Capitulo primero.
El primer recuerdo que tengo en mi vida fue el día que me adoptaron, la cara de felicidad de mis padres mientras salía de una puerta de madera, seguido de algo que sucedía por primera vez, un abrazo. Mi madre no podía tener hijos y siempre quiso tener junto a ella alguien a quien darle amor, mi padre simplemente concedía todos sus deseos, lo malo que mis amigos seguían atrapados tras la puerta de madera.
Apenas tenía cuatro años cuándo llegué por primera vez a casa, la sentía mas grande de lo que realmente es, mis padres me tenían preparada una gran habitación llena de juguetes y ropa nueva, nunca tuve un abrazo, ni juguetes ni mi propio espacio antes de ese día, pero había algo que nunca me hizo falta, mis amigos, quienes hasta el momento que atravesé esa puerta de madera, eran mis hermanos.
Hoy no lo recuerdo, pero nos cuentan que siempre andábamos los cuatro para todos lados, dormíamos juntos y nos dábamos el afecto que no recibíamos de parte de las monjas que administraban el orfanato; Cuando llegue a casa a diario los lloraba, los extrañaba tanto, que al final mi madre decidió concederme un deseo, adopto a mi mejor amiga, Annie quien sería como mi hermana, y una de sus amigas adopto a los mellizos, Camilo y Camila. Para nuestra fortuna los cuatro recibimos mucho amor y crecimos en medio de las comodidades, fuimos a los mejores colegios, aprendimos idiomas, además que nos dieron la oportunidad de conocer al mundo, de vivir cosas por encima del promedio de muchos otros, por encima de las probabilidades si hubiésemos crecido con nuestras familias biológicas.
Mi madre decidió cambiar mi nombre una vez llegue a casa, no le gustaba Rosa, así que me cambio el nombre de Emma, le parecía mas bonito. A mi hermana, digamos que solo le actualizo el nombre, ella se llamaba Ana y ahora es Annie; en cuanto a Camilo y Camila, la amiga de mi madre decidió dejarlos tal como eran, con nombres sonoros y complementarios; todos teníamos los mismos cuatro años y habíamos pasado la misma experiencia, nuestros padres nos habían dejado abandonados en el orfanato una vez nacimos, sin ningún tipo de información sobre ellos, simplemente desaparecieron de nuestras vidas casi al mismo tiempo.
Cuando terminamos colegio Camila y Camilo se separaron por primera vez en sus vidas, ella decidió ir a Paris a estudiar gastronomía y Camilo viajo a Estados Unidos a estudiar en el instituto de Artes de California; en cuanto a mi hermana ella abrió sus alas y se fue a Italia a estudiar diseño de modas, en cuento a mí, decidí quedarme junto con mi madre en Colombia, no fui capaz de salir y opté por estudiar medicina. No sé qué dedición fue más difícil, si decidir quedarme ante el hecho que todos se fueron o pensar en irme cuando todos emigraron y dejaron a nuestros padres solos.
Ellos vuelven cada año en verano y algunas navidades, nos reunimos y viajamos un poco, hacemos planes familiares, y es la mejor época de mi vida, lo malo es que ahora todos ellos terminaron sus universidades, y empiezan a enfrentar sus nuevas vidas de adultos y a mi aun me queda lo que resta de este año de estudios, eso sin contar que tal vez sus viajes a visitarme sean mas escasos, pero como dice mi madre, yo fui la que elegí quedarme y ahora debo aguantarme el resultado de mis elecciones, para Camila y Annie es más fácil encontrarse, realmente constantemente se ven, Camilo esta mucho mas lejos pero desde que se fue a vivir con su novio para él es mucho más fácil todo, cada vez que viene de visita lo arrastra, es un hombre increíble al que queremos mucho, ojala duren mucho tiempo. Camila y Annie, dicen seguir solteras, pero yo he visto en redes más de un chico interesante.
En cuanto a mí, jamás he tenido novio ni novia, ni nada parecido, ninguno ha despertado mi interés amoroso o s****l, hay veces que pienso que soy asexual, a mis veinticuatro años no he conocido nada parecido al amor de pareja. Mi madre contantemente insiste que me de la oportunidad, que conozca personas, pero entre más conozco personas nuevas menos me interesan.
