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La boda terminó, Emmanuel tomó la mano y llevó a Camila al auto. —¿Estás lista? —¿A dónde vamos? El hombre sonrió. —Es una sorpresa. Camila mirò por la ventana y respiró porfundo. El cielo estaba azul marino, con las estrellas brillantes en su máxima expresión. Sin embargo, el corazón de Camila distaba mucho de estar con la calma del mar, ella tenìa demasiadas dudas en su mente. Pronto, se detuvieron en el muelle, bajaron y ya los esperaba un yate. —Vamos. Camila estaba nerviosa, pero subió con el hombre. Emmanuel condujo ese yate. Ella tomó asiento, observó el mar, enormes, e imponente. —Emmanuel, puede haber un tsunami, y ahogarnos. Ten cuidado, no quiero ser alimento para tiburones. Emmanuel, solo rio; pronto vieron unas luces en medio del mar. Ella sonriò al verlas, er