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La Pequeña Abogada del Mafioso

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Blurb

Como si hubieran colisionado en el más fuerte de los accidentes, Iliang y Aleskey al verse por primera vez después de tanto tiempo, sintieron sus mundos venirse abajo. La tranquilidad que ella aparentaba tener se puso en duda en ese momento; él en cambio, como si fuera un milagro sintió renacer algo dentro de su pecho.

- ¿Iliang, no escuchas que te estoy llamando? –escucha la voz de una niña, al voltear Aleskey queda en parálisis total, la mente le quedó en blanco-.

Ninguno de los dos pudo hablar, el miedo a ser descubierta le produjo temblores incontrolables, mientras que él, sin poder entender quién es esta niña y por qué se parece tanto a la mujer que lo lleva loco, observa a una y otra confundido.

- ¿No vas a responderme? –le pegunta Altair en tono autoritario- ¿Y este loco quién es?, ¿Por qué nos mira así? –le pregunta con el ceño fruncido, odia que la observen y para el rato que Aleskey lleva detallándola está punto de ganarse ser alcanzado por el vuelo de algún objeto perdido-.

- Deja de ser tan grosera, entra, ya voy –le responde Iliang buscando alejarla, sin éxito alguno pues conociendo a la hija que se gasta, ella ya decidió saber quién es ese hombre-.

A partir de ese momento Aleskey deberá entender que aunque lo quiso, ya no está solo. El conocer a Altair, una niña suspicaz, inteligente, observadora, refunfuñona, independiente, sobreprotectora y cariñosa cuando se trate de defender a su mamá, lo pondrá de cara a una realidad que él se había negado a aceptar, y es que las apariencias no determinan la magnitud de los sentimientos cuando hay amor verdadero. Sentimiento que se verá más arraigado en su ser al saberlas en peligro.

En medio de tantas adversidades Iliang y Aleskey deberán detenerse a analizar si son capaces de reconocer los propios errores, perdonarse y darle paso a un nuevo rumbo a sus vidas, sobre todo al internalizar que cualquier decisión que tomen afectara directamente a ese ser inocente concebido bajo el amor que ninguno de los dos se atrevió a expresar con palabras.

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Un nuevo año
-       Hermano ¿qué piensas hacer hoy? –me pregunta Gelys del otro lado de la línea-. -       Hasta ahora no tengo nada planificado –suspiro largamente sintiendo el peso de la soledad- tampoco quiero salir, pasaré la noche en casa. -       Te estaré llamando entonces, cuídate mucho hermano –me dice Gelys dando por terminada la llamada-. Colocó el teléfono móvil en la mesa de noche, volteo a ver a la mujer que está dormida a mi lado. Otra mujer más que pasa por mi cama, una más que pasa por mi vida sin producir en mi ningún tipo de emoción. En esto se ha resumido mi vida en estos últimos siete años. Acostarme con cuanta mujer diferente me envían de la agencia de damas de compañía cada vez que solicito un servicio. Creo haber superado el record de cliente VIP. Por la frecuencia en la que he recurrido a estas mujeres, creo que invierto más en ellas que en alimentación. Buscando un desahogo, algo que me permita olvidarla, me veo una y otra vez buscando, de alguna manera, borrar su recuerdo sin éxito alguno. Parece una maldición. Adonde quiera que voy siempre la pienso. “Qué frustración tan grande querer desprenderse de algo y no conseguirlo”, pienso llevándome las manos al rostro. -       Despierta, ya tu turno culminó –le digo a la chica que pareciera dormir plácidamente en mi cama-. Desde anoche me viene haciendo compañía, entre una sesión y otra de sexo, amaneció y yo no logré pegar un ojo en toda la noche. Ya no encuentro forma de liberarme de esta prisión en la que me encuentro sentimentalmente encadenado. Es una tortura tener tanta libertad y no poder disfrutarla a plenitud. -       Ten tu propina –le digo a la chica que aparece por la puerta del sanitario, entregándole