Apenas es miércoles y estoy agotada, me veo en el espejo ojeras marcadas, cabello claro despeinado, ojos verdes claros rojos e hinchados, cuerpo atlético y alta, casi sin curvas, contrario a mis padres que son mucho más bajos que yo, aunque nuestros rasgos físicos y color de piel se parecen. Siendo nosotros todo lo opuesto a mi hermana quien tiene un tono de piel olivácea cabello n***o, cuerpo delgado con curvas y mucho más baja que yo, hace que todos volteen apenas la ven pasar, mientras que a mí solo me dicen que tengo unos ojos bonitos, aunque hoy debo cubrirme con un kilo de maquillaje para no asustar.
He tenido una semana de mierda y apenas he podido dormir dos horas diarias, aparte que tengo parciales de mitad de semestre, trabajos y otras actividades, estoy haciendo prácticas en un hospital en el área de urgencias, todos los días veo todo tipo de cosas, accidente y sangre, aunque amo lo que estudio, hay días en los que quiero dejar todo botado e irme donde mi hermana, para luego suceder algo que me emociona y hace que quiera continuar, y pensar que aun falta un semestre para terminar la universidad.
Estoy tan agotada que no soy capaz de ir conduciendo, así que pido un Uber.
Me despido de mis padres, quienes están felizmente pensionados y se dedican a pasear y compartir sus días juntos, realmente cada vez que pienso en ellos estoy mas segura que quiero una relación así, si es que algún día consigo alguien que me guste. Cuando salgo de casa subo al Uber con la firme intención de dormir los minutos que dure el viaje, sin embargo, el chico que va conduciendo es apuesto, y para mi sorpresa es la primera vez que alguien me interesa físicamente, así que sonrió para mis adentros, mientras bajo la mirada a revisar el nombre que me arroja la aplicación, Oliver García. Y no sé porque tengo la necesidad de romper el hielo, de hablar yo primero, y ruego al cielo mucho tráfico, aunque llegue tarde a clases.
— ¿Te llamas Oliver? – se me sale la pregunta más tonta de todas.
— Si, como dice la aplicación — sonríe mirándome y yo siento que me derrito —¿y el tuyo es Emma Arango?
— Si – me apresuro a sonreír – ¿hace mucho trabajas con uber?
— No realmente no, honestamente empecé hoy, es mas realmente no tengo necesidad de hacerlo, solo que perdí una apuesta con un amigo y aquí estoy.
— ¿Ina apuesta? ¿Quién apuesta trabajar en Uber? – pregunto riendo.
— Nosotros que somos medio tarados, no sabíamos que mas apostar que en verdad nos doliera hacer, así que nos fuimos por esto y perdí, realmente se les pudo ocurrir algo peor – me responde entre risas.
— ¿Qué no hiciste que te llevo a perder y me dio la oportunidad de conocerte? – digo sin pensar y luego ruego que la tierra se abra y me trague, no puedo creer lo que dije.
— En ese orden de ideas también agradezco no haber sido capaz de comerme una hamburguesa de dos kilos con papas y Coca-Cola – me responde entre risas.
— ¿Cómo es eso? – pregunto riéndome.
— No debería contarte esto, pero estaba tomando con unos amigos, estábamos muy borrachos, cuando uno de ellos dijo que, porque no íbamos a comernos una hamburguesa de dos kilos en un restaurante cerca de su casa y el que perdiera conduciría uber, y la plata que nos hiciéramos seria para invitar a comer a los otros.
— y perdiste…
— No solo perdí, pase la vergüenza mas grande de mi vida, como había estado tomando, vomite todooo, pero absolutamente todo frente a todos – dice entre riendo y apenado – así que no solo perdí la apuesta, además tuve que limpiar el lugar y pagar los daños causados.
— ¿Tus amigos no te ayudaron?
— No ellos solo se rieron todo el tiempo, bueno si me ayudaron… a sentirme peor – dice entre risas.
— Con amigos así…
— Con amigos así te conocí a ti – toma un possit naranja y apunta su número celular y su usuario de i********: – por si te interesa contactarme.
Lo apunto en mi celular para guardar el dato, así como también lo sigo en i********: y por si las dudas pego en la parte de adentro de mi cuaderno el papelito naranja.
El resto del viaje la pasamos hablando, no se que tiene él que me abro con tanta facilidad, me entero que está estudiando ingeniería mecánica, que en su tiempo libre practica automovilismo y que ama los autos, además me dice que su sueño es dedicarse a corfeerlos a nivel profesional y diseñarlos, en especial los de carrera. Cuando me deja en la puerta de la universidad no puedo creer que hubiese hablado con alguien nuevo y que en definitiva me esté interesando.
