él me dijo que me llamaría para decirme como quería que preparara el pastel, al final ambos nos despedimos y nos subimos a la camioneta para ir a mi cafetería.
Cuando entré al local de la tienda, sonreí orgullosa, había logrado obtener un local más grande y a menor precio, había encontrado este local en el centro del pueblo de Westville, la cafetería estaba ubicada en una de las calles más transitadas así que creo que no me iría tan mal.
Max me ayudo limpiando todas las mesas, mientras que yo preparaba dos cafeteras para preparar el café, minutos después cuando ya todo estaba listo gire el cartel que antes decía cerrado ahora dice abierto.
Pasaron algunas horas mientras que yo esperaba a que entrara el primer cliente, estaba tan aburrida que hasta había empezado a jugar con Max con unas cartas que había traído de casa, de repente la campanita de la puerta sonó anunciando que alguien había entrado a la tienda.
¡Mi primer cliente en Westville!
-Buenos días – le dije a la mujer de tez morena que había entrado, llevaba de la mano a una niña como de la edad de Max.
- Buenos días, estaba buscando un pastel, es algo de última hora, la otra cafetería no termino el pastel que había encargado y ahora necesito un pastel lo más cercano a rosado que tengas – dijo la mujer acercándose el refrigerador en donde tenía los pasteles.
Justamente había dos pasteles rosados con algunas fresas en el centro.
-Estos son los únicos pasteles en rosado que tenemos por el momento – dije señalando los pasteles, la mujer se acercó al refrigerador para verlos mejor.
- ¡Es perfecto! – dijo emocionada – Lo llevaré – me miró con una gran sonrisa.
- Esta bien – abrí el refrigerador y saque el pastel para poder empacarlo en la caja - ¿Quiere que le ponga alguna dedicatorio? – pregunte y la mujer miro a la niña.
La mujer empezó a hablar con la niña a través de señas, fue en ese momento que me di cuenta de que la niña no podía hablar ni tampoco escuchar nada, la mujer habló por unos segundos con la niña y luego me miro con una gran sonrisa.
- ¿Podrías ponerle “Feliz cumpleaños Cindy”? – yo asentí con la cabeza.
Por los colores del pastel quedaría muy bien el color café para las letras para que resaltara más, decidí escribir “Feliz cumpleaños Cindy” con caramelo.
-Max, ¿Podrías traerme una caja para el pastel? – él asintió con la cabeza y fue hasta la bodega de la tienda para traer una de las nuevas cajas que había ordenado para la tienda.
- Disculpa ¿Ustedes son nuevos en Westville? – me preguntó la mujer curiosa.
- Si, apenas nos mudamos ayer – le sonreí.
- Que bien, soy Dafne y ella es Gabriela – dijo presentando a la pequeña niña.
- Hola, es un gusto conocerlas a ambas – les sonreí. Dafne habló con su hija como traduciendo lo que yo acababa de decir y después la niña me sonrió e hizo un corazón con sus dedos, mi corazón se llenó de tanta ternura al ver su gesto, yo también hice un corazón para ella.
- Ten por seguro que si a mis invitados les gusta tu pastel les diré que visiten tu pastelería.
- Muchas gracias.
- Aquí esta – Max me entregó la caja y yo empecé a meter el pastel en la caja cuidadosamente para que no se arruinara.
- ¿Puedo tener alguna tarjeta de la tienda? Por si algún día quiero encargar algo – preguntó Dafne amablemente.
- Claro – empecé a buscar las tarjetas de presentación, pero Max fue más rápido y le entregó una tarjeta de ella.
- Aquí tiene – le entregó la tarjeta.
- Gracias – ella le sonrió.
Dafne pagó el pastel y luego se fue de la tienda junto con Gabriela, durante todo el tiempo que ellas dos estuvieron en la tienda Max no había parado de ver a la niña y sentía una gran curiosidad por saber porque veía tanto a la niña.
-Max… - llame su atención mientras el veía una película desde mi celular.
- ¿Mm? – dijo sin ni siquiera levantar la vista del celular.
- ¿Por qué veías tanto a esa niña? – pregunté curiosa, en ese momento él me miro y empezó a balbucear.
- Pensé que había sido mal educada porque no habló cuando se presentó, pero después me di cuenta de que no podía hablar, nunca había visto a un niño así – admitió sorprendido - ¿Crees que sea muy difícil para su mamá comunicarse con ella? – preguntó curioso.
- Tal vez fue difícil al principio, pero después se debieron acostumbrar y ahora debe ser más fácil para ellas – admití y Max asintió con la cabeza.
Al final del día llegaron cinco clientes en total, no estaba tan mal ya que era mi primer día en este pueblo, esperaba que a Dafne le hubiera gustado mi pastel y así pudiera correr la voz sobre mi trabajo y de esa forma podría tener más clientes.