un manojo de billetes- Gracias; al cerrar la puerta, asegúrate que quede bien cerrada –le digo poniéndome de pie para ir a la ducha-. Han transcurrido siete años desde que ella desapareció de mi vida, siete años en los cuales he conseguido multiplicar mis propiedades, convertirme en el principal líder de la mafia en Latinoamérica, así como lograr doblegar a Joaquín Márquez y a los rusos. Logré destronar a los que por años llevaban el título, entre ellos a Gerónimo Rangel. Hoy en día, mi principal enemigo. Me acusa de la desaparición de su hija. “Ja, ja, ¡cómo si él no tuviera la mayor responsabilidad de todo el desastre de nuestras vidas!”, exclamo mentalmente. “Si él no se hubiese inventado este matrimonio obligado, tal vez ni nos hayamos involucrado hasta el punto de meterme en su cama”, recuerdo con amargura. Desde que ella desapareció, me declaró la guerra. “Qué iluso es”, pienso sonriendo con amargura debajo de la ducha. “Se mantiene aún con vida, porque no me ha dado la gana de acabarlo definitivamente. Aunque lo aborrezca es el padre de ella. No voy a ser yo quien añada más motivos a la lista del odio que ha de estar sintiendo hacia mí”, pienso al tiempo que me llevo las manos a la cabeza para sacar el exceso de champú.   Inquieto sacudo el cuerpo al sentir esa ráfaga de frío que recorre mi cuerpo cada cierto tiempo cada vez que la pienso. Ni siquiera esa sensación extraña me ha abandonado. Ya me acostumbré a sentirla, pero incomoda. El no saber donde puede estar es el mayor motivo para mi frustración y amargura. Paso la mayor parte del tiempo de mal humor. Gelys y los muchachos ya ni me buscan, pues sin medirme termino saliéndoles con arranques de ira. Solamente nos vemos para resolver negocios. De resto paso el tiempo en soledad o follándome a cualquier mujer desconocida. Ni siquiera por ser el líder de la mafia en el continente, con todos los recursos económicos y tecnológicos a mi disposición, con contactos en casi todo el mundo, y en fin, con un poder absoluto, me ha servido en todos estos años para dar con su paradero. Pareciera que se la tragó la tierra. Sé que está con vida, pues insiste en enviarme la demanda de divorcio para que la firme. En todas esas veces, no he hecho más que romper el bendito papel en frente de Ingrid, quien alega que actúa en base a un poder que le dejó firmado. Se ha negado a darme señas de su paradero. Aunque hablamos y me hace bromas, claramente me acusa de las desgracias de su amiga. No la contradigo, porque tiene razón. Sin embargo, ni siquiera por eso voy a dar mi brazo a torcer. “Si tanto quiere divorciarse de mí ¿por qué no me da la cara?, ¿por qué esconderse?”, me pregunto constantemente. Usando todas mis influencias y dinero he tratado de rastrear las llamadas de Ingrid y sus amigas, buscando la forma de dar con su ubicación. Hasta ahora todo indica que ni con ellas ha intentado ponerse en contacto. No hay lugar que no haya revisado, no hay país que no haya visitado buscando dar con una mínima señal de ella sin éxito alguno. La frustración me tiene en amargura perenne. Pareciera como si esa condenada mujer me hubiera hecho algo que terminó de marcarme de por vida. Un año después que ella desapareció decidí apartarme de todo. Mandé a construir una casa similar a La Quinta a unos kilómetros de allí. No soportaba ver tanta felicidad en el rostro de Gelys y Saúl, estando con sus mujeres. Verlos era el recordatorio constante de mi fracaso como hombre, de mi incapacidad para aceptar que el pequeño huracán debilitó todas mis barreras, se llevó por delante todas mis creencias de que jamás seria arrastrado por los sentimientos. Pisoteó mi orgullo. Cegado no quise entender la magnitud de mis sentimientos. Cegado por mí ignorancia no le di el valor y el lugar que ella se merecía. Creí tener el poder de controlarlo todo, incluso a ella y a mis sentimientos. Hasta que me vi sin ella, como si me hubieran dado la mayor