El corazón de Elisa quiere salir de su pecho por el simple hecho de pensar que podría ser el príncipe Rodrigo quien toca la puerta. Sin embargo, respira con calma cuando su amante da vuelta a la manilla y María, su hija, entra. —¡Padre! ¡Es hora de la cena! —le avisa María, pero al ver su cara pálida y extraña observa de inmediato a Elisa. Algo retumba en la hija del mayordomo, porque el rostro de la rubia se encuentra rojo y parece fingir su tranquilidad, pues se ve demasiado tensa. —¡Está bien, María! De inmediato bajo —le responde este, sin poder ver los ojos de su hija. María observa su actitud tan extraña, y alza la ceja. Ella conoce tan bien a su padre que no se atrevería a pensar que ocurre algo entre este y Elisa, de no ser porque las puertas nunca se traban, al menos que alguie