Narra Levan —Andrea, creo que es suficiente. —La receta dice dos tazas. —Son tres— señalé. —Dos, tres, ¿cuál es la diferencia? — preguntó alegremente. No a todo el mundo le gusta tan dulce—me encontré diciendo. Su cabeza giró hacia mí. Sus ojos brillaban y había una expresión de “te pillé” en su rostro. —Mmm… ¿qué pasa con las bayas secas? ¿Vamos a agregar algunos de esos? A Blanca le encantaban los panqueques suaves, pero a riesgo de exponerme aún más, lo dejé pasar. —¿Seguro Por qué no? —dije encogiéndome de hombros y me alejé de la encimera de la cocina. Ella se rio a carcajadas. —Querías prepararle el desayuno esta mañana y me usaste como tapadera, ¿no? Vaya, no puedo creer que tuvieran que enviarme desde una isla diferente para ayudar en tu agenda romántica—dijo Andrea.