Ella se aferró a sus bíceps mientras él la besaba en la línea de la mandíbula y el cuello, incapaz de tener suficiente de ella. Cuando ella comenzó a probar sus músculos, dio un paso atrás brevemente y se quitó la camiseta. Él tomó sus manos y las colocó sobre su pecho, amando cómo se sentían sus manos en su piel. Ella le pasó los dedos por los hombros y le recorrió el cuerpo con la mirada. Mientras bajaba las manos, se detuvo en su cinturón y lo miró. —Tus músculos están duros—dijo, ella le apretó los brazos de nuevo. —Es para protegerte. Tu eres mi mujer, Megan, tu cuerpo es todo mío —le comentó. Ella tragó saliva, pero su deseo no disminuyó—.Nunca dejaré que nadie te lastime—.Me tienes duro como una roca y doloroso —le dijo en ese momento. Megan se quitó la camisa, luego desabrochó
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