Conduciendo de camino a casa ya empezaba a oscurecer, a pesar de que ya estaba un poco oscuro todavía se veían algunas personas caminando en la orilla de la calle, reduje un poco la velocidad cuando entre a nuestro vecindario, esperaba encontrar niños jugando como la primera vez pero no había nadie, de hecho las calles de nuestro vecindario si estaban solas, me estacione frente a la casa y estaba a punto de bajarme del auto cuando me di cuenta de que Max tenía la cabeza recostada en la ventanilla mientras dormía plácidamente.
-Max…- lo moví un poco para que se despertara, pero no se despertó.
Lo moví varías veces, pero solo gruñía y murmuraba cosas que ni siquiera lograba entender.
-Ni siquiera pienses que te cargaré hasta la casa, tendrás que bajarte tu solo – dije en voz alta para que me escuchara, pero ni siquiera se inmuto.
Estaba a punto de bajarme del auto cuando vi una sombra mirándome a través de la ventana, grite del susto haciendo que Max se despertara asustado. Encendí la luz del interior del auto y pude ver mejor que era un perro n***o que tenía unas largas orejas paradas que por la sombra parecían como si fueran cuernos, de repente el perro empezó a ladrar descontroladamente y a rascar la puerta.
Ni siquiera podía abrir la puerta porque de seguro que en cuanto saliera me iba a morder ese perro, mire hacia todos lados para pedirle ayuda a alguien que estuviera afuera pero no vi a nadie, la única solución que se me ocurrió era abrir la puerta con fuerza para golpear al perro y con suerte el perro se iría.
Estaba a punto de hacer eso cuando llamó al perro.
-Amon – en cuanto habló el hombre el perro corrió hacia quien parecía ser su dueño, le puso la pechera y el perro se tranquilizó.
Me baje del auto y mire todavía con un poco de temor al perro, pero él se veía tan tranquilo ahora que parecía como si fuera otro perro. Me acerqué a la puerta del auto y vi que estaba toda rasgada, la pintura estaba arruinada, fruncí el ceño enfadada y miré de nuevo al dueño del perro, pero él ya se había dado la vuelta alejándose del carro.
- ¡Hey tú! ¡Debes de pagar por esto! – exclamé, pero él ni siquiera se detuvo – Max entra a la casa – lo miré con el ceño fruncido y él asintió y corrió dentro de la casa, corrí detrás del hombre que llevaba al perro que había aruñado la pintura de mi puerta - ¿Qué piensa que está haciendo? Debe de pagar por eso – dije una vez estuve detrás de él.
En ese momento él se detuvo y se dio la vuelta para mirarme con el ceño fruncido, era un hombre como de mi misma edad, cabello rizado y oscuro.
-Ese es tu problema no mío – se limitó a decir antes de seguir caminando.
- Tu perro hizo eso, así que tu deberías de pagarlo – dije todavía en el mismo lugar.
El hombre se detuvo y se giró de nuevo para mirarme, se acurruco detrás de su perro, por un momento pensé que lo iba a soltar para que se me tirara encima, pero en vez de eso paso su brazo alrededor del cuello del perro y lo empezó a apretar y el perro empezó a llorar.
-El perro lo hizo, así que él debería de pagarlo – dijo todavía apretando el cuello del perro.
- ¡Detente lo mataras! – exclame asustada.
Él siguió unos segundos más apretando al perro, pero después se detuvo.
-Maldito psicópata – dije en voz baja, pero él me escuchó porque se rio un poco.
Se llevó la mano a su bolsillo trasero y sacó su billetera, sacó unos billetes y los tiró al suelo.
-Allí esta tu maldita puerta, tómalo y déjame en paz – ni si quiera pude responderle porque se dio la vuelta y siguió caminando con su perro.
- ¿Qué rayos acaba de suceder? – dije todavía sorprendida.
Me dio mucha rabia que hubiera tirado el dinero al suelo y no me lo haya dado en la mano, tomé el dinero enfadada y levanté la vista para verlo alejarse, me sorprendí al darme cuenta de que entró a la última casa de esta cuadra.
Mientras caminaba de regreso a casa empecé a revisar los billetes que él me había tirado, me sorprendí al ver que eran solo billetes de a 100, conté el dinero rápidamente y eran $800 dólares, ¡Había tirado $800 dólares en un rato!
Para sacar los rayones de la puerta eso era mucho más de lo que realmente necesitaba, de no haber sido porque ese hombre había sido muy grosero habría regresado a devolverle una parte del dinero, pero había sido un maldito imbécil así que decidí quedarme con todo el dinero.