Emmanuel salió, caminó por el muelle hacia el yate, y respondió esa llamada. —Hola, Estefanía, buen día —dijo con desinterés. Hubo un silencio largo. —Hola, Emmanuel, ¿De verdad es cierto lo que he escuchado? —¿Y qué has escuchado? —exclamó él. —¿Te casaste? Emmanuel sintió mucha satisfacción de que ella le preguntara eso. —¡Qué rápido vuelan los rumores! Sí, me casé. Estefanía estaba furiosa. —¿Por qué? —Su voz sonó clara como un reproche. Emmanuel disfrutaba esto, no podía creer que fuera tan cínica, pero ahora ya conocía de lo que estaba hecha. —¿Por qué? Pues porque soy un hombre libre y se me dio la gana casarme. —¿Quién es ella? ¿Desde cuándo la conoces? ¿Acaso la conoces desde antes de divorciarnos? —exclamó enojada e intrigada. Emmanuel rio un poco. —Suenas como