bofetada en la vida, sentí el golpe de realidad, sentí los sentimientos caer a mis pies, sentí la desesperación apoderarse de mi cuerpo como jamás en la vida. Comprendí que había quedado en la nada. Por primera vez en la vida me sentí realmente vacío, desde ese día siento que vivo y respiro por inercia, no porque lo desee. Me he sentido morir en vida, lentamente, la opresión del pecho es una constante en mi vida. Me duele de solo respirar. Paso algunas noches en vela, con la mente en blanco, porque simplemente de tanto que la he pensado y la he buscado, ya la cabeza a veces no me permite pensar.  Siento un dolor lacerante entre pecho y espalada, un dolor que no es físico, una tristeza que duele al cerrar los ojos y ver el azul de sus ojos y el brillo del rojo de su cabello a plena luz del sol. Nunca pensé que podría llegar a sentir esto, jamás imaginé verme en sufrimiento por una mujer. No quiero sentir más nada de esto, no puedo seguir arrastrándome sobre el estiércol que yo mismo me busqué, estoy cansando de sentirme sangrar sobre una herida que por mi insistencia se niega a cerrar. Debo aceptar que aunque tenga tanto poder no puedo alcanzarlo todo, ella es la prueba de esa imposibilidad. La perdí sin ni siquiera haberla tenido. Sentado aquí en la soledad de mi habitación en el apartamento que tengo en la capital, entiendo que aunque logre traerla de regreso, a la fuerza porque así sería la única manera de verla regresar, no seré feliz, porque simplemente ella no quiere estar a mi lado, no quiere que la encuentre, porque simplemente no siente nada de esto que yo estoy sintiendo por ella. Lo mejor es dejar todo tal cual ha estado en estos siete años, si ella es feliz lejos de mí, no puedo hacer nada más de lo que he hecho para que regrese. Además, las palabras de Gelys en uno de esos viajes que hicimos para ver si la pista que me habían dado de haber visto en España a una mujer con sus características, me resuena constantemente en la cabeza. Recuerdo que a bordo del avión frente a mí claramente me preguntó: -       Hermano de ser la pequeña ¿has pensado para qué quieres hacerla volver? -       ¿Cómo que para qué? ¿No ves el riesgo que corre? –le pregunté molesto-. -       Si nosotros no la hemos podido encontrar, no creo que tus enemigos tengan más suerte, así que parece que supo esconderse del mundo –hizo una pausa- responderme ¿para qué quieres que regrese a tu lado?, todos sabemos que la aborreces, te cansaste de decir que no la soportas ¿quieres seguirle haciendo más daño del que tú y su familia le han hecho con su desprecio? No supe que responderle. Admitir que en cada una de sus interrogantes había una cuota de afirmación de mis errores y de mi incapacidad de saber que seguiría después de llevarla a casa. -       Respóndeme Ales ¿estás dispuesto a olvidarte de tus pendejos prejuicios por ella? –me gritó allí en el avión en medio de todos los que nos acompañaban, como hacia bastante tiempo vi la rabia en la mirada de Gelys, pareciera irse en mi contra-. Desde ese día, al no obtener respuesta de mi parte, solo nos hemos comunicado por negocios. Sigue apoyándome en su búsqueda, pero la comunicación ya no es la misma si de hablar de ella se trata. Estos últimos meses es que he notado un cambio, pareciera estar preocupado por mi situación. Todos los días en compañía de Antonella y las chicas van a mi casa a visitarme. Hablamos, nos distraemos y al final cada quien sigue su rumbo. La hermandad se trastocó con la partida de Iliang. Hoy es mi cumpleaños número treinta y siete, si bien no tengo ánimos para salir a ningún lugar ni hacer nada, acabo de tomar la decisión de dejar todo en el olvido, continuar con los remiendos que quedan del Aleskey Sánchez que no se inmutaba ante los sentimientos, viviré la vida al límite de lo que se me presente. Tomaré todo cuanto se me ofrezca sin reparar las consecuencias. No volveré a mover un músculo para buscarla, pero tampoco