Capítulo 2: La cita con Dante

1051 Words
Capítulo 2: La cita con Dante Estoy loca. Así es, he perdido la cabeza porque acepté esta alocada cita con Dante a pesar de que no debía y estaba consiente de que solo quería ver lo que había debajo del escote. Llego diez minutos más tarde. He estado a punto de no ir. Pero al final, viéndome sola en casa y aburrida, he pensado que una locura no estaría mal, que cerrar los ojos y revolcarme con alguien bajaría mi ansiedad. La locura del año. Ahora me arrepiento. Y también de haberme puesto un vestido tan ajustado, tan corto y tan escotado que le demostrara que en efecto sí tenía un buen escote. Estoy llamando la atención de todo el mundo. Me siento incluso incomoda al pensar en que todo el mundo me ve como si buscara sexo. Pero en realidad no sé si es lo que busco. Y menos si es con mi jefe, pero ha sido el unico que me ha invitado y sí, puede que estoy desesperada por sentir un calor fisico que no sea el de mi vibrador. Y... ¿por qué no? Mi jefe es realmente muy guapo. Me planto ante las ventanas del restaurante. Es grande, pero acogedor. En el interior ya hay bastantes personas, pero no lo veo... De repente me siento tonta, ¿y si en realidad estaba bromeando? Todo ha sido demasiado extraño: pasa de ser un jefe autoritario e idiota a uno bromista y seductor de un día a otro. Estoy loca, ¿por qué vine? Me iba a dar media vuelta y me quedo sobresalta y a la vez pasmada cuando lo veo. Dante. Frente a mí, demasiado cerca. Su mirada seductora, esa sonrisa que me parece extraña viendome. —Que rico hueles y te ves... vaya, vaya. —silbó entre dientes, sus ojos miel mirandome de arriba a abajo. Lo miro, también, tiene una franela azul, y unos jeans con zapatos elegantes, pero es que está bien bueno, siempre lo estuvo, no dejo de preguntarme, por qué despues de todos estos años ha decidido invitarme a salir. —¿Tardé mucho? —Me saca de mis pensamientos. —No —digo—, acabo de llegar también. Él apoya la mano en mi espalda desnuda y me conduce hacia el interior del restaurante. Los minutos que tardamos en llegar hasta la mesa son como un sueño. No me creo estar aquí con Dante y menos vestida así, pero la verdad me da igual vivir esta fantasía. Darle un poco de emoción a mi vida. Para variar. Uhm, ¿pero él creerá que me quiero meter en su cama? Oh, uhm, ¿lo deseo? Me siento rara. Me siento ansiosa. —¿Vino blanco o tinto? —Dice Dante una vez que nos sentamos. —Tinto, por favor —digo y me acomodo el cabello, he decidido salir esta noche, y si solo va a ser una salir entonces la iba a disfrutar, una noche alocada; sin embargo eso no quita mi vergüenza. Pide el vino y luego cuando el mesero se va, me mira y sonrie, uhm, pero qué mirada tan seductora. Yo lo miro, no soy... dulce, quiero aclarar todo. —Estaba aburrida en mi casa y por eso acepté venir contigo —suelto. Él alza una ceja, sin borrar su sonrisa. Me obligo a aguantarle la mirada. A ver, es mi jefe, pero eso no quiere decir que me tenga que sentir intimidada. En estos momentos se supone que es una especie de cena de dos personas. —Me parece perfecto que hayas aceptado —dice. Nos traen nuestras copas de vino. Deja también un platito Para picar con queso y jamon. No me atrevo a alargar la mano para tomarlo, no quiero que vuelva a mencionar lo de mi caucho. Un par de segundos después el hambre me vence y tomo un pedazo de jamón. Yo no me veo barriga y tengo hambre, me la como con deleite. Él no aparta la vista de mí. —¿Es esto una cita? —pregunto, limpiándome los dedos en la servilleta. —Sí, claro que sí —dice— ¿te parece raro? Él acerca la copa para brindar, brindo con él y bebemos. Uhm, una cita con mi jefe, no suena tan mal. —Pues ha sido muy repentino que has sido amable —admito. Dante se queda pensativo durante unos instantes. —Eso no es cierto —dice. ¿Ah, me había visto antes? Me quedo callada para ver qué va a decirme. —Pero recuerda que cuando llegaste a la empresa, tenías pareja. —dice. —¿Quién te lo dijo? Fue algo que no me gusta recordar y que probablemente sea la raiz de mi amargura. —Pregunté —se limitó a decir. Uhm. Esto se vuelve cada vez más extraño. Él sonríe y vuelve a beber de su copa de vino. Yo también. No sé qué decirle. ¿De qué se puede hablar con tu jefe en una cita? Por suerte, él continúa diciendo: —Y después, que te dejó, te volviste algo amargada. Mi buen humor se espuma. La cagó. Claro no es algo que no supiera ya. —Me dejó destrozada — admito ya curada—. ¿Acaso nunca has sufrido tú por amor? —Yo no me enamoro. —responde. —Ah, vale —no sé me ocurre nada más. Su mirada se desliza desde mi rostro hasta mi cuello, y al final se detiene en mis pechos. Me cubro, me siento desnuda a pesar de que tambien caliente. —No te tapes, me gusta —dice—. Más aun porque sé que te lo has puesto para mí. Dudo, pero finalmente dejo de cubrirme, y me echo un poco hacia delante. —¿Con cuántas mujeres del trabajo te has acostado? —le pregunto. Quiero ponerlo incomodo. Sin embargo, él contesta: —Ocho. —Oh —digo. —Te estoy contando a ti ya. —me informa. —Oh —repito y me llevo la copa a los labios y sorbo todo rápido. Entonces soy muy consiente de que solo será una noche y luego vidas separadas. Sonaba bien para mí, de todos modos no buscaba nada serio. —Entonces hagamoslo —susurro y termino mi copa.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD