Rodrigo continua bajando el escote, aflojando las tiras entrecruzadas en el corsé, mientras Anna jadeante experimenta sensaciones indescriptibles en su interior. Él contempla su piel blanca y la perfección de sus redondos senos cuyos pezones se asemejan a un par de rosados pompones primaverales. Anna es extraordinariamente hermosa, su cuerpo es perfecto, su cintura es estrecha, lo cual, realza lo prominente de sus pechos latentes; su abdomen plano desciende con precisión hasta su vientre, cada curva pone de manifiesto lo amplio de sus caderas. Tal como lo imaginó Rodrigo durante todos esos tres años en que la figura de la pelinegra parecía haberse quedado impregnada en su retina. Ella se estremece con el mínimo roce de sus largos y finos dedos, Rodrigo desea poseerla pero no tan rápido,