Mientras la rubia tiene una batalla interna, Anna se acerca a esta para abrazarla. Ambas se funden en los brazos de la otra como hace mucho no lo hacían, mientras las lágrimas salen de sus ojos. Aquí es donde la mayor limpia la cara de esta, y besa su frente. —No tengo nada que perdonarte, Elisa… Pronto vas a estar de pie, hermana mía. Ya lo verás, y podrás hacer todo lo que desees —le dice, conmovida, aunque todo aquello signifique al mismo tiempo algo negativo para su relación con Rodrigo. Lo que más quiere es ver a su hermana bien. La rubia le asiente. Eso es lo que desea, pues quiere hacer tantas cosas. Y entre ellas su corazón le arroja el pensamiento de cabalgar, brincar y correr hasta encontrarse en los brazos del hombre que la ha hecho una mujer de verdad. Esa noche Anna va a s