Se encontraron sentados en la cama, uno de cada lado, la trinchera estaba en una línea invisible dibujada en el centro de la cama. Se cambiaron la ropa sin decir nada y hacía un par de minutos que continuaban así. Jordan pensó que todo pasaría, que ninguno de los dos hablaría y cuando amaneciera quizás los dos se habrían quedado dormidos de esa misma forma. Pero Emira lo sorprendió en más de un sentido. -Cuando era pequeña- dijo ella en un susurro que hizo a su esposo esforzarse por oírla- Decía que nunca me casaría. Que nunca tendría hijos y que lo más parecido a una familia que tendría cuando mis padres murieran serían los empleados de la chocolatera- ella respiró hondo mirando a sus muslos desnudos, usaba un pijama de short corto con una delgada franelilla y sus pies descalzos reclamab