accederé a su capricho de terminar de sacarme de su vida a través de un papel. Moriremos separados pero legalmente atados. -       Mi niño –me saluda Lucia al aparecer por la puerta de la cocina para recibirme apenas entro a mi casa- felicidades por tu cumpleaños –hace una pausa al verme hacer una mueca de rechazo-  no puedes seguir así –se queja- te estas matando poco a poco Ales –me dice con tristeza en la voz-. -       Voy a subir a descansar, pierde cuidado, si no me he muerto en estos siete años, ya no creo que suceda el milagro nana –le digo abrazándola y dándole un beso en al frente- gracias nana, no tienes de que volver a preocuparte, a partir de hoy, no volverás a ver el retrato del hombre destruido que te he venido mostrando. Sin esperar a que me dijera algo más, la solté y subí las escaleras hasta mi habitación. Cuando decidí apartarme del mundo con la intención de vivir en soledad, Lucia con algo de nostalgia y remordimiento por dejar a los demás chicos, decidió abandonar La Quinta para hacerme compañía, se negaba a dejarme solo. Al principio no quise pues consideraba que Gelys y el resto de los chicos realmente la necesitaban más que yo. Pensaba que un ser inservible como yo, sin ánimos de seguir, no necesitaría a nadie. Ahora comprendo que si ella no hubiese estado conmigo, yo no sería ni sombra del hombre que soy ahora, un ser amargado, demacrado y con ojeras, pero no el cadáver que estaba destinado a ser si realmente me hubiera mantenido en la soledad en la que quería estar. Esa mañana después de ducharme logré dormir. Desperté en la penumbra de mi habitación, ya había anochecido, y en seguida el estómago me reclamó por la ausencia de alimentos en todo el día. Sin encender la luz me puse un chándal que tomé del sillón que tengo en la esquina cercana a la puerta y sin ponerme camisa ni calzado, salí de la habitación. Aun somnoliento, fui sorprendido al final de las escaleras, cuando escuché un alboroto venir del lado del jardín. Extrañado, pues en casa solo vivimos Lucia, los empleados del servicio, los guardaespaldas y yo, no entiendo quién pudiera estar en mi casa a esa hora, que al voltear a ver el reloj de la sala de estar marca las diez de la noche. -       Quita esa cara de amargura que, quieras o no, tendrás que soportarnos –me dice Ingrid viéndome salir al jardín-. -       ¿Puedes decirme que carajos es este alboroto condenada rubia? –le pregunto molesto, ya por el tiempo que llevamos tratándonos esta mujer se ha convertido casi como una hermana para mí-. -       Ah, ahora te vas a hacer el que no sabe lo que es una parranda rubio, no me digas que el encierro te terminó de atrofiar el cerebro -me dice con su acostumbrado sentido del humor n***o- ya que no quieres salir a celebrar, decidimos traerte la celebración. -       ¿Y quién les dijo a ustedes que yo quiero celebrar? –le pegunto con amargura- No tengo nada que celebrar. -       Ay ya, pareces una adolescente abandonada en su primera vez –me dice sarcásticamente- si no te has cortado las venas en estos siete años, ya no creo que suceda, pasa la página y sigue siendo tú, aprovecha la vida, que según me han contado no has perdido detalle porque no te ha faltado mujer para revolcarte –hace una pausa para voltear a buscar dos cervezas- ten, tomate una conmigo, vamos a brindar por este, tu nuevo año de vida. -       De verdad que cada año estas más loca, no sé cómo Saúl te soporta –le digo brindando con ella y tomándome la mitad del contenido de la botella sin respirar. -       ¡Wow!, menos mal que no querías –hace una pausa, la vi tragar grueso con los ojos cristalizados-. -       ¿Ahora qué te pasó? –le pregunto extrañado-. -       Me recordaste a mi coleguita, hiciste exactamente lo que ella hacía con la primera cerveza –me dice sentándose en el mueble que tiene detrás-. Que ella me recordara esto, volvió a remover todo el sentimiento por dentro. Prometí no volver a dejarme arrastrar y debo