Al girar la cabeza, Anna observa que es la reina quien ha vuelto a la habitación. Por segunda vez se encuentran a solas y frente a frente. Aún así con un gesto amable le informa sobre la salud de su pequeña hermana. —Despertará pronto, su majestad. —Eso espero —expresa la mujer en tono de advertencia—. No quiero que te aproveches de esta situación para correr a los brazos de mi hijo. Él se encuentra muy afectado por el accidente de su esposa, y su vulnerabilidad puede llevarlo a hacer cosas que no le convienen. Anna casi muerde su propia lengua, aprieta sus labios y respira profundo, porque debe mantener el control. Esta mujer además de llamarla insolente, salvaje y mentirosa, cree que ella es realmente capaz de aprovecharse de algo como esto. —Perdone, su majestad, pero usted ha educ