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1084 Words
― No entiendo porque me acusan de semejante crimen, tío, yo no hice nada ― farfulla caminando de un lado a otro.
― Te creo Arina, pero no puedo interceder por ti por más que quiera. ― toma asiento ― Han cerrado todo pasaje que comunique el Cielo con la Tierra, ningún ángel ha bajado y ninguno ha vuelto a su hogar.
― Mis padres, estaban tan preocupados, especialmente papá ― suspira ― Mamá me dejó huir, no intento detenerme,
― Es lógico, preferible que estés prófuga a que te mantengan en un calabozo sin tus alas. ― asiente pensativo.
― ¿Sin mis alas? ― pregunta la chica volteando a verlo. ― ¿A qué te refieres?
― Los que son acusados de traición como tú, les cortan las alas Arina ― la ve con pesar ― Es el mayor castigo para un ángel además de caer del reino celestial, si te cortan las alas, cortan tu poder, dejas de ser un ángel para convertirte en… nada.
― Dios mío ― cubre su boca con las manos ― Antes de pasar por la g****a vi a Zadkiel herido, habían herido su espalda pero no estoy segura de que este bien.
― Tranquila, todo tiene arreglo mientras no hayas sido castigado con la hoja de Miguel ― le sonríe ― Él debe estar bien para estos momentos.
― ¿Qué es la hoja de Miguel? ― pregunta la joven.
― Veo que tu tan amada vida humana te ha convertido en una ignorante en temas vitales de tu pueblo ― la ve con cierto deje molesto ― Es la espada con la que me derrotó, lleva su nombre por ese motivo.
― O te dejaste derrotar ― agrega ella.
― Nunca sabrán que es lo que verdaderamente paso ese día― se encoge de hombros. ― Lo importante aquí es que es la única espada que puede quitar de tajo alas divinas y no hay manera de recuperarlas una vez que han sido removidas.
Arina toma asiento, lleva su mano derecha a la cabeza, sufre de constantes mareos producto de su desastrosa llegada a la Tierra. No recuerda mucho en realidad, Lucifer dijo que había sentido la catastrófica presencia de la g****a y de su alborotado paso por el firmamento, pensando que quizás era un nuevo caído para su bando envió las Garras Infernales para retener su caída; grande fue la sorpresa del soberano del Inframundo cuando encontró a su sobrina inconsciente entre la bruma negruzca.
La rubia suspira, piensa en lo furioso que puede estar Kaiael exigiendo su retorno al cielo y lo preocupada que Anael debe verse, piensa en Zadkiel y en cómo sin vacilar la protegió, sin pensar en nada mas que no fuera ella.
Cuando deseo no tener que tomar el puesto de Guardiana no imagino que sería cumplido y con semejante acusación en su contra, tal vez no supo valorar lo que realmente tenía y no habla de aquel título sino de la posibilidad de estar cerca de su familia y los suyos sin ningún impedimento.
― Deberías descansar un poco, no luces bien ― Lucifer acaricia su cabeza ― Encontraremos una solución, ya lo veras, tal vez esos pollos hediondos estén planeando algo pero tú tienes a tu sexy tío para protegerte ― sonríe mostrando su sonrisa gatuna y peligrosa.
― Gracias tío ― Arina abraza al joven y se encamina a una improvisada habitación.
― En verdad tiene problemas ― Leviatán, demonio de gran rango, camina hacia el rey infernal.
― Sí, quiero que averigües todo lo que ocurre en la pocilga de nubes, necesito tener preparada a esa niña ― ordena.
― Sí, haré lo que sea necesario ― asiente ― Pero, debemos tener cuidado, apenas hemos logrado tener un acuerdo de “paz” con ellos, no queremos que la cacería vuelva a comenzar.
― Lo sé amigo mío, lo sé ― asiente consciente de lo que el riesgo supone ― Pero ella es mi familia, soy el diablo, pero a los míos los defiendo con colmillos y garras.
Ambos se observan y se sonríen recordando viejos tiempos en los que combatían lado a lado y jamás les fue problema desmembrar uno que otro oponente.
Mientras tanto, en el Cielo mismo se debaten entre buscar a la chica o dejar que sola aparezca sin embargo saben que, conociendo el temperamento de la muchacha es muy poco probable que vuelva por voluntad propia. Sus padres han intentado interceder por ella ante los Principados y Dominaciones –encargados de buscarla-, pero nada ha podido hacerlos cambiar de opinión.
― Tenemos que hacer algo Kaia, no podemos dejarla sola ― solloza Anael.
― Tranquila, ella es fuerte, solo debemos encontrar la manera de convencer a los superiores de su inocencia ― acaricia sus mejillas limpiando las lágrimas.
― No podemos esperar, iré por ella ― susurra.
― ¡No! Ya basta, piensa claramente, si vamos por ella estaríamos dando a entender que sabemos que es culpable ― niega el rubio ― Debemos mantener la calma y nuestra postura, encontraré la solución amor, te lo prometo.
En la enorme sala ingresan Miguel, Chamuel y Sorobabel, encargados de juzgar a la hija de los ex guardianes del Abismo. La mirada de los recién llegados se posa en la pareja, tras un asentimiento de cabeza a modo de saludo toman asiento frente a la gran mesa.
― Hemos decidido enviar a alguien a convencerla de volver y demostrar su inocencia, tendrá veinticuatro horas para hacerlo, de lo contrario, iniciaremos su caza y todo el que la ayude caerá con ella. ― Chamuel sentencia ― Zadkiel ha sido amigo de la chica durante mucho tiempo, es el adecuado para traerla aquí.
― Tienen terminantemente prohibido interceder en esto o el castigo será peor que caer del reino ― prosigue Sorobabel ― Espero que Arina pueda regresar sin ningún problema, yo estoy de acuerdo con sus padres. Ella no sería capaz de traer un demonio aquí.
El Ángel se pone de pie en un acto ceremonioso y elegante, observa a todos y procede a retirarse y la tensión aumenta entre los que quedan en la sala. Mientras Zadkiel se prepara para buscar a su amiga alguien entre las sombras trama la caída de todo el Reino de Dios.
Las decisiones que tomen a partir de ahora cambiaran sus vidas, para bien o para mal, lo peor de todo es que las elecciones de uno perjudicaran al otro y o podrán salir ilesos de ello.
¿Qué le dirá Zadkiel a Arina para que vuelva al Cielo?
¿Realmente pueden confiar el uno en el otro o este acontecimiento pondrá a prueba la lealtad de ambos?
¿Podrán sortear lo que les espera?
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