CAPÍTULO CINCO

1485 Words
ABIGAIL   “¡Mamá, por favor!” repito por milésima vez hoy.   “Ya te dije que no,” ella me responde con tono firme.   “¡Tengo veinte años, no debería pedirte permiso para ir a una fiesta, soy una adulta!” le respondo, cruzándome de brazos.   “Tienes diecinueve, y técnicamente eres una adulta joven, además, una que está en mucho más peligro que los demás,” ella me dice.   “¿Por qué estaría en peligro en una fiesta de cumpleaños?” le respondo con molestia.   “Una fiesta es el escenario perfecto para ponerte en peligro, hay alcohol y drogas, sin mencionar que estarías rodeada de un montón de personas que no conoces,” ella me dice.   “¡Ese es el punto!” le respondo y ella me mira asombrada, así que me corrijo rápidamente.   “No me refiero al alcohol y las drogas, sino al hecho de que esas personas seguirán siendo desconocidas a menos que socialice con ellos,” le digo con tono exasperado.   “Abigail, hay muchos más espacios en la universidad para que ‘socialices’, grupos de estudio, clubes de lectura, no sé, ¿algún deporte tal vez?” ella me dice y yo gruño con desesperación.   “Papá, haz algo,” le digo a mi padre, quien como es usual, está de pie junto a nosotras mirando de una a otra, pero sin atreverse realmente a intervenir.   “Cariño, creo que esta vez concuerdo con tu madre, las fiestas, especialmente las que se hacen en las fraternidades son usualmente muy peligrosas para las mujeres jóvenes, pero en tu caso lo es aún más, recuerda que no te puedes exponer de esa forma con esa loca rondando aún por ahí,” él me dice con calma, tratando de acercarse a mí y poner una mano en mi hombro.   “Otra vez con esa historia ridícula de la mujer loca,” le respondo sacudiéndome su mano de encima, y doy media vuelta para volver a mi habitación, pero antes de salir del estudio en el que estamos, me giro hacia ellos y les digo:   “¿Por qué tengo que pagar yo por sus errores?” con un tono dolido, y ambos parecen sorprendidos e incluso culpables con mi acusación.   --------------   Mientras estoy en mi habitación contemplando el techo con rabia contenida, una idea viene a mi cabeza, así que tomo mi teléfono y llamo a la única persona en esta casa que estoy segura me podrá ayudar con mi predicamento.   “Hey, Ed,” digo en el teléfono tan pronto como mi primo Edward contesta.   “Hola, Abby, ¿todo en orden?” él me pregunta con curiosidad.   “Tengo un pequeño problema y necesito tu ayuda, ¿puedes venir a mi habitación un momento?” le pregunto.   “Claro, estoy justo llegando a la casa, ya voy,” él me responde antes de colgar.   Un par de minutos Edward toca la puerta y le indico que pase, así que él entra a mi habitación con cautela, como si esperase encontrar la escena de un crimen dentro, se acerca a mi cama y se sienta en una esquina mientras me observa con curiosidad.   “Algo tramas,” él me dice.   “¿Por qué dices eso?” le pregunto, fingiendo inocencia.   “No lo sé, pero hay algo en la expresión de tu rostro que parece peligroso, ¿no me vas a meter en problemas otra vez, cierto Abby?” él pregunta, seguramente recordando la vez que lo llamé para que me ayudara a comprar un tinte rosa y luego pintar la mitad de mi cabello, pero fue atrapado por mi tía Lucy en la mitad de las escaleras y aunque mi tío Josh no quería castigarlo por ello, mi madre y tía Lucy insistieron en reprendernos a los dos.   “Bueno, no,” le respondo evasivamente.   “¿Entonces?” él pregunta con sospecha.   “Es que necesito salir de casa de forma inadvertida y pensé que podrías ayudarme a hacerlo,” le digo y él enarca una ceja hacia mí.   “¿Y por qué piensas que yo podría ayudarte?” me pregunta.   “¡Ay, por favor! He escuchado a mi tía Lucy sermoneándote por tus escapadas en más de una ocasión, sólo quiero que me digas cómo lo haces y eso es todo, del resto me encargo yo,” le digo y él frunce los labios mientras medita mi petición.   “¿Para qué quieres escapar de casa?” él me pregunta.   “No quiero escapar, sólo salir inadvertidamente,” lo corrijo y él me mira con incredulidad.   “Bueno, está bien, sí quiero escaparme, pero será sólo por un par de horas y ya, no es para nada malo,” le digo.   “¿A dónde vas?” él pregunta.   “Me invitaron a una fiesta de cumpleaños en la universidad, pero mamá se rehúsa a dejarme ir, y mis ojos de cachorrito no funcionaron con papá esta vez,” le respondo.   “¿A una fiesta? ¿A ti?” él pregunta en tono divertido.   “¿Qué hay de extraño con eso?” le respondo, ofendida por su tono de incredulidad.   “Nada, nada, es sólo que nunca te invitan a nada, todos saben que básicamente eres como una de esas princesas atrapadas en la torre más alta y custodiadas por dragones feroces,” él responde riéndose y yo le tiro una almohada.   “Muy gracioso, bueno, pues sí, esta princesa necesita evadir a la dragona de este castillo, mejor conocida como mamá, así que, ¿me vas a ayudar?” le pregunto, y él de nuevo parece meditarlo.   “Vale, pero yo te llevaré, porque si te sales por donde usualmente yo lo hago, romperás tu vestido, así que irás escondida en mi auto, pero prométeme que si pasa cualquier cosa extraña me vas a llamar de inmediato y yo paso por ti, ¿de acuerdo?” él me dice en tono protector, aunque yo sea casi tres años mayor.   “Por supuesto que lo haré, gracias, Ed,” le respondo.   Después de escribirle a Alec que sí voy a ir y que nos veremos allí en una hora, me escabullo junto con Edward hacia el garaje, mientras él me guía hacia las zonas que no tienen cobertura de las cámaras de seguridad, luego mueve su auto casi hasta la entrada del garaje y yo me meto con cuidado en el asiento trasero y me cubro con una de sus chaquetas del equipo de futbol, que afortunadamente está limpia.   Cuando hemos pasado ya la zona de peligro, me siento derecha mientras me invade un ataque de risa, y bromeamos con Ed todo el camino hasta llegar frente a la casa de la fraternidad en donde están reunidas un montón de personas y la música se escucha por todo el lugar, yo siento la emoción comenzar a burbujear dentro de mí y cuando me bajo, me giro para despedirme de Ed mientras él parece distraído mirando hacia el aspecto del lugar con desconfianza.   “Ya lo sabes, Abby, si te sientes incómoda o insegura, me llamas y yo vendré por ti de inmediato,” él repite y yo asiento.   “No te preocupes, no sucederá nada,” le respondo y él frunce el ceño ligeramente.   “Recuerda que aún está esa loca por ahí, debes estar vigilante,” él me dice y yo ruedo mis ojos.   “Oh, por el amor de Dios, no tú también, ¡Esa loca no existe!” le respondo y él se encoge de hombros, luego se despide y arranca el auto.   Alec me está esperando en la entrada de la casa de la fraternidad y se acerca a mí con una gran sonrisa tan pronto empiezo a caminar hacia él, así que entramos a la casa y él me da un recorrido corto por el lugar, presentándome algunas personas que me miran con curiosidad o sorpresa, y siento algunos murmullos empezar a circular a medida que vamos caminando por el lugar, pero trato de que esto no me arruine mi buen humor.   “¿Quieres un trago?” él me pregunta y yo dudo un poco, pues nunca he bebido nada más que vino y champaña en pequeñas cantidades durante las cenas.   “Bueno, gracias,” respondo finalmente, y Alec me guía hacia la cocina en dónde hay un par de chicas riendo y hablando de forma ruidosa con un hombre que está de espaldas.   “Oh, miren, la princesita vino a honrarnos con su presencia,” dice una de ellas, quien claramente parece que ha tomado demasiado alcohol ya, y todos se giran para verme, pero mis ojos se dirigen inmediatamente a los del hombre que estaba de espaldas antes, y siento sus ojos grises recorrer mi cuerpo de pies a cabeza con tanta intensidad que me empieza a faltar el aire.
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