Estuve tentada a correr hasta el escritorio de Perla, pero en cambio sujeté mi bolso y metí el sándwich, encaminándome a paso ligero hasta su habitual posición. ―Estoy libre, Perla. Me dio la tarde para no lucir como prostituta barata. ―Eso es genial, Andrea ―dijo mientras buscaba las llaves y escribía la dirección en una hoja de papel―. Ve y elige el que quieras, de todo. Luego, si sales antes que llegue, guarda la llave bajo una escultura persa que está afuera. De todas maneras me envías un mensaje cuando estés por irte, para saber cuánto tiempo estará mi llave alejada de mí. Sonreí y quité las llaves de sus manos, queriendo abrazarla por ser tan buena. ―Gracias, te deberé una eternamente. Antes de ir a su casa, pasé velozmente por la mía. No había nadie cuando llegué, porque Eric