Días diferentes
Pasaron varios días en que hubo cambios bastante significantes en mi vida y sobre todo, a lo que estaba acostumbrada durante estos años en que he estado por fuera, libre, en que he tratado de tener más que todo una vida tranquila, pero ahora, muchas cosas habían cambiado. Por un lado, porque ahora hacía esos encargos en que alguna vez trabajé antes y creí que no habría problema alguno con esto, porque no era que tuviese que trabajar tan seguido, solo eran unas dos o tres veces a lo mucho por semana así que estaba bien, pero por otro lado, había cierto detalle que había cambiado por completo mis días o más bien, la dinámica de estos, y este detalle, tenía nombre propio: Alejandro, quién se había empecinado con entrometerse en mi vida lo más que podía y no era que lo hiciera de mala manera, pero el hecho de que estuviese siempre cerca de mí sin pedirlo, llegaba a molestarme a veces en exceso, porque no siempre quería hablar, a veces quería estar simplemente sola, pero siempre estaba cerca y pensaba en qué podía hacer: ¿será que tendré que cambiarme de universidad para evitar a este irritante? Aunque no, no puedo hacerlo, el costo de la colegiatura fue demasiado alto y no puedo perderlo solo para evitar a una persona que ni siquiera hacía algo mal en sí, pero de todas maneras, estaba cambiando toda la dinámica en mi vida y me molestaba, me molestaba mucho y más, porque estaba completamente segura de algo y es que yo no le interesaba en lo absoluto, sí, yo no le interesaba en nada y saber este hecho me hacía irritar aún más.
Ahora se sentaba todos los días a mi lado, sin motivo y siempre estaba cerca, hablándome a veces de forma altanera y otras no tanto, porque a veces parecía ofenderse o entristecerse cuando veía que no lograba avanzar en nada conmigo, pero es que yo había sido sincera en todo momento: no quería tener nada con él y muchísimo menos, cuando notaba que quería tenerme por mero capricho, porque fui la primera “cosa” en su vida que no había podido obtener fácilmente y creo que este hecho, era lo que le había hecho obsesionarse con salir conmigo, porque no me conocía en nada, le gusté porque sí, sin motivo, por mi físico nada más y ahora, como todos incluso en el salón de clases saben de sus intenciones, que quiere salir conmigo y no ha podido, sé que lo habrá hecho incentivarse más a tenerme a toda costa, para no quedar mal con sus amigos y eso no hacía más que irritarme hasta más no poder, porque sabía que no le gustaba en serio y lo que no tenía idea, es de cuán lejos llevaría todo solo por cumplir con su capricho.
Esa mañana tuvimos un taller en parejas y cuando vi sus negras intenciones de alejarse de sus amigos, los del equipo de natación, me acerqué a Andrés y él me dijo que estaba bien, que hiciéramos la prueba los dos, lo cual no pareció agradarle en nada al pelinegro, quién tuvo que regresarse a su lugar al ver que ya tenía con quién trabajar y noté que sus amigos se rieron de él, lo cual por supuesto sabía que lo frustraba aún más.
Cuando salimos, Andrés me iba diciendo que quería ir el fin de semana a mi casa, yo lo había invitado porque haríamos una comida especial, que es una costumbre que teníamos desde chicos, nuestras familias hacían comidas especiales los fines de semana y a pesar de las cosas que ocurrieron, mantuvimos esa costumbre y le dije que podía ir si quería cada fin de semana, al final siempre invitamos a más gente y se hace alguna reunión, se pasa bien, pero luego, cuando nos detuvimos en la entrada, volteé a ver alrededor porque sentí que alguien me estaba observando y fue que noté que todo el rato tuvimos al pelinegro detrás de nosotros y no nos habíamos dado cuenta, pero no se encontraba solo, dos de sus amigos, los del equipo de natación, estaban con él, pero solo Alejandro parecía haber escuchado lo que estábamos hablando.
-Vas a hacer una fiesta y no me vas a invitar, ¿no es así?-Preguntó con un semblante frío y asentí.
-Lo siento, es solo para allegados.-Me excusé y él pareció desconcertado con mi respuesta.
-¿Por qué eres cruel conmigo? No me gusta que me excluyan, me hace sentir mal.
-Oye, no te estoy excluyendo. La reunión es cosa familiar y los pocos que irán aparte, son amigos cercanos y nada más, pero a ti casi ni te conozco. ¿Por qué te habría de invitar?
