Camila manejó tan rápido como pudo, se alejó tanto, que cuando se detuvo, estaba en una carretera desértica. Las lágrimas rodaron por sus ojos, sollozó sin poder evitarlo. Sintió cómo, tantos años de su vida se escurrían entre sus manos. Los recuerdos venían a su mente. «—¡Eso no es amor, Camila! —Padre… —Le has dado todo como si fuera un niño pequeño, no eres su madre, Camila, ese hombre es un inútil —sentenció su padre. Camila estaba frustrada. —Quiero ayudarlo, padre, èl tiene que estudiar, nunca tuvo la misma oportunidad que yo, por eso, pagó sus estudios, él será un buen financiero, ya verás, haremos de tu empresa una gran empresa grande, así como Harp, ya lo verás, confía en mì, además, lo amo, papá, èl me ama. El padre de Camila acarició su rostro con ternura. —Hija mía,