Es real

1810 Words
Delfina abraza a Alzo, por el tacto sabe que su cuerpo es fuerte, sus brazos son duros y anchos, los latidos del corazón de su amante son más intensos a sus oídos. Él también la abraza, acaricia el cabello y la espalda con ternura, muchas preguntas acechan su mente, ¿Por qué está Delfina allí?, ¿Acaso lo buscaba?, ¿O sería verdad que vino por trabajo? El movimiento del cuerpo de la joven lo despierta de ese maravilloso sueño, tanto tiempo deseando abrazarla, acariciarla, hacerle el amor, ella no lo entendería... —Lo siento, no se qué me ha pasado, no suelo liarme con el primero que pasa —se disculpa Delfina avergonzada, consciente de que esa actitud ha cambiado desde que llegó a Argelia, primero Razif, y ahora el médico. —No te disculpes, yo no me arrepiento. —¡Pero yo sí! —grita enfadada consigo misma. Alzo opta por callarse, no hay una buena respuesta para eso, la entiende, pero también le duele. La ve caminar con torpeza para alejarse de él, no puede hacer más que dejarla marchar, que observarla desde la pared en la que han hecho el amor. Delfina llega a la habitación, se sienta en la cama y se tapa la cara con las manos, está furiosa, llegó odiando a los hombres, deseaba vengarse con todas sus fuerzas, pagar con el supuesto Alzo su rencor y dolor, y en vez de eso, se sentía, de una manera ilógica, atraída por dos hombres que nada tenían que ver con su misión allí. El médico no la vuelve a buscar en lo que queda de día, en su lugar acude su hermana, con su alegría y energía logra que por un rato deje de pensar. —¿Te apetece que demos un paseo? —pregunta Kheira a Delfina. —Me gustaría mucho. Las dos juntas, Delfina del brazo de Kheira, salen a la calle, caminan despacio, la adolescente describe lo que ve, las personas que pasan por la calle a su lado, los animales, perros paseando y gatos callejeros, las tiendas, todo lo que se le ocurre. —¿Tomamos un té? —pregunta Kheira al llegar a una cafetería. —¿Té con este calor? —Sí, aquí es lo normal, alivia el calor, da menos sed. —Está bien, si quieres por mí sí. Entran en la cafetería, Kheira la guía hasta una mesa y se va a pedir, Delfina se entretiene intentando llegar a escuchar lo que dice desde allí, entrenando sus sentidos. Escucha como suena el teléfono de la joven, como atiende y con quien habla, sin ellos saberlo, Delfina se ha enterado de que Abdul va hacia allí. Eso la inquieta, la pone nerviosa, por un lado no quiere verlo, ni estar a solas con él, por otro, tal como si fuese una adolescente como Kheira, se emociona, desea esa sensación en el estómago, se impacienta por volver a sentirlo. —Ya estoy aquí —le informa la joven dejando la taza de té en la mesa frente a ella —.Ten cuidado, aún está muy caliente. —Gracias —sonríe Delfina. Abdul no tarda en llegar, las saluda y se sienta en la silla vacía. —¿Puedes traerme uno a mí? —le pide a su hermana refiriéndose al té. —Claro. Delfina escucha los pasos de Kheira alejarse de nuevo, entonces siente la mano del médico en la suya. —Siento mucho lo ocurrido antes, no volverá a pasar, te lo prometo —asegura el médico. Delfina siente un nudo en el estómago, esperaba cualquier cosa, menos eso, ¿Se arrepiente?, se pone nerviosa e intenta tomar un sorbo del té para esconder sus sentimientos, olvidó que quemaba, así que se quema los labios y sin querer se le cae la taza. —¡Mierda! —grita sintiéndose una idiota. —¿Estás bien? —le pregunta Abdul queriendo ayudarla a limpiarse, preocupado por lo ocurrido. —¡Sí, sí, estoy bien! —grita cambiando al enfado intentando apartarlo de ella. —¡Estoy intentando limpiarte!, ¿Qué te pasa ahora? —¿A mí?, ¡No me pasa nada!, ¡Eres tú el que se arrepiente! —grita sin darse cuenta. Se hace un breve silencio que rompe Kheira. —¿Qué ha pasado? —pregunta al ver el té derramado. —Nada, un pequeño accidente —contesta el médico. —Te traeré otro —se ofrece sin preguntar. —No, tranquila, estoy bien, no quisiera volver a ser tan torpe —se niega Delfina. —Le traeré algo más frío —dice Abdul levantándose y sin dar tiempo a una negativa. Regresa poco después con un refresco de limón, coge sus manos y le enseña donde está. Los escucha hablar, ella no lo hace, no sabe qué decir después del ridiculo anterior, pero se relaja con la conversación de los hermanos. Por la dulzura en su voz y el tono suave y cariñoso, sabe que Abdul adora a su hermana, ella también, están muy unidos. —¿Vendrás al cumpleaños de papá? —le pregunta Kheira a Abdul. —No lo creo. —¡Vamos, tienes que venir!, a él le gustaría mucho, algún día tendréis que hacer las paces. —Dudo mucho que le guste. —Por favor, no será lo mismo sin tí, hazlo por mí... —Lo pensaré —responde con unos segundos de retraso. Al acabar el té y el refresco vuelven a casa, Kheira se queda un poco más, pero en cuanto sale por la puerta Alzo se acerca a Delfina y la sujeta con fuerza mientras la besa. Ella no lo esperaba, había