— Emma – dice mientras abro la puerta del auto y tiende una mano hacia a mi la cual estrecho – ¿podemos salir esta tarde?
— Si — digo en un susurro.
— ¿A que hora sales de clases? – pregunta sonriente.
— A las tres de la tarde, hoy termino temprano – le digo devolviendo una sonrisa.
— A las tres estaré aquí – me da un beso suave en la mano para luego dejarme ir.
No puedo creer lo que acaba de suceder, me tomo un tiempo de revisar su i********:, y hay fotos de lo que me contó, no puedo parar de sonreír, sin embargo, al entrar al salón un golpe de la realidad borra la sonrisa de mi rostro y me hace ver lo que tengo en frente, mi clase.
A las tres de la tarde cuando el reloj marca el fin de la clase salgo como loca de la universidad y camino hasta el lugar donde esta mañana Oliver me había dejado, y para mi sorpresa, está esperándome de pie apoyado en el auto, es un hombre alto, probablemente pase el metro ochenta de estatura, cabello castaño claro, piel clara y unos ojos soñadores. Me acerco hasta él a paso resuelto y le saludo ante la atenta mira chismosa de mis compañeros.
— Hola Oliver, que puntual – digo sonriendo.
— Para ti, siempre.
Me hace seguir al auto y me invita a comer algo a un restaurante cercano.
— Puedes poner música – me dice señalando el tablero del auto.
— Como te termino de ir en tu primer día de Uber.
— Fatal – responde riendo – después de ti me tocó una viejita un tanto cascarrabias, luego vi la hora y preferí venir hasta acá a esperarte, no quería llegar tarde.
— Eso me gusta, que sean puntuales – digo riéndome.
En el restaurante hablamos de todo un poco, conversamos de nuestras vidas, de las cosas que nos gusta, de nuestras familias, nos despedimos cuando el reloj da las siete de la noche con la promesa de vernos al día siguiente, él pasaría a buscarme para llevarme a la universidad y luego él iría a la suya, para volvernos a ver en la noche. Cuando llego a casa tengo la sonrisa tatuada en la cara, mi madre a quien no se le pasa nada me saluda con un fuerte abrazo para luego susurrarme al oído.
— ¿A quien le debemos esa sonrisa?
— ¡Mamá! – exclamo – como te das cuenta de todo.
— Por ahí dicen que mas sabe el diablo por viejo que por diablo y esas sonrisas las conozco, aunque nunca la había visto en tu cara.
— conocí un chico y salimos a comer, y me gusta mucho.
— Mi niña, me alegro mucho, disfruta el momento sin más, luego veremos que sucede.
— SI mamá – digo dándole un fuerte abrazo.
— Y ahora me voy a descansar, estoy agotada y mañana tengo clases – digo sonriendo.
— Y a verte con…
— Con Oliver madre…
— Bonito nombre, espero que cuando estes lista lo traigas a casa.
— Si madre, algún día espero que sea así.
Luego de cepillarme los dientes y ponerme el pijama, empezamos a chatearnos y sin darme cuenta en algún momento me quedo dormida con el celular en la mano. A la mañana siguiente lo primero que veo es un mensaje de él, y la promesa de vernos en un rato, en definitiva, no me es tan indiferente el amor como yo creía. En la mañana pasa a recogerme a las siete de la mañana, tal como el día anterior vamos riendo y conversando, en la noche cuando volvemos a nuestros hogares, luego de hacer una parada para comer algo, regreso feliz a casa no puedo creer la conexión que se genera entre los dos en muy poco tiempo.
— Emma, mañana no puedo recogerte ni vernos, tengo que preparar mi auto, el fin de semana tengo carrera automovilística.
— No hay problema, justo te iba a decir que mañana inició guardia a las seis de la mañana en el hospital y salgo a las seis de la mañana del sábado – digo con una media sonrisa.
— ¿Tanto tiempo?
— SI, así es esto – le digo sonriendo.
— Entonces… ¿no puedes acompañarme el sábado?
— ¿A que hora es?
— Al mediodía…
— Yo alcanzo, no te preocupes, duermo unas cuatro horas y estoy lista para ir, solo dame la dirección y yo llegó.
— ¿Está segura?
