Un automóvil estacionó fuera de la vivienda de los Badell a las cuatro y cuarenta y nueve de la madrugada de aquel día, los vigilantes y empleados, asustados por la visita, despertaron bruscamente a los señores de la vivienda. -¡Saúl, qué harás!- Eliza vio con terror a su marido tomar su escopeta y con los ojos enloquecidos de quien despierta en la madrugada con visita inesperada la miró. -Quédate aquí, Eli- salió de la habitación y su testaruda esposa le siguió el paso. Él bufó cuando la encontró en las escaleras- Hay que ver que eres jodida, mujer- ella lo ignoró y se acercó a él. -Tengo que vigilar que no hagas alguna idiotez, mijo, como siempre- gruñó a su marido mientras peinaba su cabello con las manos, su corazón latía muy fuerte cuando vio, en la entrada principal, el costoso v