cumplir. -       Ya rubia, vamos afuera, dejemos los recuerdos donde deben estar, en el pasado –le digo estirando la mano para que la tome- vamos condenada loca –le digo abrazándola por el hombro apenas se puso de pie. Al llegar al jardín fui recibido por el resto de los que hemos hecho vida juntos en todo este tiempo. Somos como una familia, con sus altibajos, pero unidos. -       ¿No me digas que ahora vas a empezar a robarle las mujeres a tus hermanos? –me pregunta Saúl al verme salir abrazado con Ingrid-. -       ¿Qué te pasa? –le pregunto sin soltarla- esta mujer es como mi hermana, mejor dicho es mi hermana. Jamás la vería de manera diferente. A ella, ni a ninguna de las que están presente. -       Más te vale, más te vale –me dice Saúl poniéndose de pie para ir a darme un abrazo- feliz cumpleaños hermano, espero este nuevo año le traiga cosas buenas. -       Gracias hermanito –le respondo soltando a Ingrid para abrazarlo- eso espero. Detrás de él, los demás se fueron acercando uno a uno para felicitarme, el último de ellos fue Gelys, quien con nostalgia en la voz, aunque no la nombró dejó entrever su deseo de que estuviera entre nosotros. -       Felicidades hermanito, se le extraña un mundo –me dice abrazándome fuertemente- tiene que retomar su vida. No puedes seguir así. Son treinta y siete años Ales, no setenta. Esa amargura no es buena. Mira a la pobre Lucia, está acabadita preocupada por tu situación. -       Si hermano, yo sé –le contesto volteando a mirarla de lejos, está sentada conversando con Samantha-, pierde cuidado, en la tarde decidí proseguir adelante. Ya poco a poco iré retomando mi vida habitual. -       ¿Seguro? –me pregunta incrédulo-. -       Seguro hermano –hago una pausa para pedirle a la chica del servicio otra cerveza- trae dos y algo de comer, no he probado bocado en todo el día. -       Ya se lo traigo señor Ales –me responde la chica-. -       Ah y sube a mi habitación y tráeme un guarda camisas por favor –le digo deteniendo su paso-. -       En seguida señor. -       Te he dejado solo en todo este tiempo con la mayor parte del trabajo donde tenemos sociedad y no es justo, aunque soy el que da la cara, este negocio es de los dos, siempre hemos trabajado hombro a hombro y mira te dejé prácticamente solo -le digo sentado con él en una mesa-. -       Hermanito es entendible, era necesario que pasaras por todo lo que has vivido, y aunque no quería que estuvieras solo, también entendí que solo así podrías entender muchas cosas –me dice en voz baja-. -       Ya no voy a hacer más nada por buscarla, ella no me quiere en su vida, y le doy la razón, después de lo mal que me porte, es lógico que quiera desaparecer del mundo que yo piso –acepto la camisa y la cerveza que la chica pone en frente de mi-. -       Es duro verte sufrir hermanito –me responde Gelys-. -       Ya irá pasando, por lo menos acepté mi realidad, lamento que haya sido demasiado tarde –le contesto con nostalgia-. En la medida que Aleskey hablaba, Gelys se sentía cada vez más culpable del infierno por el que ha venido pasando, sentía que traicionaba al hermano que la vida le regaló. Sin embargo, no está en sus manos revelar esa verdad que lleva entre pecho y espalda, una verdad que la ha costado mantener oculta por no faltar a la promesa que le hizo a Iliang de no revelarle su paradero, ni decirle que la vida, a pesar de tanto renegar, le dio el regalo más hermoso que un hombre puede anhelar, una familia, una hija hermosa, físicamente igual a su madre pero con su endemoniado carácter. Altair, así se llama la hija que ambos procrearon, una maravillosa niña de talla baja, pellirroja, de ojos verdes, vivaz, inteligente, refunfuñona, celosa y con una nobleza impresionante. Desde que ella nació, Gelys eventualmente ha viajado a verlas, así como Samantha, Antonella e Ingrid. Solo ellos cuatro saben del paradero de Iliang y han podido disfrutar de las ocurrencias de Altaír en sus