— Siii, no te preocupes, yo llego donde me digas, muchas veces he tenido que salir de guardia para ir a clases, no creo que sea tan difícil…
— Entonces te envió un mensaje con las indicaciones.
Me acerco a él a despedirme de un beso, él me toma por la cara y me besa en los labios, es la primera vez que beso a alguien y me asusta, siento sus labios suaves abriéndose frente a los míos, la humedad de su lengua, el movimiento suave de ella dentro de mi boca, siento un leve calor recorriéndome, sus manos paseando por mi cuerpo, la sensación es única y maravillosa, con pesar nos separamos.
— Nos vemos el sábado Oliver– susurro frente a sus labios.
— Nos vemos el sábado Emma.
Y salgo del auto con una sonrisa más grande posible tocándome ligeramente los labios, jamás había sido besada, primero porque fui a un colegio femenino y segundo porque por mas que lo intenté es la primera persona que me gusta, es una sensación extraña ser besada de esa manera, sentir sus manos paseando sobre mi cuerpo. El viernes paso el día trabajando, ansiando que sea sábado, cada vez que tengo un pequeño periodo de tiempo me escondo y le escribo, o para leer lo que me había escrito antes; estoy rendida cuando salgo a las seis de la mañana.
— Emma, ¿vamos a desayunar? – pregunta Adriana mientras salíamos del hospital.
— No, tengo un compromiso en un rato y no quiero llegar tarde.
— ¿Un compromiso? ¿con quién?
— Con un chico que conocí, después te cuento.
Me despido y salgo corriendo para llegar a casa antes de siete de la mañana, desayuno algo rápido con mis padres, me ducho y calculo que tengo unas cuatro horas de sueño decente y reparador, pongo la alarma y antes de darme cuenta ya estoy dormida. Cuándo la alarma suena me visto rápido y salgo, me despido de mis padres y conduzco mi auto; llego hasta el autódromo y le escribo un mensaje
— Hola Oliver, ya llegué.
— Perfecto, ya envió a alguien por ti, no puedo moverme.
—Espero.
A los minutos llega un señor, de promedio unos cuarenta y tantos años, me tiende la mano mientras me sonríe.
— Hola, debes ser Emma.
— Hola ¿y tú eres?
— Soy Oliver padre – sonríe a medio lado – mi hijo me pidió que viniera por su novia que estaba esperando.
Asiento mientras sonrió, me presento como su novia, yo pensé que solo estábamos saliendo, pero aun así no digo nada, solo sigo el camino que me señala, hasta llevarme a un pequeño salón en donde él lleva puesto un uniforme y una vez me ve sale corriendo a abrazarme y saludarme con un beso en los labios.
— Hola hermosa, ¿cómo te fue en tu guardia?
— Un poco agotadora como siempre, pero bien – me abrazo a su cintura – ¿y tu cómo estas?
— Un poco nervioso, es una carrera muy importante y me alegro que estes aquí.
Siento como me sonrojo, es extraño para mi que nunca había tenido este tipo de experiencias y ahora están en modo intenso, como si todas las experiencias que debe vivir una mujer de veinticuatro años las tuviera en un comprimido. Nos quedamos un rato conversando hasta que llegaron a buscar para llevarlo a la carrera, se acerca me da un beso como el de la otra noche, de esos que me roban el aliento y junto con su padre nos acomodamos en otro lugar, mientras él se prepara para salir, lo observo desde la distancia preparando su auto hablando con otros hombres, esta animado y feliz. Una media hora después esta subiendo a su auto y salen muy rápido, me da nervio y ansiedad ver la velocidad a la que van, las maniobras que hace, no le veo el rostro, y pese a que solo tenemos días de conocernos me imagino que llevara la mandíbula apretada y sonriendo a la vez.
— Sabes, es la primera vez que mi hijo presenta a una chica como su novia.
— Me quedó en silencio mirando su rostro, no puedo creer lo que me esta diciendo, no puedo creer que Oliver me este presentando como su novia, así que solo respiro y sonrió de vuelta.
— Para mí también es una sorpresa, nunca antes había tenido novio.
— ¿A que te dedicas?
— Yo estoy estudiando medicina.
— Cuéntame mas de eso...
Nos pasamos conversando por ratos mientras vemos atentos la carrera, no le perdemos la vista al auto color verde. Cuando la carreta termina, quedando Oliver en primer lugar corremos a recibirlo, él me abraza fuerte por la cintura, dándome otro beso, creo que nunca me voy a acostumbrar a esta sensación.