-¿Cómo me vas a conocer si solo me siento a tu lado todos los días y no hablamos de nada?
-¿Cómo vamos a conversar en plena clase? Se supone que se debe prestar atención, no andar charlando.
-A ver.-Tomó mi teléfono, que se salía de uno de mis bolsillos y lo vi teclear algo en él.
-No sé si sabías que la gente civilizada no le quita los teléfonos a los demás.
-Mira.-Me mostró, se había llamado a sí mismo desde mi teléfono.-Ahora que tengo tu teléfono, podremos hablar más seguido y nos conoceremos.
-Ah, eres increíble.-Me quejé, pero de nuevo, pareció no comprender el sarcasmo.
-Lo sé, lo soy y más adelante te sorprenderás aún más, bebé.
-¿No pillas el sarcasmo o es que eres imbécil?-Le dijo Andrés y lo miré anonadada, ¿por qué le habló de esa manera? Ellos son amigos, no lo entiendo y más, porque hoy no es uno de sus días malos. Todos, incluidos los amigos de Alejandro, lo miraron confundidos.-Es obvio que Irina no le dijo en serio, le caes mal.
-Oye, no me cae mal a pesar de lo fastidioso que es.-Corregí y escuché las risas de sus amigos.
-Andrés, somos amigos y todo, pero si te gusta la misma vieja que yo, tendremos problemas.-Le dije y vi por donde iba todo.-Te lo dije directamente el otro día, me gusta Irina.
-No me gusta ella.
-Pues no pareciera.-Se quejó y preferí detener esta discusión tan absurda.
-Alejandro.-Le hablé y me miró anonadado.
-Es raro, es la primera vez que dices mi nombre.
-¿Sabes? Mejor ven un segundo.-Le dije, para apartarlo del resto y poder hablar bien. Nos alejamos un poco y él parecía muy entusiasmado con mi iniciativa. Hacía sol y la brisa era fuerte, era un día muy agradable como para dañarlo con celos de un tonto sin fundamentos.
-Dime, preciosa.-Dijo con una sonrisa y parecía más emocionado aún, no entendía por qué.
-No entiendo por qué haces las cosas tan difíciles, al menos para mí.
-¿Por qué lo dices?
-Mira, te seré sincera, de nuevo. Sé con qué intenciones te sientas a mi lado todos los días, sé que quieres que salgamos o no lo sé, pero si tu meta es que sepan que pudiste salir conmigo, cumplir con tu capricho, bien puedes decirles a los chicos que salimos, no importa que no sea verdad, pero así, quedas bien con ellos y me dejas en paz.
-Mmm, no comprendo por qué dices eso.
-Soy un capricho, ¿bien? tu capricho y no hagas que me caigas mal, por favor.
-Pero…-Se detuvo unos segundos, pensativo y luego me miró.-¿Sabes? Yo… sí quiero conocerte en serio, saber más allá de tu nombre, que te gusta estudiar, que eres bastante desconfiada, seria y eso sí, preciosa, pero… quiero conocerte en serio, saber qué te gusta y lo que no, lo que quieras o desees, pero… no sé ni bien por qué, lo admito, pero sí quiero conocerte. Me entusiasma de solo pensarlo.
-Mmm.-No dije nada, porque no tenía idea de qué decir. Parecía muy sincero en sus palabras, que tal vez detrás de tanta superficialidad, sí quiera conocerme en serio, aún cuando ni él mismo sepa por qué, pero… no, eso sería que perdiera el tiempo, porque no podía salir con él. No puedo salir con nadie, eso no lo volveré a hacer, es algo impensable, pero… ¿cómo hacérselo saber?
-Empezaré a escribirte cada día, solo espero que no me bloquees.
-Mmm.
-¿Te llevo a tu casa? O bueno, ya sabes, mi escolta puede llevarnos.
-No, ya vienen por mí, pero gracias.-Dije intentando evadir su invitación, porque si me llevaba una vez, puede que luego quiera seguir yendo a visitarme y no sé si sea conveniente que sepa mi dirección, así que no.
-Mmm, está bien.-Dijo cabizbajo.-Entonces… te hablo en un rato.-Dijo y acto seguido acarició mi cabello como si fuera un cachorro, no sé por qué, pero lo hizo con una leve sonrisa y luego se alejó. No sabía ni qué debería sentir después de eso.