intentando calmar la tormenta en su interior, aclarar sus ideas, pero con ese beso, con su deseo tan visible, vuelve a desmoronarse todo. —En ningún momento me he arrepentido, solo dije lo que querías oír —le dice separándose unos segundos y volviendo a besarla. Delfina elimina las barreras, quiere eso, sentirlo de nuevo en su interior, continúa con el beso, participa en el juego de sus lenguas, quitándole la ropa y ayudándolo a quitarle la suya. Alzo, Abdul para Delfina, se sienta en el sofá ya desnudo, coge la mano de Delfina y la sienta en su regazo, mirándolo a él. Acaricia despacio el cuello, pasa los dedos por los labios femeninos, Delfina los abre y suspira excitada. Continua bajando por los pechos, mirándola fijamente, sintiéndola temblar por sus caricias, estimulando cada sentido. La acerca a él agarrándola por la nuca y posee de nuevo sus labios, sin dejar de tocarla, llevándola al éxtasis. La mano baja por la espalda despacio, acaricia el trasero y busca su parte más sensible, accede gracias a los movimientos de Delfina, deseosa de que llegué allí. Pasa los dedos por la rajita ya húmeda, su m*****o se endurece más de instantáneo, masajea provocando gemidos más altos, movimientos más impacientes. —Te necesito dentro —le ruega Delfina llevada por la lujuria. —Aún no —responde él. Mete un dedo en su interior mientras mete un pezón en su boca y lo lame, lo muerde, la respuesta de Delfina lo vuelve loco, ella gime y se mueve fuera de si, la humedad de su v****a empapa los dedos del médico, las manos presionan con fuerza sus hombros. Aumenta la velocidad del dedo que tiene dentro de la joven, se escucha el sonido al chocar contra el flujo, el olor a sexo en el ambiente. —¡Por favor! —grita Delfina. Esta vez, obedece, cambia sus dedos por el m*****o, la sujeta de la cintura y la mira fijamente mientras lo cabalga, observa los senos moverse con ella, los pezones duros, las mejillas coloradas y el pelo despeinado. Ella detesta no poder verlo, pero sentirlo es fascinante, la llena por completo, el placer es increíble, la excitación aumenta cuando vuelve a acariciar sus pezones, a jugar con ellos hasta dejarlos tan sensibles que cree que acabará desmayandose. —Me gusta verte así, cachonda —le dice Alzo volviendo a tomar su boca. Las palabras surten efecto en ella, se corre sin poder aguantar más, apretando con más fuerza los hombros músculosos, atrapada por la mano y la lengua de Abdul. Él saca su m*****o cuando sabe que ya no aguantará más, derrama el líquido espeso en su v****a. Cansados, pero satisfechos, se abrazan, la suciedad no es importante, solo ellos dos, el olor de la pasión, el calor de sus cuerpos, las respiraciones volviendo a un estado normal. —Vamos a la cama —le dice el médico. La guía hasta allí y él va a limpiarse al baño, vuelve con una toalla húmeda y la limpia a ella también. Delfina se vuelve consciente de las diferencias entre ese hombre, y su ex, David, jamás en todos los años de relación había perdido la cabeza de ese modo, ni había sido tan descarada, tampoco le había limpiado la corrida, siempre daba tiempo a ponerse el preservativo. Alzo se acomoda a su lado, la abraza, aspira su esencia, más natural que nunca, sin perfumes, sin jabones, solo el olor de su piel, de su sexo. Sabe que ya está perdido, justo lo que no podía tener en ese momento, amor, y cada vez veía más difícil alejarse de esa mujer. En medio de la noche se despierta de nuevo duro, despierta a Delfina con sus caricias, ella accede con sus gemidos y contoneos, así, detrás de ella, mete el m*****o y se mueve despacio, besa el cuello de Delfina cuando esta se arquea. Llegan de nuevo, ha sido más lento, más suave, pero igual de estimulante, volviendo también a quedarse dormidos tras el orgasmo. Al despertarse por la mañana ya no hay restos de semen ni flujo, ninguno se preocupa por dónde dejó su semilla, al contrario, vuelven a hacer el amor en la ducha, entre espuma y agua, gemidos y besos. Ni el futuro, ni los problemas, no siquiera el dolor está presente en ese lugar, en ese momento, no hay sueños, ni venganzas, solo ellos dos amándose. Subidos en una nube extraña, sonriendo y fingiendo ser una pareja feliz, desayunan, mientras ella lo escucha moverse, los cacharros que usa, el olor a café recien hecho, él la mira cada vez que puede, vestida con una camiseta que le llega por las rodillas, parece tan inocente y erótica a la vez que desea volver a hacerle el amor, ahí mismo, sobre la encimera, pero no puede, en nada deberá irse al hospital a realizar una operación importante. Delfina empieza a ver una luz que crece por segundos, cada vez más, los colores también dejan de esconderse, las líneas, la imagen cobra vida, entonces lo ve, es él, es Alzo, el supuesto estafador, pero, ¿Es casualidad y es el auténtico?, o quizá, no era todo una mentira...
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