peleas constantes por procurar imponerse sobre Iliang, verla discutir es ver al condenado de Aleskey en acción cuando discutía con ella frente a todos. Dado que el decidió apartarse del grupo, a Gelys y las chicas se les ha hecho fácil viajar con frecuencia a ver a Iliang y a Altair, hasta han podido pasar largos días haciéndoles compañía. Lo que si no les ha sido fácil es idear las formas para evadir al enemigo, que aunque Gelys sabe está tranquilo, igual se mantiene alerta de cualquier falla para agarrarlos desprevenidos. Gelys sabe que la seguridad de Iliang y Altair son su prioridad. No se perdonaría que les pasara algo. No tendría cara para decirle a Ales que sus dos mujeres perecieron antes de encontrarlas. -       Cuéntame cómo están las cosas con Antonella ¿Cuándo se casan? –le pregunto a Gelys en broma-. -       Lo dirás en juego, pero es lo que más deseo –me dice volteando a mirarla- pero la condenada no quiere porque no está su amiga, dice que hasta que no aparezca Iliang no habrá boda ¿puedes creer eso? –me pregunta cruzándose de brazos-. -       El pequeño huracán sin darse cuenta paralizó la vida de muchos –le digo con tristeza en la voz-. -       Eso parece, porque igual sucedió con Saúl, él le propuso matrimonio a la rubia antes de que la pequeña se fuera, y es la fecha que la rubia no le ha contestado un sí o un no, lo carga como perro detrás de un pedazo de carne, con la lengua afuera esperando –me dice entre risas- ella no lo dice pero todo indica que es por la misma razón de Antonella. -       ¡Mujeres! –exclamo al instante en que me llevo un bocado de comida a la boca- Cambiando de tema ¿has sabido algo de Gerónimo? -       Hace unos días me llamó para saber si habíamos dado con el paradero de la pequeña –me responde-. -       ¿Qué se estará inventando ahora para buscarla nuevamente? –le pregunto con desconfianza-. -       Ni idea hermanito, el hecho es que no creo en sus buenas intenciones, él no quiere a la pequeña, no creo que la esté buscando para nada bueno. -       Parece que no se cansa de hacerle daño –hago una pausa para tomarme un sorbo de la cerveza- ¿hasta cuándo va a seguir queriéndole atormentar la vida al pequeño huracán? -       La ambición a veces no tiene límites, él sabe que solo ella puede ayudarlo a salir del hueco en el que él mismo se metió, al ser tu esposa tiene todos los privilegios, y eso es algo que no creo que él quiera perder –se toma un sorbo de su cerveza- seguro estoy que si ella apareciera buscará presionarla para que lo apoye. -       ¿Y yo soy estúpido para dejarme embaucar? –pregunto arqueando la ceja- A ella le daría todo, hasta lo impensable; pero si es para esa porquería, así se arrodille no moveré un dedo. -       Se han visto casos hermanito –me contesta Gelys bromeando dándome unas palmadas en la espalda- termina de comer, ya regreso. Se encamina hacia donde está sentada Antonella, con actitud pensativa. Se les ve más unidos ¿Quién diría que Gelys después de la desaparición de Annelise volvería a enamorarse? Tal como desapareció el pequeño huracán de mi vida, en las mismas condiciones desapareció ella de la vida de Gelys, con la única diferencia de que ella si le dio la cara para despedirse. Ella si se lo dijo mirándolo a los ojos, solo que él, por orgullo no la retuvo en el momento, sino días después cuando sintió el peso de la soledad, al ver que pasaban los días y ella no daba señas de querer volver, fue que cayó en cuenta de que Annelise no volvería y comenzó a buscarla desesperado sin resultado positivo alguno. Por descuido la perdió. Ensimismado en los negocios, viajando constantemente llegó un momento que ella no pudo más y decidió alejarse, sobre todo porque en esa época fueron blanco de varios atentados que la llevaron a acudir a tratamientos médicos. No soportó la presión de la vida al lado de un mafioso y salió huyendo dejándolo solo.    

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