―¿Tienen alguna fecha para la boda? ―preguntó el fiscal de la embajada. ―Sí, tenemos una fecha ―respondió Angie. ―¿La cuál es? ―El sábado trece. ―¿Dentro de cuatro días? ―preguntó, con los ojos en blanco. ―Sí. Faltaba menos de una semana para la expectante boda, donde me uniría en sagrado matrimonio con una de mis mejores amigas, pero no con el amor de mi vida. Esa mañana tuvimos que ir a la embajada como requisito para que Angie pudiera quedarse en el país, siendo necesario que uno de los fiscales estuviera en nuestra boda y notara la realidad de los hechos. En ese momento era Angie quien respondía todas las preguntas, por lo cual, el hombre delgado como una aguja apuntó hacia mí y me lanzó una pregunta. ―¿Por qué la prisa, Sr. Eastwood? Debía tener una buena respuesta que alejar